Todas mis razones para estar junto a ti

Capítulo 12

Amber


Quedan cada vez menos días y estos solo hacen de pasarse mas y mas rapido. Este fin de semana es mi cumpleaños y vamos a celebrarlo en la casa rural de mi familia. Está a las afueras pero se puede ir andando.

Cumplo dieciocho años y si me hubiesen preguntado hace unos meses como me imaginaba mi cumpleaños seguro que hubiese dicho haciendo una fiesta. Pero hace un par de días le pregunté a Mery y me dijo que no tiene el cuerpo para estas cosas.

Así que decidí improvisar y me salió esto. Aquí me encuentro comprando todo lo necesario para que no nos falte de nada.

No voy a mentir, tengo muchas ganas de pasar este fin de semana con él a solas. Ya que no se hasta cuando voy a tener otra. Eso me da bastante vértigo.

—Tengo horno —le confieso mientras observa varios tipos de pizza.

—Entonces cogamos cuatro —Son y su maestria de no mirar cuántas personas somos.

Pero al final accedo porque eso es lo que más rápido se hace y por lo que menos tiempo ha escogido varias películas de Netflix. Menos mal que al final le dieron el final de semana libre después de estar llorando un buen rato.

Terminamos de comprar todas las cosas que nos puedan hacer falta y yo me voy rápidamente a mi casa para preparar una pequeña maleta para pasar tres días. Cuando la termino parece que me voy tres meses.

No se como voy hacer para llevar todo esto hasta la casa rural. Todo lo que llevo es imprescindible y cualquier mujer me podría entender.

Al final y después de estar contemplando un rato decido dejar la plancha y el secador de pelo. Creo que mi madre tiene por allí alguno, se lo dejó la última vez que fuimos.

Ahora se me ha quedado la maleta a la mitad y la pongo en una más pequeña.

—Esto es otra cosa —digo en voz alta y mirando a mi alrededor deseando que nadie me haya escuchado hablar solo.

Vamos a salir en breve, queremos ir antes de que caiga el sol. Queremos tener algo de luz para colocar las cuatro cosas que nos hemos llevado entre los dos.


El camino no se nos hace muy pesado. Vamos hablando de lo que vamos hacer y sobre todo como están las cosas en nuestras nuevas ciudades.

Son me dice que ya tiene todo listo, que solo le falta encontrar un trabajo porque necesita dinero. Ha llamado a mil sitios de Phoenix pero de momento nada.

Sino encuentra nada no va a poder estudiar allí. Tal vez sea la oportunidad para que se venga conmigo a San Francisco.

Llegamos y en apenas diez minutos colocamos todo. Creo que es una ventaja que traigamos pocas cosas y que los armarios estén completamente vacíos. Que las cosas se colocan en poco tiempo.

Miro el reloj que hay colgado en la pared. Marca las seis. Ese reloj lleva más tiempo ahí que yo. Lo pusieron cuando se casaron mis padres, allá por el siglo dieciocho por lo menos. Pero aun funciona y me hace replantearme si cenar o no. Me rugen las tripas a más no poder.

Finalmente y después de persuadir a Son durante doce segundos convenzo para preparar la cena.

Hemos comprado alitas y Son va hacer sus famosas alitas.

Mientras se hacen se encarga de encender la chimenea que tenemos en el salón. Aunque estemos en verano en esta casa a las afueras hace bastante frío. He cogido un poco de leña del invierno pasado y la he puesto a encenderla.

Sorprendentemente lo consigue rápido provocando que me quede perpleja.

—¿Cómo sabes hacer eso? Si no tienes chimenea.

—Hasta el año pasado iba a los campamentos de verano y allí nos enseñaban a hacer fogatas.

Desconocía completamente que Son fuese a este tipo de eventos. No me lo imagino.

Enseguida las llamas comienzan a subir y mientras esperamos a que se hagan las alitas ambos nos sentamos en un sofá que está colocado estratégicamente enfrente de la chimenea con la distancia justa para que no salga en llamas. Lo utilizamos para entrar en calor en invierno o simplemente para observar las llamas que van subiendo y bajando aleatoriamente.

Cierro un segundos los ojos y me despierta un fuerte estruendo.

—Mierda… mierda… mierda —son sale corriendo a la cocina—. Las alitas que se me queman.

Voy tras él, no me he enterado cuando me he quedado dormida. Abre el horno con el trapo favorito de mi madre. Se lo regalaron en la boda también. De hecho creo que media casa es de esa boda. Creo que no es el mejor regalo pero me parece que se lo regalaron con la vajilla.

Lo bueno y bonito es que viene bordado su nombre sobre ese trapo y las toallas que hay en el baño.

Saca la bandeja y la deja sobre la encimera.

—No se ha quemado mucho —digo saltando una leve sonrisa.

Quiero evitar reírme porque sé que se puede sentir mal pero la situación es muy graciosa.

—¿Pedimos una pizza? —se echa a reír por no llorar. Al menos se lo ha tomado con humor. Empezamos a escoger cuales se han salvado y lo acompañamos de unas patatas fritas. Al final y al cabo se le ha quedado la cena bien pese al accidente. Después de eso nos sentamos en el sofá y nos ponemos a ver una de las películas que ha escogido Son para ver. Después del día tan largo estoy agotada. Mañana es mi cumpleaños y voy a celebrarlo. Le quiero preparar una comida romántica. Casi siempre es él, el que cocina. Pienso y repaso mentamente todo lo que voy hacer hasta que me quedo profundamente dormida.


Una leve caricia me pasa por el rostro. Abro ligeramente el ojo y los rayos de sol me inciden directamente. Solo lo evito con la cara de Son y sus ojos castaños. Mantiene una sonrisa en el rostro. Esta tan guapo por la mañana.

—¡Hola cariño! —dice volviendo a pasar la mano.

—Hola —le digo con un hilo de voz y le devuelvo la sonrisa.

—Dame un segundo, no te muevas.

Me repongo y me siento para ponerme más cómoda.

Miro a un espejo que hay en el armario. Tengo los pelos completamente despeinados. Me peino un poco con la mano para salir del paso.




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