Amber
Hoy llego a San Francisco, llevo practicamente un dia metido en el coche. Voy en un coche compartido. He ido desde Valley City a Utah y allí cogí otro coche hasta San Francisco. La primera persona con la que me fui era un chico, pero era demasiado callado. Tenía que arrancarle las palabras.
Al menos me conto que iba a Utah para reencontrarse con su novia. Al menos él es feliz en ese sentido. Yo no he podido arreglarlo con Son. No me da la gana de ir tras él, no me voy a rebajar a ese nivel. Aunque he tenido un par de amagos.
Al final acabo en nada. El tampoco me ha llamado y seguro que no lo ha intentado. Siguiendo con el viaje la segunda persona me cayo mejor. Era una chica un par de años mayor que yo. Va a San Francisco por un puesto de trabajo.
Pero le ha dado tiempo en estas ocho horas que llevamos a contarme toda su vida. Y hablando del trabajo creo que tendré que buscar algo yo lo antes posible porque esto es un gasto demasiado grande para ellos.
Ya veo el cartel de San Francisco y en el navegador pone que quedan dos horas. Estoy deseando llegar porque no he dormido en estas veinticuatro horas que llevo metida aquí. Tengo unas ojeras más grandes que la estatua de la libertad.
Estoy deseando conocer a Eli, es la chica con la que voy a compartir piso. Me ha estado preguntado por Whatsapp cada dos horas. Se ha preocupado bastante. Aprovecho para cerrar un poco los ojos. Me pesan demasiado los párpados. Cuando quiero darme cuenta quedan cinco minutos para llegar.
Los aprovecho para despedirme de esta chica, ha sido tan amable de llevarme hasta la puerta del apartamento. Bajo las dos maletas que he podido traerme por el espacio que disponía. Una de ellas es la que me lleve para venir aquí de viaje. Es increíble cómo pasa el tiempo.
Hace tres meses estaba con él por aquí disfrutando de un viaje de ensueño y ahora estamos cada uno por su lado. Es una auténtica locura como nos cambia el tiempo a las personas. Tomo una soplanada de aire fresco y cogo las maletas y empiezo a empujar los apenas cinco metros que me separan hasta la puerta. Menos mal que dispone de ascensor porque sino todos los escalones que me separan del tercero se me podrían hacer infernales.
El edificio es un poco antiguo pero parece que lo han reformado porque el ascensor es nuevo. Una ligera melodía retumba en las paredes. Hay una pequeña pantalla en la que se van mostrando noticias.
Llego al tercer piso y arrastro las maletas como puedo por el pasillo hasta la puerta.
—Es aquí —me digo a mi misma convenciéndome de este va a ser el lugar donde voy a vivir en los próximos meses por no decir años.
Llamo a la puerta y cojo un poco de aire. Me abre una chica de piel morena bastante alta y con el cabello muy oscuro. Compruebo una quinta vez que este es lugar al que iba.
—¿Eli?
—Pues claro mi “amol”, espera que te echo una mano.
Habla demasiado rápido y me cuesta entenderla.
—¿De dónde eres?
—Yo soy cubana.
Tenía que haberlo supuesto.
—“Vamo” que te voy a enseñar tu cuarto.
Voy pasando por toda la casa, parece que esta chica al menos está limpia porque todo está recogido. Es un punto muy a favor.
Entro en la habitación y todo está perfectamente colocado. No hay nada fuera de su lugar.
—Bueno Ambia, ¿que quieres para comel?
—¿Ambia?
—Significa amiga mi niña.
—Ah bien —trato de no reírme porque igual lo siento mal—. ¿Que opciones hay para comer?
—Pue a dos calle tenemo un restaurante que cocinan una carne de lujo.
—¿Que tipo de carne? —la verdad es que es lo de menos porque con el hambre que traigo me puedo comer cualquier cosa.
—Carne de zarigüeya pero no lo parece.
—Creo que me comere algo aquí en casa.
—Es broma además que aquí como no relames los enchufes no creo que puedas comer nada estaba esperandote para ir a comprar.
—¿Entonces? —no acabo de pillar aun su sentido de humor.
—Entonce no vamo a comel mi amol.
Me coge de la mano y sin dejarme instalarme me arrastro hasta el ascensor.
—¿Estás casada o eres feliz?
—¿Como? —admito que la pregunta es graciosa y en el fondo tiene razón. Estas últimas semanas con lo de Son ha sido un infierno.
—Medionovio, no estamos en nuestro mejor momento. ¿y tú?
—Yo soy feliz, alguna noche me traigo un hambre que me haga disfrutar durante dos minutos y medio y luego a su casa.
Los hombres solo te hacen felices dos minutos y a veces ni eso.
Creo que a lo que se refiere pero no lo he sentido por que todavia no lo he hecho, pero no conozco a esta chica aun para contarle esa.
—Cierto —le sigo la corriente.
Deseo que cambie de tema pero antes de eso el ascensor llega a la planta baja. Nos dirigimos al restaurante, hace un día muy agradable.
El camarero que nos atiende también lo es. No como aquel camarero cuando vivimos. Menos mal que San Francisco es demasiado grande para encontrarnos.
El camarero que nos atiende también lo es. No como aquel camarero cuando vinimos. Menos mal que San Francisco es demasiado grande para encontrarnos.
Comienzo a probar la hamburguesa de dos pisos. Solo espero que la carne no sea de zarigüeya. Después continuo hablando con Eli y me encuentra un poco más de su vida. Me confieso que trabaja en un pub de la zona sirviendo copas y también me cuentan su increíble aventura para llevar aquí.
Después de comer nos marchamos a comprar. Arrasa con todo el supermercado.
—No vamos a poder llevar todo esto —llego yo sola a la conclusión después de ver los dos carros de la compra llenos hasta arriba.
—Tranquila no se me alborote que la compra nos la llevan a casa.
—¿Pero no hay que pagar para eso?
—Si, salvo que te tires al repartidor o lo invites a copas gratis.
—Que guarra que eres —digo entre carcajadas.