Amber
Es sábado. Hoy no tengo que ir al trabajo ni a la universidad. Así que aprovecharé para ir al club deportivo. Anoche estuve hablando con Son y me contó que había tenido un ataque de ansiedad y se tuvo que marchar a la enfermería de la universidad.
Después de eso me dejó bastante preocupada. Creo que la situación con su madre le está pasando factura.
Creo o al menos considero que necesita la ayuda de un profesional para saber gestionar todo lo que le está pasando. Pero a mi no me hizo caso pese a remarcar lo unas cuantas veces.
Es demasiado cabezón cuando se lo propone. Después de eso me estuvo hablando de cómo le va en la universidad y en el trabajo y yo hice exactamente lo mismo.
Nunca pensé que esto sería tan complicado. Lo echo de menos, tanto que voy tachando los días para volver a verle. La distancia que nos separa también me destroza por dentro. Sabía que nos veríamos poco. Pero entre la distancia, las universidades y los trabajos es casi imposible hacerlo. Menos mal que en un par de semanas es Navidad y aprovecharé para escaparme unos días.
Llego al fin al club deportivo. No me ha costado mucho encontrar sitio. Es primera hora y prácticamente no hay nadie. Entro a las instalaciones decidida a que hoy es mi día mientras el sol se va colocando en lo más alto del cielo.
Hace bastante frío. Estamos apunto de entrar en invierno y yo me he traído muy poca ropa de invierno. Menos mal que enseguida me voy a poner a entrenar y entraré en calor.
Todo está en silencio, no se escucha a ninguna persona. Solo él golpeó en las teclas de la super simpática secretaria que está sentada con cara de vinagre.
Me da mucha pereza saludarla pero debo hacerlo porque los vestuarios están a su lado.
—Buenos días —inicio la conversación deseando obtener una respuesta.
Pero no es así, ni siquiera obtengo una simple mirada. Después de esperar cinco segundos petrificada delante suya me muevo para el interior del vestuario.
—Hasta luego Miss simpatía. No recibo ninguna respuesta pero tampoco lo esperaba cuando me he girado por completo y he dejado ahí plantada.
Llego al vestuario que huele a queso roquefort y comienzo a buscar la ropa que me voy a poner de la bolsa que me he traido para la ocasión.
Saco de ella un pantalón negro corto que tiene mas agujeros que un colador y una camiseta vieja que tiene mas arrugas ue mi abuelo recien salido de la ducha.
—Puff. Menos mal que no me va a ver nadie.
Me digo a mi misma tratando de animarme para ponerme esto.
Salgo para fuera del vestuario y nada más hacerlo observo que Tommy viene hacia mi posición. Viene completamente sudado, sin camiseta y con los rizos rubios pegados a la cara. También lleva una toalla echada al cuello y está conteniendo el aliento.
—Seguro que no contabas con encontrarme aquí —dice mientras me mira de arriba a abajo y se le marca cada vez más las comisuras de su boca.
—Me da igual —le respondo haciéndome la interesante, no tengo ganas de comentarios sin beneficio.
—Entonces… ¿no te importará hacer una carrera no? —me reta mientras se pone con los brazos en la jarra.
—Mira chaval te puedo ganar si quiero con una pierna.
—Venga, esta vez la ventaja la tienes tú porque yo he salido a correr ya —dice mientras muestra su cuerpo completamente sudado. Le encanta exhibirse.
Salimos a la pista de atletismo que está completamente desocupada. Seguro que en un par de horas esta lleva a deportistas dando vueltas sobre ella.
—Cuatro vueltas —añade observando la pista de lado a lado.
—Me sobran dos —le digo retando y fruto de los nervios.
Hago un calentamiento express. Llevo toda la vida corriendo y esto debería ser suficiente para dejarlo atrás. Nos preparamos en la posición de salida.
—Cuando digas Usain Bolt —me responde Tommy de forma irónica. Se está cachondeando bastante.
Salimos y la primera vuelta voy bien. He conseguido dejarlo detrás. Escucho perfectamente cómo respira y le está costando. Llegamos al final de la segunda vuelta y lo sigo teniendo detrás. Esto va a ser mucho más fácil de lo que yo pensaba.
Me da tiempo a darme la vuelta y observar. Va con la lengua fuera y está más roja que un extintor. Metros más tarde noto como me toca el hombro. Seguro que es para rendirse. Me doy la vuelta y ya no está. Miro de nuevo para enfrente y lo tengo delante. Comienzo a correr mas y mas pero contra más lo hago más acelera.
Me está costando que me entre el aire y el corazón palpita a mil por hora. Cada vez lo tengo más y más lejos hasta que llegamos al final. Yo me quedo al trote tratando de coger aire. Pero el esta como si no hubiese corrido. Yo tengo la sensación de que se me va a salir el corazón por la boca.
Tommy se acerca a mí con aires de superioridad. Joder no estoy preparada para esto.
—¿Con que pata decias que me ibas a ganar?¿y que era lo otro? —dice mientras pone rostro de pensativo.
—No he calentado lo suficiente —digo intentando justificarme.
—Ya claro, te falta fondo y ya está, reconócelo chulita.
—Y a ti cerebro y no por eso te voy tratando de menos, imbécil.
—Esta tía es increíble —dice mientras se da la vuelta y pone los ojos en blanco.
Comienza a andar a una de las esquinas de la pista.
—¿A dónde vas? —le pregunto mientras se alarga de mi.
Observo que va en dirección de un niño que está dando vueltas mirando para todos lados.
Tiene que tener unos cuatros años. Parece que está nervioso y asustado.
—Ey ¿estás buscando a tu mama? —dice cambiando el tono de su voz y agachándose para ponerse a su altura.
Tan solo asiente mientras le sale una lagrima.
—No te preocupes que te vamos a ayudar —dice incluyéndome en la ecuación lo cual es sorprendente como mínimo.
Tommy se pone de pie y le ofrece la mano y este no duda en cogerla.