Domingo 21 de Julio 2018.
— Giana, me habías prometido que no volverías a venir en este año. — La mirada del doctor es tan dictadora y penetrante que me causa más miedo que la mirada de mi padre o de Moisés. — ¿Giana? ¿Por fin vas a decirme lo que te paso esta vez? — Desvío la mirada hacia papá y mis hermanos.
No puedo hablar. No ahora.
— Me tropecé y rodé por las escaleras. Estaba casi dormida, creo que esa fue la causa principal. — La manera en que el doctor rueda los ojos, de inmediato me hace consciente de que no vuelve a creerme.
— Giana, sabes que ocultar información sobre abuso físico o psicológico, es también un delito, ¿verdad? — No me preocupo porque definitivamente no lo dice por mí, si no por mis hermanos. — El hospital, puede solicitar un psicólogo que vaya a visitarte a casa y, no es eso lo que quieres, ¿verdad? — Papá aclara su garganta de manera nerviosa.
— Esta bien, doctor. — Cede Stefan. — ¿Ya nos la podemos llevar? La han tenido más de una semana aquí. — Y tiene razón.
Del sábado pasado a la fecha, han intentado sacarme información acerca de cómo diablos es que llegué a este punto. Tengo tres costillas fracturadas -y gracias al cielo no fueron más- y algunos moretones en el rostro y el abdomen. Esta mañana que lo revisé, estaba igual de morado que el primer día. Mi cabeza también tenía una herida, pero, sanó durante estos días, aunque, sigue doliendo cuando la toco. Según Tyler, me veo más jodida que nunca, pero, palabras de Stefan, estoy mejor de lo que debería. Según mis palabras, estoy en un término medio.
— Señor, venga conmigo. Le daré el alta de su hija. — Vuelve a hablar el médico.
Papá no pierde el tiempo y lo sigue, al igual que Moisés. Stefan y Tyler se miran entre sí para luego sonreír hacia mí. No entiendo si actitud, pero, tampoco pongo mucha atención a ello. Solamente quiero irme a casa, descansar y recuperarme en el menor tiempo posible para después, poder poner en marcha mi plan. He perdido una semana y no pienso perder más. Ya ha sido demasiado tiempo y, de alguna manera, tengo que recuperarlo.
— Giana, tenemos una noticia para ti. — Miro a Tyler con una ceja enarcada. — Es sobre anónimo. — Trago duro intentando calmar mi corazón acelerado.
La máquina a la cuál estoy conectada, me delata ante mis hermanos por el latir tan acelerado de mi corazón. Tomo profundas respiraciones para intentar controlarlo.
— Vaya, parece que anónimo es importante para ti. Más de lo que imaginábamos. — Se burla Stefan haciendo reír a Tyler. — Anónimo, anónimo, anónimo.
— Ustedes de verdad son un par desagradable. — Finjo indiferencia haciéndolos reír aún más. — ¿Van a decirme de lo que se trata? — Cuestiono enfadada.
— Trata sobre cartas y rosas. — Finjo indiferencia con ellos porque la verdad mi momento "solo anónimo" está llegando de nuevo a mí.
No importa cuantas veces diga que no quiero saber más de él, simplemente lo extraño, me hace falta, porque se ha colado en mi vida y ahora es parte de ella. De todas las personas que me rodean, él es quién más me importa, aunque me pase engañándome de lo contrario. No voy a decir que cuida de mi como tal, pero, aun así, él sigue pendiente de mí, a pesar de que no es algo que deba hacer. Si llevo a cabo mi plan, dudo mucho que pueda volver a verlo.
— Esta mañana fuimos a tu habitación a buscar algo de ropa para ti y en tu cama había un montón de rosas rojas que al parecer ya llevaban varios días ahí, además de varias cartas y... — Stefan se calla y me vuelvo a verlo confundida.
¿Y qué?
— Tuvimos que guardar todo para que papá no lo viera. — Respiro tranquila al escucharlo.
— Pues, gracias, supongo. — Aclaro mi garganta tranquilamente.
¿Como es que anónimo consiguió dejar tantas cosas en mi habitación? Es algo... extraño.
— Traje una de las cartas para ti. — Tyler me tiende un sobre y no pasa mucho tiempo hasta que lo reconozco.
Me pongo mis lentes, que había dejado sobre la mesa aun lado de la camilla. Sin perder el tiempo, leo la carta:
"Me dejaste como un árbol. Bien plantado. Lo hiciste así sin más y ahora, me siento decepcionado de ti.
Pensé que tú y yo, estábamos bien.
Pensé que después de esa cita, seríamos otros, pero no. Saliste corriendo y ni siquiera me diste tiempo para mirarte entre las sombras.
¿Qué clase de promesas estás acostumbrada a hacer?
Te consideraba más leal y responsable.
¿Porque me dejaste bailando solo?
¿Qué clase de persona eres, Giana?
Me dejaste botado así sin más y sigo sin saber cómo reaccionar a ello.