Toc - Trastorno Obsesivo Compulsivo

Paso 18

Nino

Desperté con sus finos brazos atrapando mi cintura, casi como si temiera que escapara en cuanto abriera mis ojos, y sonreí, maravillada al sentir su cuerpo cálido unido a mi espalda, mientras su cabeza, escondida entre mi cabello, me permitía sentir la calidez de su respiración suave y profunda en mi oído. Manu aún dormía, exhausto con todo lo que acababa de suceder. La verdad es que no me extrañaba que estuviera tan cansado, pues fue evidente que un sinfín de sensaciones se agolparon en su cuerpo desde el segundo exacto en que decidió besarme. ¿Cuánta valentía necesitó reunir para realizar algo tan sencillo como eso, una banalidad casi ridícula para quienes no pensamos que moriremos producto del más cruel de los gérmenes alojado en la boca de una mujer? Era increíble imaginarlo, pero fue todavía más asombroso verlo continuar, incluso cuando su pánico era indiscutible, y es que jamás estuve con un hombre que temblara al mismo tiempo que repetía mi nombre para que no me detuviera. El solo recordar aquello, provocó que mi sonrisa se duplicara. Me fascinaba Manu. No había más que hacer al respecto.

Estiré un brazo con cuidado y muy despacio verifiqué la hora en mi celular; todavía faltaba tiempo para la medianoche, sin embargo, necesitaba moverme cuánto antes. Lentamente me deshice de su agarre solo para observarlo, aunque me fue imposible resistir el deseo de acariciar su rostro sereno a escasos centímetros del mío.

Me sentía diferente. De hecho, jamás existió persona que me provocara lo mismo que Manu, pues además de desearlo con desenfreno, me enternecía. Todo Manu era un contraste encantador.

Cuando por fin logré salir de la cama, cogí el teléfono y me escabullí al baño para hablar tranquila, cuidando de que Manu no se despertara. Marqué de inmediato, y mi segundo número frecuente contestó al segundo ring, ebrio y feliz.

—Hola —dije al escuchar a Tomas responder del otro lado, en medio de risas y música animada—. Tomy, solo llamaba porque es probable que Manu no llegue a casa hoy. Quería que estuvieran tranquilos.

Mi mejor amigo estuvo a segundos de destruir mi tímpano al celebrar a viva voz que su preciado hermano acababa de convertirse en hombre. ¿Un hombre? ¿Qué era antes, entonces? ¿un gato? Alejé el teléfono de mi oído, tal vez algo molesta por un comentario como ese, pues, sí Tomás, que adoraba a Manu, pensaba eso de él... ¿qué imagen tenía Manu sobre sí mismo?

—Lo presentimos, Nino. Tú tranquila, que estamos celebrándolo igual. Ten cuidado ¿eh? Mi pobre hermanito en tus manos —bromeó.

De inmediato me sonrojé ante sus palabras, porque Tomás sabía muy bien de qué hablaba.

—¡Escuchen todos, Manu se queda fuera hoy! —gritó él, al otro lado del teléfono.

Escuché los aplausos y los vítores de parte de mi desinhibido grupo de amigos, y colgué. No acostumbraba ser demasiado pudorosa con el sexo, pero eso había sido demasiado vergonzoso, incluso para mí. Por lo mismo, necesité algunos minutos en el baño para que el rubor se atenuara en mis mejillas, y cuando volví a parecer una mujer normal, regresé a la habitación, donde la delgada figura de Manu dormía en mi vieja e incómoda cama, que comenzaba a parecerme confortable y segura. Se veía tranquilo, al menos más de lo que yo misma estaba en ese instante.

Todavía incrédula, me detuve junto a la puerta, solo para deleitarme con la maravilla que yacía frente a mis ojos, pasando lentamente la mirada sobre su cuerpo pálido apenas cubierto por la sábana, y desconectándome por completo del tiempo, permití a mi mente regresar al segundo en que la distancia entre nuestros cuerpos se hizo cero.

Recordaba todo con absoluta claridad, desde la voz de Manu que sonaba tímida, como una disculpa, a su mano temblorosa atravesando mi nuca para acercarme a su boca y besarme, como un quinceañero luchando contra el miedo. Vi como su piel pálida comenzaba a adquirir un hermoso tono rojizo, sentí su respiración agitarse y su corazón enloquecer antes de detener nuestro beso y unir su frente a la mía. Todo en el parecía a punto del colapso, y casi era perceptible el gran esfuerzo que necesitó realizar para volver a hablar, con sus manos acariciándome el rostro, tal vez para asegurarse de que no soñaba.

—Lo siento Nino... no sé qué debería hacer ahora —dijo antes de volver a besarme.

Qué suerte para Manu que yo si supiera qué hacer, pues lo que siguió, fue sin duda la más sublime experiencia de mi vida.

Y sí, siempre fui algo descarada, pero me daba algo de miedo no saber hasta qué punto podría llegar con Manu, sin embargo, aunque él estaba aterrado, me permitió tocarlo, primero sobre la ropa y luego piel a piel, mientras ahogaba una expresión que mezclaba el espanto con el deseo. Todo lo hice controlándome al máximo, sin permitir que el calor del momento me dominara, y es que no podía permitirme olvidar que con él debía ir lento. Tan despacio que mi sangre hervía al ver la forma en que Manu comenzaba a tomar parte, a envolverse también en el deseo, a necesitar al igual que yo que todo explotara de una vez.

Suspiré demasiado fuerte al recordarlo, y desperté a Manu, que abrió sus ojos algo asustado y me observó, mientras se cubría por completo en la cama.

—¿Qué haces ahí? —preguntó, sacándome de mi burbuja.

Volví a sonreír antes de contestar. ¿Podía detenerse y dejar de ser tan encantador?

—Solo me sorprendo de mi fabulosa suerte al encontrarte —contesté.

Manu no respondió, escondiendo su mirada con vergüenza, en una actitud demasiado tierna para pertenecer a un hombre ya maduro. Caminé hasta la cama y me senté a su lado para acompañarlo.

—¿Puedo? —pregunté, antes de acariciar su cabello. El asintió con su cabeza y se acercó a mi regazo—. ¿Cómo estás?

Mantuvimos el silencio, pero ya no era incómodo.

—Manu, si quieres, aún puedes volver a casa —propuse. Pero él no respondió—. Manu, en serio, podemos ir juntos —insistí.




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