Tocando Fondo

Capítulo II: Isabela Relish

— ¡Qué emoción! El equipo de fútbol volvió a ganar en el partido de anoche, imagino que estás muy feliz por Patrick, ¿no es así, Nicole? —Miro a Nicole y gracias a mi felicidad por la victoria de los chicos en los partidos interestatales se me hace imposible no mover las cejas.

Nicole ríe y niega con la cabeza, gesto que me hace reír a mí también.

—Sí, estoy muy feliz, ¿irás a la fiesta que organizaron para hoy los del equipo? Yo no podré ir, debo asistir a una cena importante para mi papá, ya sabes, cosas de alcaldes y campañas para su reelección.

— ¡Ay, no me digas eso! —La verdad esa respuesta sí me hizo sentir mal, no le había preguntado si iría o no porque creí que su presencia en esa fiesta sería segura—, pensé que irías, sin ti no me divertiré tanto.

Nicole es mi mejor amiga desde... ¿toda la vida? Todos mis recuerdos son junto a ella, somos inseparables. Desde hace cuatro años que su padre ganó las elecciones a Alcalde, tomó mucha más popularidad en el colegio, le hablan muchas más personas, la invitan a muchas más reuniones, ya saben, interesados al fin, pero eso no ha cambiado nada en su personalidad ni en nuestra amistad y eso es lo que tanto aprecio de ella, sinceramente la amo.

¿Les ha pasado que tienen a alguien en su vida, alguien que no un es familiar, ningún vinculo de sangre los une, pero sienten que nacieron para estar juntos y apoyarse? Lástima que la mayoría terminan en decepciones.

Muchas personas terminan decepcionándote, pero con Nicole de verdad siento que el lazo que nos une es mucho más fuerte que el diamante, ya saben, mejor lo comparamos con el material más fuerte del planeta.

***

Domingo por la mañana, día de no hacer absolutamente nada, convencerte a ti misma que no tienes ninguna clase de tarea para el colegio y a duras penas tener energía para respirar porque toda está concentrada es en comer.

Estoy sentada en el sofá y alguien toca el timbre de la casa.

— ¡Yo abro! —Le grito a mi madre ya que yo estaba más cerca de la puerta « ¿desde cuándo mi cuerpo me pesa tanto?».

Al abrir está un hombre que no había visto nunca en mi vida, su aspecto era algo duro, tenia puesto unos jeans junto a una camiseta blanca y sobre esta una chaqueta color aceituna. El hombre no hacía más que detallarme de arriba a abajo y luego sonríe.

—Buenos días, ¿qué desea? —Me dispongo a hablar y sonrío de manera cortés aunque el aura que desprende ese hombre al mirarme de esa forma no me agrada para nada.

—Claro, ¿se encuentra tu madre, Isabela? —Me mira a los ojos mientras los suyos están llenos de picardía.

Okey, este señor acaba de decir mi nombre, claramente me conoce, y a mi madre igual, ¿por qué yo no lo conocía a él? O tal vez no lo reconocía, pero por cada esfuerzo que hiciera para recordar algo era en vano ya que nada venía a mi mente, pero lo más probable es que sea de esas amistades que tienen los padres que saben todo de ti y tú así « ¿de dónde saliste?».

Al parecer he tardado más de lo que me había fijado porque el hombre carraspea su garganta para así llamar mi atención.

—Ah, sí, sí se encuentra, iré a llamarla, disculpe.

Llamé a mi madre y ella mira de manera extraña al hombre y él pide hablar afuera de la casa a lo cual accedió. Miré a mi madre salir, de una manera extraña me preocupé por unos momentos, pero luego ya pasó y regresé al sofá «a donde mi cuerpo de morsa pertenece», para ponerme cómoda y retomar lo que hacía antes de que llegara el hombre misterio.

Mi madre y él estuvieron hablando al rededor de quince minutos, el sonido de la puerta hizo que me percatara en el momento en el que ella entró de nuevo a la casa, al voltear a verla su expresión me confunde un poco, tiene la mirada algo distante, sus manos tiemblan ligeramente y su respiración es algo irregular, son muy pocas las veces que he visto a mi madre en ese estado, aunque si me pongo a pensar podría decir que nunca tan agitada.

— ¿Quién era ese hombre? —Le pregunto pero al parecer no me escuchó, sigue viendo un punto fijo del suelo como si en este hubiera algo espantoso, así que me levanto del sofá y me acerco a ella, paso mi mano frente a su rostro y ella se asusta— ¿Mamá?

—Ah, sí, dime hija. —Reacciona y trata de sonreírme «Okay?»

— ¿Quién era ese hombre? —Repito la pregunta y ella vacila un poco antes de hablar.

—Es un viejo amigo, no te preocupes. —Me sonríe y acaricia mi cabello.

Ese cambio repentino de ánimo fue muy extraño, ¿mi madre está sufriendo de bipolaridad y no lo sabía?

Se fue a su habitación, ¿que si le creía lo del amigo? No sabría decirlo, lo que me tenía intrigada ahora era la conversación que tuvieron como para ponerla en ese estado y luego en otro de una manera tan extraña. Mi madre y yo tenemos muy buena comunicación, somos muy unidas así que en cualquier momento eso saldría en algún tema de conversación.



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En el texto hay: drogas, drama, relatoscortos

Editado: 27.04.2019

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