Son
Llego a la universidad y la tripa me ruge a más no poder. Esta mañana me he quedado dormido porque estuve trabajando hasta tarde.
Entre la prisa y que me acababa de despertar no he desayunado y lo peor es que tampoco me he llevado nada.
Soy un desastre. No me queda otra opción que ir a la cafetería pero no tengo ni pizca de ganas pero el hambre es superior a mi.
Entro y me siento en la mesa más alejada y escondida de la cafetería. Aquella que desde la cocina no se puede ver.
Una camarera saca un plato con creeps de dicho lugar mencionado.
En cuanto me llega el olor se me antoja.
Enseguida la chica viene hasta mi posición.
—¿Que desea el chico de la cocinera? —creo que ha hablado bastante de más y me están dando ganas de marcharme de aquí.
Miro a la puerta un par de veces antes de responder.
—Me podrias preparar tu lo que le has puesto a esa mesa.
Digo señalando con el rostro la mesa y los crepes que han invadido mis fosas nasales.
—No se si me saldran, lo intentare.
—Gracias —concluyo la conversación mientras saco mi teléfono móvil para enviarle los buenos días a Amber. Supongo que todavía no se habrá levantado pero no le quedará mucho.
Al par de minutos de enviarle el mensaje llega la camarera con una sonrisa en el rostro poco normal en ella.
—Aquí tienes tus creeps. Me trae unos crepes perfectamente hechos con un corazón de chocolate.
Me quedo mirándolo incrédulo.
—Los que he hecho yo se han quedado como si hubiesen salido de un accidente aéreo.
—Ya claro y la cocinera te ha apuntado con una pistola ¿verdad?
La observo como si su vida dependiera de la respuesta.
—Yo solo cumplo órdenes —se doblega a las órdenes de una persona que no ha sabido ser madre en su vida.
—Está bien, déjame aquí y ahora me lo comeré. Gracias —se que ella no tiene la culpa.
Respiro profundamente un par de segundos para comerme mi orgullo y después comerme estos crepes que aunque me joda reconozco que tienen una pinta espectacular.
Devoro cada trozo como si mi vida dependiera de ello. Me cuesta no relamer el plato.
—Lo siento mucho hijo, he sido una madre malísima y egoísta. No he cuidado de ti nunca, pero te pido perdón y me gustaría recuperar el tiempo perdido —la extraña cocinera a la que se atribuye el título de madre aparece por detrás de mí. Me pilla de sorpresa y sin capacidad de reaccionar.
No la conozco y no llego a apreciar si sus palabras son sinceras. Lleva muchos años observandome, dandome consejos y nunca se ha atrevido a contarme la verdad.
—¿Por qué no me lo has dicho antes? —le vuelvo a insistir con la misma pregunta que hace unos días.
—Tenia miedo, no sabia como afrontarlo —responde mientras se toca repetidas veces el pelo.
—¿Y tus padres, osea mis abuelos saben algo?
Ahora que la tengo delante necesito saber toda la verdad.
—No saben nada, me ocultaba, solo iba del trabajo a mi casa. Hacia la compra por internet. Vivia con una tensión contante. UNa vez estuvieron apunto de pillarme —dice parandose en cada palabra que sale de su boca.
Escuchandoal puedo llegar a sentir su angustia, y eso provoca que me cueste tragar. Me esta empezando a fatal el aire.
“Tengo que salir de aqui joder”
Me digo a mi mismo mientras me levanto y salgo por la puerta dejandola con una pequeña lagrima cayendo lentamente por el rostro.
El cambio de luz de dentro a fuera me deja por un segundo ciego pero no es nada comparado con la presión en el pecho que he sentido ahí dentro.
Es como si todo se detuviese y solo estuviese mi dolor y yo. Creo que esto es lo que sienten día sí y día también las personas que tienen ansiedad.