Llegar a la escuela y no ver a Carmen, Kelly o Elize fue extraño.
Es como si algo en el aire hubiera cambiado, las personas también actúan de esa manera. Algo es diferente aquí.
No tener a Rodney a mi lado también se siente raro, aunque Michael me aseguró que a él solo lo habían suspendido dos días, no verlo me hace extrañarlo más de lo que pensé.
Algunos profesores no tocaron el tema, otros sí. Aseguraron que estaban en contra del maltrato y pidieron que todos nos comportáramos con cordialidad, que habláramos con ellos si necesitábamos ayuda y que de ahora en adelante, prestarán más atención a lo que ocurre aquí.
Escuché un par de ocasiones como algunos de mis compañeros se quejaban de ellos. Según lo que decían, solían burlarse de las personas más seguido de lo que aparentaban y que se sentían mejores de lo que son.
Yo no tengo ganas de hablar sobre ellos. Para mi es mejor si esto queda como libro cerrado, no quiero involucrarme en chismes o peleas tontas. Ya no me interesa nada de eso.
Janne y Elizabeth hicieron planes para la tarde, me preguntaron si podíamos ir a mi casa y estudiar para el examen del viernes juntas. Ellas afirmaron que en mi casa es más cómodo, aunque quizás solo lo dijeron porque son amables.
Cada vez que veía a Michael pasar con la espalda recta, el cabello peinado perfectamente y la ropa planchada, me preguntaba si dentro de él había pensamientos que no lo hacían sentir bien.
Realmente, no sabemos todo de las personas con solo verlas.
—Te tenemos una sorpresa —Janne afirma, apagando el motor del auto.
Elizabeth asiente, con una sonrisa. —Sí, ven, sal de aquí.
Salgo del auto de Janne y ambas se mueven a la parte de atrás, abre la cajuela y veo una caja rosa grande. — ¿Qué es?
Janne la toma y sonríe. —Vamos adentro, te la doy ahí.
Caminamos a mi casa, después que yo abro la puerta y ellas entran, dejan la caja sobre la mesa del centro en mi sala.
—Ábrela —pide Elizabeth.
Me inclino para despegar la cinta adhesiva, lo consigo y levanto la tapa para encontrarme con papel rosa cubriendo algo. Lo retiro con cuidado y veo tela rosada, tela como…
— ¿Qué? —es el vestido.
Janne y Elizabeth sonríen ampliamente.
Lo tomo y lo observo, es ese vestido que tanto me había gustado. —Pero, ¿Cómo? ¿Por qué?
—Un regalo —Elizabeth afirma—. Así que no puedes rechazarlo.
—Y ahora qué vas con mi hermano, tienes que lucir bien —Janne sostiene la tela también.
Es tan suave y hermoso, creo que será la pieza más costosa entre mi ropa. —Pero, yo…
—No —Elizabeth levanta la mano—, no puedes negarte, es un regalo y vas a ir con Matt, tienes que aceptarlo.
Muerdo mi labio inferior, esto es demasiado para mí. —Pero, hablo enserio, yo…
Janne se acerca a mí y me abraza rodeándome los hombros. —Solo di gracias.
Dejo el vestido en la caja y le devuelvo el abrazo. —Gracias —miro a Elizabeth—. Gracias.
Ambas me abrazan y no puedo evitar que algunas lágrimas se me salgan. Esto parece demasiado bueno para ser verdad, ambas están aquí, actuando como nunca antes lo ha hecho conmigo.
Se despegan. —Ay, no, ¿Por qué lloras? —Janne me mira preocupada.
—Yo, estoy feliz —admito, limpiándome con el dorso de la mano.
Elizabeth recuesta su cabeza sobre mi hombro. —Eres una buena persona, Cass.
Mi corazón late con emoción. A pesar de todo lo que ha ocurrido, he encontrado personas que me hacen sentir diferente y mucho mejor de lo que alguna vez deseé.
O mejor dicho, ellos me encontraron.
—Te verás genial —Elizabeth toma mi brazo—. Nos veremos geniales, y ahora que no estarán los tontos, la noche será perfecta.
—Y los bailes que faltan —Janne se deja caer en el sofá—. Vamos a ir de compras más seguido, ¿sí?
Me siento también, yo en medio de Elizabeth y Janne. —Um, sí pero, yo creo que… digo, este regalo es genial pero, no quiero que me compren nada más, por favor.
Elizabeth bufa. —No prometo nada, amo comprarle cosas a mis amigos, me hace feliz —suspira—. ¿Me quitaras mi felicidad, Cass?
Sonrío justo cuando escucho que llaman a la puerta. Las tres nos volteamos a ver, nadie realmente viene a mi casa y no creo que sea Michael, está ocupado en asuntos de la escuela.
Me levanto y voy a la puerta.
Rodney está de pie, luce como si acabara de hacer ejercicio porque su cabello está mojado y su rostro rojo. — ¿Rodney?
Sin pensarlo, Janne y Elizabeth se levantan y se colocan a mi lado. — ¿Qué haces aquí?
— ¿Trajiste a tus amigos? —pregunta Janne.
Rodney junta las cejas. — ¿Qué hacen ustedes aquí?
—Responde primero —exige Elizabeth.
Rodney exhala lentamente. —No hay nadie más, solo yo —se sube las mangas de la sudadera—. En realidad, vengo porque quiero hablar con Cassandra.
—No puedes —Elizabeth dice—. Ahora mismo, estamos ocupadas.
Rodney rueda los ojos. —Solo necesito diez minutos.
—No —Janne coloca su mano en mi hombro—. Mejor vete, no queremos que hables con ella a menos que ella quiera hacerlo.
— ¿Quieres? —pregunta Rodney.
Trago saliva. —Um, bueno… —miro a Elizabeth y luego a Janne—, solo unos minutos.
—Está bien —contesta Elizabeth—, pero no le quites mucho tiempo —mira a Rodney—, estamos planeando todo para el baile.
—Ah, sí —Janne retrocede—, tenemos que hablar sobre tu cita, Cass.
Rodney levanta una ceja. — ¿Tienes una cita?
—Sí, tiene una cita —Elizabeth responde, irritada—. Así que rápido.
Ambas se mueven y yo salgo, cerrando la puerta detrás de mí. — ¿Qué pasa? —pregunto.
Rodney baja sus ojos al suelo. —Nada, solo… quería asegurarme que estuvieras bien.
—Lo estoy —me recuesto en la pared—, oye, gracias por tu ayuda. No había podido agradecerte, ya sé lo que hiciste por mí.