Toc - Trastorno Obsesivo Compulsivo

Paso 17

Manu

Tras los vestidores, lo único que se escuchaba era el regaño constante y agudo de Nino. A su alrededor, las demás modelos reían o guardaban silencio. Sin duda, era la más inquieta —y ruidosa— del lugar.

—Realmente es injusto —repetía—. ¡Tú merecías el premio! ¡Qué rabia! ¡esto de seguro estaba arreglado! Si Elisa hubiese sido la modelo, habrías ganado —bramaba mientras volvía a ponerse ropa, aún con su cuerpo pintado.

Me limité a escucharla con cierto agrado mientras guardaba mis materiales e instrumentos dentro de mi maletín, tratando de disimular que era incapaz de voltear a mirarla. ¿Cómo podría volver a estar a su lado después de lo que acaba de ocurrir? Estaba seguro de que nunca más podría estar junto a Nino con calma, pues mi mente y mi cuerpo se habían descontrolado por completo. No era solo el verla sin ropa, sino la extraña sensación de insuficiencia que me provocaba solo el hecho de existir y saber que ella existía, y que no éramos la misma persona, aunque deseara como nunca haber nacido pegado a su columna.

De pronto, encontré la lógica a los cientos de poemas de amor que se han escrito durante la historia, y a cuanta cursilería existe gracias a la avasalladora sensación de amar, de desear, de necesitar tanto de alguien, que todo gesto, toda palabra, se siente vacía. Y es que no hay forma de explicarlo, no hay color para detallar como mi alma de pronto solo quería envolverla, y el pánico que se abría paso hacía mi nueva condición de ser humano que podía amar: ¿Cómo se sobrevive al amor? ¿Cómo, si me costaba respirar, me costaba hablar, me costaba mover mis manos? ¿Y cómo siguen existiendo aquellos que no salen bien parados del amor? ¿Cómo resisten la ausencia aquellos pierden su ser amado? ¿Cómo viven las personas como yo, que no saben cómo amar, porque ni siquiera somos capaces de vivir en el mundo real?

—¡Mi loquito preferido! ¡Felicidades! ¿Y la modelo?

Francisco entró gritando a la sala, obligándome a salir —o a pretender salir— de la angustia que me invadía. Su rostro irradiaba felicidad, tal vez porque, al igual que yo, el cuerpo de Nino lo había hipnotizado. Tras él, mi hermano y mi madre se acercaron, acompañados de Andrea.

—¡Hermano! ¡Felicidades! —celebró Tomás.

Todos gritaban, convirtiéndome en el participante más bullicioso de ese Café. Orgullosos y alegres me rodearon, sin dejar de hablar en ningún momento, lo que agradecí, pues no dejaron que las dudas me encerraran. Mientras hablamos, sentí acercarse la voz de Nino, que ya estaba vestida, y de pronto, ya estaba junto a mí criticando el concurso.

—Manu debía ser el primero. ¡Te aseguro que todo esto está arreglado!

Mamá la saludó por primera vez luego de odiarla por ser ella —una hermosa irresponsable que bebía más de la cuenta—.

—Hijo, ¿vamos a casa? Invita a tus amigos, podemos celebrar tu segundo lugar ahí —invitó mamá.

Papá no me permitía obtener segundos lugares, pero como ya no estaba a nuestro lado, me sentí tranquilo, y lo disfruté. Tenía la seguridad de que mi puntuación se debía solo al poco tiempo que había tenido para terminar. Aun así, mi premio era estupendo: el primer lugar daba derecho a exponer durante un mes en el local, el segundo, tendría sólo 15 días. Eso para mí, era suficiente, más cuando sabía que premio había sido otro.

—Entonces, ¿iremos a tu casa?, yo tengo que pasar a sacarme la pintura, puedo alcanzarlos después —dijo Nino, dirigiéndose a mí.

Me quedé helado, tratando de conectar las palabras en mi cabeza para responder, sin embargo, mi mente solo pensaba en el momento en que dejó caer su manta y tomó su cabello.

—Me esperas, ¿Manu?... ¿Manu? —insistió.

Observé su cuello y los restos de pintura que bajaban por su escote. Tenía que hablar. Tenía que hacerlo.

—¿Puedo ir contigo? —pregunté. Y todas las miradas se volvieron hacia nosotros.

Francisco abrió la boca exagerando el asombro, mamá palideció, Tomi intercambió miradas con Andrea y yo todavía no podía mirar a Nino a los ojos.

—Bueeeeno, nosotros nos adelantamos —bromeó Francisco guiñándome un ojo y golpeándome el hombro, emulando la actitud de un padre entregando a su hijo.

Le sonreí como respuesta, comprobando por fin que mi amigo no estaba interesado en ella. Francisco la quería, tal vez más que a otra amiga, pero Nino era solo para mí. Rápidamente nos despedimos del grupo y sin acordar nada, caminamos en silencio hasta el departamento de Nino. Yo temblaba, y ella se deleitaba con el atardecer primaveral de septiembre.

Para cuando estuvimos en su casa, mi respiración ya estaba agitada y a punto de volverse insoportable.

—Manu, ¿quieres ducharte antes? —preguntó ella.

La estaba preocupando, sabía que tenía miedo de que me sintiera agobiado tras estar en un lugar con tantas personas. Sonreí y negué con la cabeza, sin mirarla a los ojos, perdida en su escote. ¿Por qué no podía sacar la mirada de ahí? ¡Que avergonzado me sentía!

—Te espero —contesté por fin.

Nino avanzó al baño dejándome solo en su sala de estar, sintiendo como el deseo de verla crecía sin control. Cada segundo que pasaba, se volvía eterno, y a mi ansiedad no le gustaba mucho ver correr el tiempo. Mi única opción, fue buscar sus ojos en la pintura que había ubicado meses atrás en su cuarto. Avancé con prisa los escasos pasos que me separaban de la belleza que reflejaba esa pintura, pero aunque trataba de calmarme, mi mente traidora solo repasaba una y otra vez sus piernas, su cintura, su espalda, su pecho, sus brazos, sus ojos, sus labios...

¿Qué me estaba pasando? Debía recordar su boca y sentir sus gérmenes saltando hacía mí, pero contrario a lo que esperaba, mi cabeza solo repetía "¿Por qué no la besé?, ¿Por qué no la besé? ¿Por qué no la besé?"

—Manu, ya está desocupado, puedes pasar —dijo ella apareciendo en la alcoba.

Tenía su pelo mojado, despeinado y recogido, y pequeñas gotitas de agua bajaban por sus hombros, en los que solo había un par de tirantes que sujetaban un colorido vestido. La observé emocionado, mientras poco a poco, sentí que mi cuerpo comenzaba a deshacerse. Sin saber qué hacer o qué decir, sin ser consiente de cómo reaccionar, me acerqué a ella y la besé.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.