Toda una vida ( Trilogía Destino #3) (2014)

CAPÍTULO 1

—Os declaro marido y mujer—dijo el sacerdote.

Todos estaban muy contentos por fin, tras años de haberlo pasado realmente mal, Andrea había encontrado al hombre de su vida y no lo dejó escapar, acababan de casarse.

—Quita esa cara hombre, por fin tienes un padre ¿es que no estás contento?—preguntó la niña a su amigo.

—Sabes que no me gusta. Nunca me gustó pero nadie me hace caso, tú eres demasiado pequeña para darte cuenta.

—¿Pequeña yo?—la cría le propinó un codazo a su amigo—Sólo eres un año mayor que yo, tengo siete años, ya soy mayor.

—Y yo ocho y se más de la vida que tú—le sacó la lengua pero no le dio tiempo a nada más, la niña lo tiró al suelo clavándole su fría mirada.

—¿Ves? Sabes que yo siempre gano Dan, siempre—se dio media vuelta y se fue, pero su madre que lo vio todo la interceptó.

—¿Por qué lo has empujado Nerea?—Lucía miraba a su hija muy enfadada.

—Se lo merecía mamá, de verdad que sí—la cría estaba al borde del llanto.

—No importa lo que haya pasado, ve y pídele perdón—al ver que no se movía la empujó con la mirada, finalmente se puso en marcha.

—Dan—él no quería ni verla, siempre estaba igual, cuando algo no le gustaba se limitaba a pelear. Pero él jamás le pegaría a una niña, eso no estaba bien.—Mírame, que vengo a pedirte perdón. Se que estás enfadado con todo lo de el marido de tu madre, lo siento, no debería haberte empujado—se quedó esperando respuesta y viendo que su amigo no le decía nada se fue hacía su padre, llorando a lágrima viva.

—Espera Nené—dijo el niño—Vale te perdono.

—¿De verdad?—Dan asintió—Gracias, por eso eres mi mejor amigo y te quiero mucho, aunque te pegue—ella se fue acercando hasta él, eso sólo podía significar una cosa.

—¡No Nené, besos no, que no me gustan!—fue inútil el esfuerzo, ella lo hizo igualmente.

—Podemos ir a jugar ya. Jugaremos al escondite—decidió Nené.

—¡Pero yo quiero jugar al fútbol!—se quejó Dan

—Y yo al escondite, voy a ir a buscar a Angy y Julia, tú sabrás lo que haces.

—Vale—dijo el niño resignado—Jugaremos al escondite.

Angy y Julia, eran las hijas de Clara y Dani, tenían seis y cuatro años respectivamente y un nuevo hermanito que venía en camino, Manu.        

Ariadna y Aitor se habían convertido ya en un par de adolescentes. Ari acababa de cumplir los dieciocho y estaba en la universidad. Para no perder el linaje de la familia decidió estudiar medicina. Era idéntica a su madre cuando era joven, tenía cara angelical y era bastante menuda, parecía que si se caía se iba a romper. Aitor era un mar de hormonas de catorce años, bastante rebelde y contestón pero tenía un corazón de oro. Se estaba convirtiendo en un chico muy guapo con su pelo rudo y desordenado y sus ojos negros tan penetrantes. Ambos estaban de acuerdo con la pareja de su madre, sobre todo Ari. En cambio a su hermano costó que quisiera conocer a Miguel, pero cuando lo hizo se dio cuenta de que amaba a su madre. Con el benjamín de la familia fue difícil, nunca lo aceptó y ahora que quería ser como un padre para él, lo odiaba.

Todos pensaron que era por celos, siempre había sido mimado por su madre y era normal que el niño se mostrara reacio, pensaron que ya se le pasaría. Lucía y Álex sólo tenían a su pequeña Nené, intentaron en varias ocasiones darle un hermanito pero no hubo suerte. Habían pasado casi ocho años y su amor seguía como el primer día, intacto.

Dan y Nerea eran amigos desde que tenían memoria, a ratos se peleaban y a ratos estaban juntos, la pequeña Nené era muy pasional tanto para pelear como para ser cariñosa. Era una niña hermosa, tenía los mismos ojos de Lucía y el carácter de su prima Clara. Su pelo era negro como el su tía fallecida, era una mezcla de todas las mujeres de su familia, y a todos los traía por la calle de la amargura. Era un trasto. Dan sin embargo ya no era la viva imagen de su tío, se parecían mucho pero ya no era igual que cuando era pequeño. Su pelo era rubio claro, como el sol y sus ojos del color del cielo, era un buenazo siempre se dejaba manipular por Nené y a menudo pagaba por culpas que no eran suyas. Como él mismo decía «Esta niña está loca» Pero cuando no estaban juntos, la echaba de menos, ya que sus hermanos no le hacían mucho caso y su madre casi que tampoco, sólo tenía ojos para su ya esposo y su hija.

—Dan ven aquí—Andrea llamó a su hijo para que se hicieran una foto todos juntos, incluyendo a la insoportable de Bárbara, la hija de Miguel.

—No quiero hacerme fotos, me quiero ir a casa ¡Ahora!

—Pensaba que ya no eras un bebé Dan, hemos hablado de esto, tienes que aceptarlo.

—No soy un bebé, no me gusta esto y no me gusta él—dijo señalando a Miguel—Me voy a casa de Nené.

Andrea no pudo hacer nada, le dolía mucho que su hijo pensara que no lo quería, que lo había sustituido. Había hablado con él muchas veces pero el niño no entraba en razón, incluso insinuó que se iría a vivir con su padre, al cual ni conocía, las cosas se pondrían feas.

Siete años después…

—¡Déjame en paz! Tú no eres nadie para decirme lo que debo hacer, no eres mi padre—Dan estaba furioso con Miguel.




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