To love you

Capítulo 30: Cosas en claro

Milton.

— ¿Por qué no lo detuviste? —le reclamé a Missi por su falta de cuidado.

— ¡Sabes cómo es él y cómo es mamá! ¡No podría detenerlos!

Lo que pasó fue que Lucius había ido el día en que yo tenía práctica de futbol a ver a mi madre. Él no debió haberlo hecho, no había razón. Esto no le incumbía a él.

— ¿Qué dijo? —pregunté con molestia.

— Hablaron poco tiempo, mamá me dijo que Lucius se disculpó por su madre, aseguró que ella no tenía la intención de lastimar a nadie. Y que nos estima mucho, a ti y a mí. Nada más, supongo.

— No creo que ese pillo haya venido solo por eso —gruñí.

— Dijo también que Frank vendría a llevarlo —agregó Missi y cómo siempre la parte más importante la decía al final—, por eso él no quería decírtelo porque tú seguro lo ibas a echar.

— ¡¿Cómo se atreve ese hombre a venir?! ¡Y claro que lo echaría! ¡No quiero que ese hombre pise el suelo que mamá pisa! Es mejor que Lucius se regrese a Inglaterra y seguramente ni permiso pidió para venir aquí.

— Exacto —afirmo Missi—, pero ya no victimices a mamá. Ella es fuerte y no creo que él se presente frente a ella o frente a mí.

— Tantos problemas... nunca dejan a uno ser feliz —dije soltando un largo suspiro.

— ¡Qué dramático! —Exclamó Missi rodando los ojos— Oye, lo he notado. Jess está un poco incómoda con tus "caricias".

Otra vez, la misma cantaleta. ¿Acaso nadie entendía que quería a Jessica? ¡La quería! A su lado no podía dejar de mirarla. Cuando uno quiere algo, lo quiere tocar. Eso me pasaba con ella, la quería en mis brazos. Abrazarla me encantaba, besarla me hacía sentir en las nubes y sus manos me daban mucha tranquilidad. Sabía muy bien que no tendría sexo con ella y estaba dispuesto a esperar.

— Pero, contrólate un poquito más...—aconsejó.

— Lo intentaré —le dije para tranquilizarla, aunque estaba seguro que sería difícil.

— ¿Y sobre Nicolson? — Al parecer no era el único que se ha dado cuenta del elevado interés que él estaba poniendo en Jess. Un interés que rebasa el límite de "mejor amigo".

— Ya he hablado con él. Sabe que no llegará a ningún lado si da cabida a ese tipo de sentimientos por Jessica.

— Pero es Nicolson de quién hablamos. ¿Crees que un día explotará y se lo contará Jess? —me preguntó. Missi lo dudaba también, el carácter de Nicolson era muy explosivo como para dar algo por hecho.

— No lo creo —concluí—. Él no diría nada que pueda confundir a su amiga y hacerla sentir triste, porque sabe que ella me quiere a mí.

Me levanté bruscamente luego de dar mi respuesta. Debía de ir a buscar a Lucius y obligarlo a irse. Y eso sería difícil ya que él realmente disfrutaba estar aquí. La libertad de la que aquí gozaba era mil veces mejor que el vivir entre lujos y sin poder mover ni un dedo.

(...)

Jessica

Chaser entró a mi habitación con una gran idea: ir a acampar a la playa. Sus argumentos fueron infalibles, necesitábamos relajarnos y siendo él, el ranger Rojo tenía la facultad de guiarnos a un buen lugar de relajación.

Él era muy infantil, no era novedad.

Acordamos en ir en dos semanas, solo faltaba el consentimiento de los demás y estaba segura que aceptarían.

Tenía una cita con Milton esa tarde, así que invité a mi hermano a abandonar rápido mi habitación porque tenía que alistarme. Me puse un vestido floreado y amarré mi cabello con una coleta, la cola de caballo me quedó perfecta.

A las cuatro Milton apareció y mi madre salió a nuestro encuentro recordarme que estaba castigada. Me había olvidado, no era común que yo lo estuviera así que solo no lo tuve presente a la hora de decidir salir al cine.

— ¿Podemos pasar un rato en mi jardín? —le pregunté a mi novio. Qué lindo sonaba "mi novio".

Milton aceptó, estuvimos un largo tiempo sentado, tomados de la mano; por ratos, en los escasos minutos en los que no éramos vigilados por Yojo, él me robaba un beso, uno que me hacía desear más. Los labios de Milton eran suaves, firmes y húmedos, y sabía cómo usarlos.

— Siempre quise preguntarte esto, Jessica —me dijo Milton mirándome fijamente— ¿Cómo es que tú te interesaste en mí?

— Uhm... Déjame pensarlo —medité. Él lucía ansioso por escuchar una respuesta—. Solo pasó, no lo sé cómo, lo sentí en mi corazón. Pero sé que desde la Feria de Ciencias y de los besos que nos dimos en tu casa, ya no puede seguir negando que me gustabas. Tú ya te habías metido en mi corazón. ¿Y qué hay de ti? ¿Cómo esta lerda te comenzó a gustar? —le pregunté y me señalé completamente. Él sonrió y acercó su rostro al mío.




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