Toda Mi Mala Suerte

26

— ¿A qué hora vienen tus padres? —me pregunta Rodney al estacionarse frente a mi casa.

—Tarde —me encojo de hombros—. Aunque, en ocasiones, no tan tarde.

Él sale del auto y yo también, abre la puerta de atrás para tomar sus cosas y las mías. Caminamos hasta la entrada, busco entre mi mochila mis llaves y abro la puerta de la entrada.

A la distancia se escuchan algunos truenos, es posible que llueva más tarde. Será mejor que Rodney se vaya antes que la lluvia comience a caer. No sé cuánto tiempo planea estar aquí pero supongo que estudiar todo tomará unas dos horas, pero yo puedo seguir sin él.

Cierro la puerta y él espera a un lado, viéndome.

Bien, esto si es raro. Tener a un chico en mi casa, a solas.  No es como si fuera a suceder algo entre nosotros pero es la primera vez que ocurre. — ¿Quieres tomar algo? —pregunto, moviéndome hacia el frente.

— ¿Qué tienes? —pregunta.

Yo voy hasta la cocina con él siguiéndome por detrás. —Te ofrezco jugo de mango, agua y soda de naranja, pero no te gusta —afirmo.

Él responde: —Agua está bien.

Le doy una botella pequeña de plástico y se la entrego, respiro profundo, moviéndome hacia el refrigerador y tomando una lata de jugo de mango. La destapo y bebo un sorbo largo, doy unas miradas a Rodney, quien está mirándome también.

Aclaro mi garganta. —Um, entonces… es hora de estudiar.

—Como digas —levanta los hombros—. Tú mandas.

Normalmente estudio en mi habitación pero prefiero hacerlo aquí abajo. —Vamos a la mesa del comedor —pido.

Él me hace caso. Me siento en una de las sillas y él se coloca a mi lado. Mi corazón se acelera y en mi estómago comienzo a percibir pequeñas cosquillas.

Yo saco mi libro de historia y él también busca el suyo. —Um, entonces, mi forma de estudiar es ir página por página y sacar preguntas de los temas más importantes, luego me auto pregunto y cuando haya respondido todo, continuo con la siguiente.

Asiente. —Es una buena táctica —abre el libro—. Lo intentaré.

 

Me di cuenta que estudiar con Rodney tenía ventajas y desventajas.

Entre las ventajas estaba que nosotros nos hacíamos las preguntas y nos explicábamos algunos conceptos que no entendiéramos, pero en las desventajas se encontraba lo fácil que me distraía al verlo.

Sé que Rodney no me gusta pero eso no quiere decir que no vea su rostro y quiera seguir observándolo por más tiempo que un par de segundos. Que cada vez que se inclinaba para señalar algo sobre mi libro no pudiera sentir su fragancia y que no estuviera deseando que él se quedara por más tiempo.

Mi estómago hace un ruido, está pidiendo comida. Yo me toco el abdomen, esperando que Rodney no haya escuchado ese sonido.

Estira sus brazos por encima de su cabeza y mira hacia la pared. —Vaya, ya pasó una hora y media.

Confirmo la hora en el reloj y asiento. —Sí, lo siento, te quité tu tiempo.

—No me quitaste tiempo —da una palmada sobre su libro—. Ahora ya no tendré que estudiar hasta tarde un día antes del examen —sonríe—. Um, ¿No tienes hambre? ¿Qué comes normalmente?

—Pues, a veces pido comida o preparo algo rápido —explico.

— ¿Quieres pedir algo? Tengo muchas ganas de pollo frito, ¿pedimos? —pregunta.

Siento como mi corazón late más fuerte. —Pero tú… digo, ¿no deberías irte?

— ¿Quieres que me vaya? —me pregunta, recostando su brazo sobre la mesa.

—No —acomodo un mechón de mi cabello—. Pero, no sé, tal vez podrías ir y hacer algo más entretenido.

— ¿Te gusta el pollo frito? —Pregunta, yo asiento—. Genial, lo pediré en la aplicación, ¿Qué quieres? ¿Con salsa picante o simples?

Entorno mis ojos. —Rodney, no tienes que quedarte y no tienes que pedirme comida.

—Lo sé pero quiero hacerlo —vuelve a sonreír—. Entonces, ¿picante o no?

Muerdo el interior de mi labio inferior mientras observo a Rodney durante unos segundos. —Simple está bien.

Toma su teléfono y desliza su dedo sobre la pantalla. Regreso mi atención al libro solo para evitar que mis ojos examinen cada centímetro de su rostro.

— ¿Te gustaría visitar a mis abuelos de nuevo? —pregunta de pronto.

Giro mi rostro y él sigue con sus ojos en la pantalla, aprovechando que no me está viendo, sonrío más de lo normal. —Ah, sí… si quieres, claro.

Mueve únicamente sus ojos hacia mí. —Sí quiero.

No puedo sostener su mirada por lo que la muevo y veo su tatuaje que sobresale de la manga de su camiseta. Sigo sin saber su significado. — ¿Ya me dirás qué significa tu tatuaje?

Deja el teléfono a un lado. —Significa —coloca su dedo sobre su piel—, Cassandra Orlando.

Suelto una carcajada. — ¿Ahora con mi apellido?

—Claro, mira, esta línea es tu apellido —afirma.

Sigo sonriendo y aunque intento disminuir mi sonrisa, es difícil. —Ah, sí, lo noto ahora.

Rodney levanta un hombro. —Me haré otro, como los de antes, un corazón con tu nombre.

Vuelvo a reír cubriéndome la boca. —Sí, claro.

—No miento —dice, sonriendo igualmente.

Niego respirando profundamente. —Eh, ¿Cuándo te lo hiciste? Digo, ¿no te regañaron?

Se mira el brazo. —Me lo hice el año pasado y no, creo que mis padres no se han dado cuenta de que tengo esto —se toca la oreja—. O esto.

Junto mis cejas. — ¿Cómo? Pero, digo, yo puedo verlos.

Aclara su garganta. —Sí, veras… mis padres están divorciados y yo vivo con mi mamá pero ella está ocupada —inclina el rostro hacia abajo—. Mamá… sale, mucho, de fiestas y reuniones y está bien porque tiene derecho a divertirse pero, pues…

No pasa tiempo con él.

Asiento dos veces. — ¿De qué trabajan tus padres? Eh, si se puede saber…

Rodney asiente. —Bueno, mamá tiene ciertas residencias en algunos lugares y los alquila a personas que viajan por un mes o dos, papá trabaja en algo que no entiendo muy bien pero se trata sobre crear programas en computadoras para empresas que trabajan internacionalmente o algo parecido, básicamente trabaja con computadoras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.