Amber
Llevo una semana completamente agotada. Tanto física como psicológicamente. Apenas he podido descansar. Todo este asunto del desconocido y su habitación secreta no me ha dejado pegar ojo.
Hoy me tengo que examinar del coche y no sé si estoy en las mejores condiciones. Pero lo necesito si pretendo ser una adulta aún más independiente.
Más tarde
El examen ha ido genial y he aprobado, aunque puedo confesar que estaba un pelín nerviosa y me temblaban todas las piernas.
Voy a ir a mirar un coche de segunda mano, acabo de terminar de comer y voy a ir a varios concesionarios que están relativamente juntos.
A ver si encuentro uno que me guste. También debería de buscarme un trabajo para pagar todo esto.
Llego al primero y allí se encuentra un hombre bastante corpulento y grasiento. Es el perfil de persona que en la hamburguesería se puede comer varias. Lleva la camiseta bastante desgastada y con un ligero toque de sudor. No sé si quedarme o salir corriendo de aquí.
Se acerca a mi en cuanto entro al recinto y me ve observando los primeros coches.
—¿Puedo ayudarla? —pregunta sutilmente sin tener muchas ganas de trabajar.
—Estaba viendo cuales tenéis —reconozco.
—¿Has pensado en alguno en particular?
—¿Que tienes por cinco mil dólares?
—Por ese dinero tengo esto —me enseña un viejo coche que tiene bastantes kilómetros. Me preocupa el estado en el que está.
—¿Tienes alguno más? —pregunto decidiendo claramente que este no va a ser.
—Por ese dinero no.
Me despido y voy a otros dos más pero fracaso en el intento. No pierdo la fe, pero solo me queda uno y me limita bastante la búsqueda. Creo que hoy no va a ser mi día de suerte.
Entro al recinto, es el que más coches tiene. Menos mal que no voy buscando nada específico. Solo uno que se adapte a mi presupuesto. Sale una mujer bastante arreglada con falda de tubo y chaqueta a juegos.
—¿En que puedo ayudarte? —me pregunta siendo mucho más agradable que el fracaso camionero del primer lugar.
—Busco un coche que se adapte un poco a mi presupuesto de cinco mil dólares.
Podría subir mi presupuesto pero no quiero porque siempre en estos sitios te enseñan lo más caro.
Mi padre me ha dicho que me puedo gastar hasta seis mil, así que tengo mil de margen.
—Por ese precio tenemos un par que creo que te pueden gustar.
Primero me lleva hasta un coche que tiene doce años. Un Toyota del dos mil diez, tiene el maletero del culo y no me gusta mucho pero el color no me horroriza. Es de color veis y la pintura todavia no se ha empezado a decolorar ni rascar pero no me termina de convencer.
—¿Y el otro? —se que sueno un poco impertinente pero no voy a comprar algo que no quiero.
Avanzamos unos metros hasta que llegamos a otra fila de coches.
—Este es un poco más caro que el primero pero creo que se adapta más a tus pretensiones —dice señalando un chevrolet rojo con cinco puertas.
Es un poco más pequeño que el anterior pero me gusta mucho más. Tiene navegador de abordo lo que ayudará a ir a los sitios porque me ayudará a ir a los sitios porque me oriento fatal y me pierdo con facilidad. Y más en los sitios nuevos.
—¿Puedo probarlo? —le pregunto.
Se que me acabo de sacar el carnet, pero el justificante que me han dado en la autoescuela es suficiente para poder conducir.
Lo pruebo durante diez minutos y aunque estoy bastante nerviosa compruebo que todo funciona perfectamente. Llegamos de nuevo al concesionario y respiro de tranquilidad.
—Me lo quedo —le confieso con una sonrisa en la cara sabedora de que he conseguido el coche que quería.
—Muy bien, sigueme para firmar la compra.
Después de arreglar un par de papeles burocráticos llego hasta mi apartamento. Estoy agotada, me voy a pegar una ducha y seguramente después me iré a dormir.
Eli ya se ha marchado a su pub de noche así que estare sola de nuevo. Enchufo una pequeña estufa que tenemos para que se calde el baño. Hace un frío de horrores y aunque llevo bastante ropa encima nunca es suficiente.
Después de pegarme una buena ducha de veinte minutos y cantar las últimas canciones de J Balvin salgo fuera para poder respirar evitando todo el vaho que se concentra en las cuatro paredes.
Me caliento una pizza congelada y me la como viendo the big bang Theory y riéndome un poco.
Es lo que necesito con todo el estrés que tengo encima. Cuando concluyo la cena el sueño me vence, tengo bastante sueño acumulado.
Me marcho a mi habitación, no quiero quedarme dormida en el salón. La última vez que lo hice tuve dos días dolor de cuello. Los párpados me pesan más que nunca. Parece que tienen una pesa de un kilo colgados sobre ellos porque se están cerrando solos.
Un fuerte zumbido entra en mis oídos. Me despierto extraña y con un ojo pegado.
—¿Que pasa? —me pregunto extrañada.
¿Será Eli? Miro el teléfono y son las dos de la mañana. Todavía no puede estar aquí.
Pero se escucha el calefactor en el baño.
¿Me lo abre dejado encendido?
Joder como sea asi Eli me va a matar. Entro con la luz apagada pero no parece que lleve mucho tiempo encendida. Me estoy meando. Enciendo la luz y me quedo pálida con lo que me encuentro. El corazón se me empieza a acelerar y noto que se va a salir por un lado.
No puede ser. Trato de tragar saliva porque tengo la boca seca.
“Se acabó el juego” hay escrito con letras rojas sobre el cristal del baño.