Toda Mi Mala Suerte

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“Cassandra Orlando es una idiota”

Está escrito en el baño, con marcador permanente negro. Hay otros mensajes ahí, muchos insultos para mí.

Intenté quitarlo con jabón pero no se pudo. Todos pueden verlo, todos pueden seguir escribiendo insultos hacia mí. Pueden decir que me acuesto con muchos a la vez, que soy gorda o fea o lo que quieran.

Ayer me olvidé de todo cuando volví a la casa de Janne pero hoy es otro día y todo regresa.

No sé cuándo escribieron esto, no sé por cuanto tiempo han dejado ese mensaje. Llegué temprano así que quien sea que lo haya escrito tuvo que hacerlo mucho antes o ayer.

Si fue ayer, más personas lo han visto.

Me frustro, lavo mis manos y voy hasta el salón de clases. Esto es un caso perdido, tengo que aceptarlo. No hay solución, no podré detenerlo hasta que las clases se acaben.

Michael quiere ayudarme pero ya me amenazaron ayer y estoy segura que puede ocurrir eso. Sé que peores cosas me harán si voy y cuento todo lo que ha estado pasando.

Y así como el profesor de ayer estaba ignorándome, porque quizás no creía que fuera tan grave o tiene miedo de los padres de ellas, estoy segura que no van a tomarme enserio.

Rodney entra y se sienta a mi lado.

¿En los baños de chicos han escrito algo sobre mí? ¿Fueron sus amigas y se lo mostraron? ¿Él lo sabe y prefiere no decirme nada?

Rodney se levanta de nuevo y sale, dejándome sola por unos minutos hasta que llegan las personas que menos quiero ver en este mundo.

Kelly, Carmen y Elize.

—Hola Cassie —Kelly saluda sacudiendo su mano—. ¿Cómo estás? ¿Ya viste el mensaje que te dejaron en el baño?

Trago saliva. — ¿Por qué hiciste eso?

Ella junta sus cejas. —Yo no fui —se sienta en el escritorio de Rodney—. Yo solo lo vi, pero esa no es mi letra.

—Yo tampoco fui, por si acaso quieres acusarme —Carmen dice.

Elize niega. —Ni yo, no es mi letra.

Suspiro. —No me importa.

—No me importa, no me importa —Carmen repite con un tono agudo—. Sabemos que sí te importa.

Kelly dobla su pierna y con la punta de su zapato toca mi muslo. —Ey, ¿Por qué usas ropa tan fea?

Me muevo a un lado. —No hagas eso.

Ellas ríen, Kelly levanta la pierna de nuevo e intenta tocarme. — ¿Por qué no? ¿Vas a quejarte?

—Eso es patético —afirma Carmen.

Entran algunas personas pero eso no las detiene.

—Tengo ropa que voy a tirar, ¿la quieres? —me pregunta Kelly.

— ¿Pueden dejarme? —pregunto, molesta—. No les estoy haciendo nada.

Carmen bufa. —Entiende que no es porque nos haces algo, simplemente nos desagradas.

—Sí, Cassie, no es personal —Elize habla entre risas—. Solo nos gusta molestarte.

— ¡Ey, ahí vienen! —Nova se asoma desde la puerta.

Las tres se mueven rápido a los asientos del frente y un instante después, Janne y Elizabeth entran.

Ellas están sonriéndome pero dejan de hacerlo cuando me notan el rostro. Intento no lucir triste pero es difícil.

— ¿Qué pasó? —Janne me mira—. ¿Qué hicieron?

Niego, resignada. —No pasó nada.

Elizabeth suspira, frustrada. —Cass, por favor —susurra—. Está bien que nos diga.

— ¿Han ido al baño del fondo? —pregunto.

Ambas juntan sus cejas. —Um, no, ¿Por qué? —pregunta Janne.

Bajo la mirada. —Por nada.

 

 

Lo mismo ocurre cuando regreso de comer con Janne, Elizabeth y todos lo demás.

Mi escritorio está otra vez en el suelo, está vez, noto algo extraño. Mi mochila está mojada, empapada de lo que espero, sea agua.

Abro mi boca y rápidamente saco mis cosas, no me falta nada pero mis libros se arruinaron. Están doblados por el agua y fijándome, descubro que el agua fue vertida desde adentro.

Me llevo una mano a la frente y la otra a mi cuello. Me siento sofocada, el cuerpo tenso y mi nariz no está tomando el aire suficiente. Tengo ganas de vomitar, la cabeza está doliéndome mucho.

Me inclino para recoger el escritorio mientras mis manos tiemblan, siento el sudor frio en mi rostro.

Quiero llorar pero estoy obligándome con todas mis fuerzas a no hacerlo. Ya no quiero darles más razones para que se burlen de mí. Ya es suficiente, ¿Qué debo hacer?

Me paso la mano por el rostro y cierro los ojos, me concentro en mi respiración recordando que en pocos minutos llegaran todos los demás y no puedo dejar que me vean de esta manera.

Detente, Cassandra, detente.

No llores.

No pienses en nada, solo toma el escritorio y colócalo en su lugar.

Cassandra, no llores.

No llores.

No llores, no llores, no llores.

—Cassandra —abro los ojos, están nublados por las lágrimas—. ¿Qué pasa?

Es Rodney.

Abro la boca para tomar aire. —Nada, nada —miro hacia abajo, todo el desastre—. Nada, no pasa nada.

Rodney niega sin soltarme de los hombros. —Lo siento —susurra—. Lo siento, Cassandra.

Junto mis cejas. — ¿Por qué me dices que lo sientes? —Trago con dificultad—. ¿Hiciste esto?

—No —responde—. No hice esto y nadie debió hacerlo.

Doy un paso hacia atrás. —Pero lo hicieron —suelto—. Lo hicieron y lo harán de nuevo.

—Lo siento —se pasa la mano por la frente—. Lo siento.

Recojo mi mochila y la veo sin saber qué hacer con esto, con todo. —Deja de decir que lo sientes.

Ahora entran Carmen y Elize, claramente saben que iba a encontrar pues sus ojos están en mi dirección y sonríen satisfechas.

Tomo mi mochila y voy con ellas. — ¿Por qué hicieron esto?

— ¿Qué? —Carmen contesta, con esa cara de burla—. ¿Qué hicimos?

— ¿Nos viste? —pregunta Elize, aun sonriendo.

—Fueron ustedes —digo, con dolor en el pecho—. Ustedes hicieron esto.

—Claro que no —Carmen responde—. ¿Por qué exageras? Seguro alguien dejó caer agua accidentalmente sobre tus cosas.




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