Anónimo.
— ¿Que crees, grande? — Emma sube y baja sus cejas haciéndose la interesante. — Vi a Giana dejar un sobre blanco y un regalo en su casillero. — Interiormente estoy sonriendo dichoso.
— ¿No vas a ir? — Royer me mira divertido por la situación. — ¡Vamos hombre! Te digo que ese tipo es si hermano mayor, no su novio. — Ruedo los ojos porque eso lo sé de sobra.
— Vamos, grande. — Se queja Emma y al mismo tiempo regañandome. — Si Gia te gusta e iban tan bien, ¿porque diablos ahora la vas a dejar ir? Ella parecía distinta al dejar eso en su casillero.
— Basta con ustedes. — Gruño ciertamente enfadado. — Yo sé que es lo que tengo que hacer, mientras tanto, ¿porque no se van a clases y me dejan en paz? — Me levanto de prisa de las gradas y tomando mi mochila en el proceso.
Yo no sé en que momento decidí hacerle caso a la loca de Emma. Esa mujer es demasiado cliché, y ahora, yo soy uno de sus experimentos. Es verdad que, Giana me gusta y en demasía, pero, ¿que tan mal habrían salido las cosas si la hubiese enamorado a mi modo poco cursi y cliché? Total, la habría invitado al cine, luego a cenar y tal vez la hubiese llevado a bailar, pero no, tenía que dejarme convencer por Emma. Las cartas con Giana, no funcionaron. ¿Tengo un as bajo la manga? ¡No! Mucho menos un plan b.
Cuando recibí la primer carta de Gia, fue algo que me emocionó en exceso. Más que montar una motocicleta y correr a toda velocidad, sobrepasando los límites de la sociedad. Todo iba tan bien hasta que la vi con ese tipo tan cabrón. No me enoja que sea su hermano, no estoy celoso; es simplemente furia hacia él porque odio que la haya dañado. Es rabia hacia cada uno de los hombres de su familia. Sé mucho más de Giana de lo que parece, de lo que escribo, de lo que ve el resto. Royer sabe con más detalle, lo que sucede en casa de Giana, sin embargo, no me lo dice. Lo sabe y no me lo dice porque sabe que podré meterme en problemas fácilmente solamente para salvar a mi nena chiquita. Me parte el culo imaginarla llorando, sufriendo, llena de marcas, vulnerable ante esos cabrones. Ella ni siquiera debería llamarlos familia. La familia no te daña. Eso se supone.
— Deja de torturarte. — Me reprimo a mi mismo mientras me detengo frente al casillero de Giana. — ¡Vamos! — Me quejo. — ¿Porque viniste hasta acá? — Me veo tentado a golear la puerta de metal pero, no lo hago.
Ya no quiero más reportes del director.
Sin mucho dudarlo, abro la puerta del casillero de Giana con la llave que Emma consiguió para mi. Comienzo a reír como loco al ver el regalo que Gia ha dejado. Ese que Emma mencionó antes. Se trata de un ramo de rosas rojas con una pequeña nota que dice:
"No me gustan los girasoles porque me recuerdan a mi madre;
¿te gustan las rosas rojas?
Gia <3"
Tomo uno de sus bolígrafos y escribo una rápida y pequeña respuesta:
"Me encantan las rosas rojas.
Lo entiendo y lo anoto para la próxima vez, Guaina Raú.
No me las llevo porque podrías reconocerme de inmediato.
¿Que tal si me las das cuando completemos la apuesta?
¿O que tal cuando seas mi novia?
Anónimo. :*"
Tomo el otro sobre blanco y cierro de inmediato en casillero, evitando que alguien me vea aquí. Prácticamente corto hasta llegar al gimnasio y confieso que, me siento sumamente emocionado y feliz.
No hubo necesidad de que yo dejara alguna cosa para ella en el casillero, Giana lo hizo por si sola. Mi corazón se acelera al ver más de una cuartilla escrita. Sé que no se trata de nada bueno pero, aún así continuó leyéndola porque odio no saber de ella. Las primeras líneas me hacen realmente sonreír porque ella confiesa que me extraña, y que -al igual que yo- odia no saber de mi. Algo en mi se oprime al imaginar que dejaré de escribirle. La verdad es que eso me duele y no es un sentimiento que tenga a menudo. Si soy honesto, ayer no le escribí porque me sentía confundido y hoy, estoy molesto. La verdad es que no quiero escribirle algo de lo que después me pueda arrepentir. Al leer eso de que va a hacerse a la idea de que no habrá más cartas en su casillero, mi lado egoísta ahora se siente muy miserable por no haberle escrito algo en dos días.
Después de esas líneas, mi pesadilla se hace realidad. En su carta, relata parte de la historia de sus marcas; "
... Hace dos años, luego de perder todo con Royer, fui a casa y justamente cuando pensé que nada podría arruinar mi noche, toda la vida de esta niña, cambio en un segundo. Mi hermano mayor y papá, estaban esperando por mi en la sala de casa. Estaban sus rostros rojos de furia, al principio, no me miraban y tenían las manos hechas puño. Tan es así que, los nudillos de sus manos, eran casi de un color transparente.
Al mirarme, los gritos, insultos y golpes, llegaron juntos sin darme tiempo a procesarlos. Aún lo recuerdo y sigo así, en blanco, luchando por encontrar una razón coherente para su manera tan salvaje de tratarme, y claro, no ser la única culpable. Me tacharon de ser una cualquiera, dijeron mil veces que merecía lo que me hacían, me llamaron de maneras que hoy en día, sigo sin poder creer.