Toda Mi Mala Suerte

37

 

— ¡Rodney! —su abuela lo abraza.

Yo me obligo a sonreír. —Hola.

Ella me sonríe de vuelta. —Cassandra, que bueno que sí pudiste venir, el día de hoy preparare una ensalada especial que te encantará.

—Gracias —digo.

Entramos a la casa y de nuevo, puedo escuchar risas al fondo del lugar. Rodney se rasca el brazo. — ¿Necesitas algo de la tienda?

—Oh, sí —su abuela se mueve hasta la esquina donde hay una mesa y toma un papel pequeño—. Solo es esto, pero puedes ir después, ¿no quieres descansar?

Rodney niega. —No, está bien… —me mira de reojo—. ¿Quieres quedarte?

—Sí, Cassandra —su abuela me toma del brazo—. Ven, tengo jugo de moras recién hecho, ¿Por qué no hablas conmigo un momento?

Asiento. —Está bien —giro mi rostro pero no lo veo—. Me quedo aquí.

—Bien —Rodney regresa a la puerta—. Ya vuelvo.

Su abuela asiente. —Ve, cariño, te esperamos.

Rodney sale de nuevo y yo siento como si finalmente pudiera respirar.

—Cassandra, ven —me pide su abuela sonriendo—. Te daré un vaso con jugo —la sigo y ella se mueve a la parte de atrás—. Ya vinieron los chicos, Rodney salió por las cosas.

Ella se mueve a través de la cocina y me sirve en un varo de vidrio un poco de jugo. Está frio y sabe bien, dulce naturalmente.

—Hola, hola —el abuelo de Rodney se aparece—. Cassandra, que bueno verte otra vez.

Me levanto de la silla. —Hola, señor.

También se aparece el señor Carl, me sonríe cordialmente. —Hola, Cassandra.

—Hola —respondo.

— ¿Has visto algún extraterrestre en estos días? —me pregunta su abuelo mientras se sirve un poco de jugo.

Yo suelto una risita. —No, lamentablemente no.

El señor Carl se sienta en el lado contrario de la mesa. — ¿Rodney se fue, verdad?

Asiento mientras que sus abuelos se sientan también, a un lado de mi se coloca su abuela. —Rodney no deja de hablarnos de ti.

Mi corazón pega un salto. — ¿Que?

—Ah, sí —su abuelo sonríe—. Ese chico, no quiero echarlo de cara pero, creo que tiene algo por ti.

Tomo un poco más de jugo, el señor Carl habla: —Lo conozco desde que era un bebé —afirma—. Nunca trajo a ninguna chica aquí.

—Eres especial para él —afirma su abuela, con dulzura.

—Ah, somos amigos —creo.

Su abuelo se rasca la barbilla. —Rodney tiene otros amigos —dice—, pero nunca había hablado tanto de una chica como lo hace contigo.

—Él nos llama todas las noches —expresa su abuela—. Nos enseñó a usar el teléfono y lo vemos unos minutos cada día.

Asiento, no sé qué decir.

—Nos cuenta de ti, no creo que se dé cuenta de la manera que sonríe cuando te menciona —admite.

Si supieran que hace unos minutos ninguno de los dos estaba sonriendo.

— ¿Qué piensas tú? —Pregunta su abuelo—. ¿Tienes novio?

Niego. —No, pero… Rodney y yo somos solo amigos, de verdad.

—Él y yo somos amigos —el señor Carl señala al abuelo de Rodney—. Ellos dos son almas gemelas.

Ambos se ríen tímidamente.

—No le diremos nada —el abuelo de Rodney se inclina sobre la mesa—. Dinos, ¿Qué piensas de él? Y no sientas pena, no porque sea nuestro nieto significa que no queremos la verdad.

Sonrío. —Rodney es… —hago una pausa—, creo que intenta hacer las cosas bien.

Ahora mismo me es difícil hablar bien sobre Rodney porque estoy molesta aunque, sé que no es una mala persona. Si lo fuera, él jugaría conmigo en lugar de decirme la verdad.

— ¿Solo eso? —pregunta el señor Carl.

Respiro profundo. —Bueno, con él es quien he podido hablar sobre esos temas que me interesan —recuerdo la tarde cuando vimos un video juntos y estábamos cerca—, también me ha ayudado, ha hecho lo mejor para ayudarme cuando lo necesito y me ha defendido.

Los tres me miran confundidos. — ¿Defendido? —Pregunta la abuela de Rodney—. ¿De qué te ha defendido?

Bajo la mirada, ni siquiera me detuve a pensar qué estaba diciendo cuando salió de mi boca. —Um, bueno, es solo que en la escuela hay algunas personas que, pues, no creo que yo les agrade.

El señor Carl inclina su rostro. — ¿Te han dicho algo?

No sé si los abuelos conocen mucho a los amigos de Rodney y no quiero que descubran quienes son. —Um, pues sí, un par de comentarios groseros.

El abuelo de Rodney toma una servilleta y la dobla entre sus manos. — ¿Y Rodney te ha defendido de ellos?

Respiro profundo. —Bueno, sí —paso un dedo sobre el vidrio del vaso—. Hubo una fiesta y algo sucedió ahí, él me ayudó.

Su abuela me mira preocupada. — ¿Qué pasó? ¿Te hicieron daño?

Me doy cuenta que esta es la primera vez que hablo sobre esto con alguien más que no sea Rodney, tengo tres adultos que me están escuchando y aunque no creo que nada cambie, se siente confortante.

—Pues, una chica me prestó su ropa pero era transparente y me tomaron fotografías que después las usaron para burlarse —me arde la garganta así que tomo un trago del jugo, me ayuda a refrescarme—. En esa fiesta salí al jardín para estar sola y comenzó a llover, Rodney llegó conmigo y aunque no nos conocíamos mucho, me ayudó.

Sus abuelos sonríen levemente. —Cómo debía ser —afirma su abuelo—. Rodney tiene un buen corazón, aunque no lo demuestre.

Su abuela me toma del brazo. — ¿Qué pasó después? ¿Aun te molestan?

Muerdo mi labio inferior. —Pues, sí, aun lo hacen.

— ¿Rodney lo sabe? —pregunta el señor Carl.

No debería ayudarlo ni protegerlo pero no quiero que estas personas que lo quieran tengan una mala imagen de él. —No —aclaro mi garganta—, bueno, sabe lo que ha visto pero no todo. No me gusta mucho hablar de mis problemas.

Aunque ahora lo hago.

—Rodney es un chico fuerte, te protegerá —afirma su abuelo.

— ¿Has hablado con alguien? —me pregunta su abuela.

Solo para que esta conversación no vaya más profundo, respondo: —Sí, ya hablé con alguien y me prometió que me ayudarían, todo estará bien.




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