Jessica
El tiempo pasaba muy rápido, ya lo había dicho y cada uno debe aprovecharlo como mejor le pareciere. Así que estos tres meses de espera no serían improductivos.
Era el último año en que tendríamos a Missi junto a nosotros, así que nos habíamos propuestos pasarlo juntos y tener los momentos más agradables. Claro, en nuestra mente siempre estaban presentes las miradas de perro-rabioso de Milton y las ocurrencias de Lucius, pero no íbamos a estar tristes todo el tiempo. Lucius al despedirse estuvo feliz y nosotros al recordarlo también lo estaríamos.
Missi habló con su madre sobre Milton. Ella también estaba muy acongojada, su hijo le había sido robado otra vez, pero con la diferencia de que ahora él era más independiente y podía tomar sus decisiones con mayor madurez. Ella creía firmemente en su hijo y en su convicción, así que luchaba, al igual que nosotros, por estar tranquila y paciente.
Era difícil, pero no teníamos otra opción.
(...)
Milton
— ¡Él trato fue por un mes, Frank! —reclamé furioso, por fin lo encontraba cara a cara. En esta casa encontrar a una persona era muy difícil y más si se te ocultaba a propósito.
— ¡Oh! —Exclamó— ¡Gusto en verte hijo! He estado muy ocupado por el trabajo y por ello no pude venir a casa.
— No me esquives el tema —espeté—. Se bien que has estado viniendo aquí, pero te escabullías por los pasadizos y me evitabas completamente.
— ¿Pero no me vas a negar que tu estancia no ha sido acogedora? Mira todo este lugar y tus comodidades, así que no te quejes de mi hospitalidad.
— ¡¿Hospitalidad!? —Recriminé— Esta ni siquiera es tu casa, es de Elizabeth y yo no quiero su hospitalidad quiero irme a mi casa.
— ¿Pasa algo? —dijo Elizabeth interrumpiéndonos. Se notaba preocupada y ojerosa. Los años también actuaban en una mujer de porcelana como ella— Alex, querido. Anne ya llegó, te espera en el Salón. Allí está Lucius también.
Suavicé mi rostro y me tranquilicé, Elizabeth no tenía la culpa por ser manipulada por mi padre, ella era una noble, pero débil mujer — Bien, gracias —le respondí. Le regalé una mirada, una que si Jess la hubiera visto me hubiera recordado que era un perro-rabioso.
Dios, ¡Cómo extrañaba a Jess!
No tenía permitido usar teléfono ni internet, ni ningún medio que me permitiera tener comunicación con mi madre, Missi o mis amigos.
Salí del despacho de Frank y junto a mí caminó como una sombra mi guardaespaldas, pero más que protegerme, me perseguía y vigilaba día y noche. Había retomado mis clases en Marlborough College por influencia de mis "padres". Así que volví a encontrarme con Anne y mis antiguos, si se les podía llamar así, compañeros.
Entré al salón, Anne me vio y al instante me regañó.
— ¡No arrugues tu frente! ¡Te volverás más viejo!
Lucius se carcajeó, Anne parecía nuestra madre, con el tiempo se estaba volviendo más maternal y protectora.
— ¿Y bien? ¿Qué te dijo el viejo? —preguntó Lucius.
— Lo esquivó como siempre y lo peor es que él tiene mi pasaporte —maldije—. Si no, yo ya hubiera volado de aquí.
— Me pregunto... ¿Qué tan hermoso es ese lugar que lo extrañas tanto? ¿O es a la chica? —sugirió maliciosamente Anne.
— ¡A la chica! ¡No hay duda! —proclamó Lucius.
Le ordené que se vaya a cambiar ya que sus citas con Mina eran todos los viernes a las siete. Eran encuentros nocturnos, pero supervisados, sujetados a las etiquetas y modales aristocráticos. Ella era la hija de una familia francesa muy influyente en su país. Cada vez que Lucius regresaba de una de esas citas, yo le preguntaba qué tal le iba y él siempre respondía sin entusiasmo: "Bien, como siempre".
— ¿Crees que tu padre te dejará ir? Ya terminará el año y no tienes noticias alentadoras —dijo Anne. Esta pelirroja se había vuelto más hermosa, todos estábamos en la edad en que nos convertíamos en damas o caballeros, como decía ella, pero su carácter y la forma cómo me trataba no había cambiado en lo absoluto. Ella siempre fue y será mi amiga.
— Yo me iré, no importa cómo, pero me iré.
Anne me regaló una sonrisa maliciosa y su ojos le brillaban, eso era un indicio de que algo tenía en mente— Sabes que me revisan cuando entro aquí, mi celular se queda fuera, pero mi tío propuso una cena en mi casa para este domingo y no creo que tu padre vaya a desconectar mi red de telecomunicaciones. ¿Sabes lo que eso significa?
— ¡Gracias, Anne! —exclamé feliz por tener aunque sea un buena noticia.
**
En esa casa, Lucius y yo desayunábamos, almorzábamos y cenábamos solos. La mesa era inútilmente grande, lo único que hacía era ocupar espacio porque solo dos personas la usaban aunque ya estábamos acostumbrados a eso. No obstante, me puse a pensar en el tiempo en el que yo estuve en América, seguro Lucius debió comer solo todos esos días y cuando me vaya, él seguirá haciéndolo.