Todas mis razones para estar junto a ti

Capítulo 40

Son


El sol apenas calienta. Hace tanto frío que no puedo mover los dedos de la mano. Se me han antojado desde esta mañana esos creeps que preparó el otro día mi “madre”.

Entro y aquí no cabe ni un alfiler. Hay un sitio en la barra. Amanda se ha quedado en el parking hablando con Mateo. Seguro que ha hecho algo malo o directamente se ha tirado una de esas famosas semanas blancas sin ducharte.

Me siento y la camarera enseguida me avista.

—¿Que quiere el niño de la jefa?

—No lo estás mejorando —reconozco con cara de pocos amigos.

—Perdón ¿que deseas?

—Dile que me prepare esos crepes del otro dia pero por favor no le digas que son para mi.

—De acuerdo oído cocina.

Busco en mi bolsillo el teléfono móvil para preguntar a Amber como esta pero antes de cogerlo aparece Amanda que se sienta a mi lado rápidamente.

—Que te ocurrió forastera? En este rancho no hay cabida para malos humos. Para eso ya está el servidor —le pregunto pero enseguida observo que tiene caras de pocos amigos.

—El imbécil de Mateo que lastima de genes.

—Que ha pasado? —le pregunto abriendo los ojos como si me hubiese pegado un golpe en el dedo pequeño del pie.

—Que dice que ronco por la noche y no le dejo dormir el muy imbécil.

Mientras lo cuenta suelto una leve carcajada. Me los puedo imaginar ella durmiendo y Mateo haciendo ruidos con la boca para que deje de hacerlo.

—¿Te estás riendo?

—No, es que si que roncas un poquito. Porque la alfombra del pasillo se va enrollando y desenrollando en función de tu respiración. El otro día casi me tropiezo.

—Sois todos iguales. Me voy para clase —me deja con la palabra en la boca pero partiéndome el culo.

Me siento mal ahora por ella pero tenía que soltar broma. Por la noche no escucho nada, duermo como un oso hibernando.

—Aquí tienes tu crepes —tienen encima de ella una nota.

La cojo y comienzo a leer lo que pone dentro. En ella me pide perdón por todos estos años. Además pone que si la perdono me prepara todas las mañana estos crepes. También lo lleva acompañado de un teléfono móvil que supongo que será el suyo. Cierro la carta por la mitad y me la guardo en el bolsillo. Esto me sobrepasa. Es demasiado información en muy poco tiempo.

Me cojo los crepes y me lo como de una sentada. Necesito salir y tomar el aire. Voy a aprovechar para llamar a Amber y ver que se cuenta. A esta hora seguro que está apunto de entrar en su trabajo. Este fin de semana apenas he podido hablar con ella. Entre el trabajo y la universidad y ella por lo mismo y añadiendo el deporte no hemos tenido tiempo ni de llamarnos.

—Hola amor —me dice mientras va soltando su aliento por la boca. Seguro que va andando.

—¿Cómo estás? —le pregunto mientras busco un lugar en el césped donde tumbarme.

Ahora me replanteo lo que hacer con mi supuesta madre y hace unos huía a este mismo lugar en cuanto me enteré de la realidad y no quería reconocerlo.

En ese entonces Amber vino a mi rescate. Ojalá ahora fuese igual y no tenerla a miles de kilómetros hablando con ella por teléfono.


Después de estar hablando diez minutos con Amber hasta que ha llegado a su trabajo me marcho a la clase. No tengo ganas de llegar tarde.




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