Amber
Llevo todo el día y parte de la noche conduciendo. Quiero darle una sorpresa a Son. He aprovechado que la universidad ha cerrado por navidad y la librería por vacaciones y es el momento perfecto para tener un hueco. También necesita desconectar de todo un poco porque estas semanas han sido muy convulsas. Aparco en el parking de la fraternidad. Solo hay un coche y es de la otra. Esa no se va ni en vacaciones ni aunque le salgan gratis.
Toco la puerta deseando encontrarme con otro ser humano que no sea ella. Es que antes prefiero que me abra mi madre en rulos recién despertada porque va a sonar exagerada pero no conozco nada que dé más miedo que eso.
Cuando escucho la manivela y observo la puerta moverse para el interior todas mis ilusiones se desvanecen cuando la chica con el pelo de cobre sale del interior.
—¿Que haces aquí? —pregunta sorprendida como si mi presencia estuviera prohibida aquí.
—Vengo a ver a Son —respondo mientras trato de hacerme hueco para entrar.
Paso y no espero una respuesta.
—Pero si Son no está aquí.
—¿Y dónde está? si se puede saber
—Está viviendo con su madre. Al menos a mi me ha dicho eso.
Me quedo completamente paralizada. Si es cierto eso me tengo que preocupar bastante. Porque no sé hasta que nivel de confianza ha llegado nuestra relación que no me cuenta estas cosas.
—¿Y desde cuando está viviendo con su madre? —vuelvo a preguntar como si fuera un interrogatorio y yo la policía que quiere saber todos los detalles.
—Desde ayer por la tarde.
Su respuesta me tranquiliza un poco porque igual no he tenido tiempo de decírmelo. No le culpo de todo pero si me hubiese gustado enterarme de esta novedad por él. Me doy la vuelta y busco en mi bolsillo el teléfono móvil y me dirijo al coche para sentarme. Paso completamente de Amanda y la dejo plantada en la puerta.
La señal suena un par de veces antes de que me coja la llamada.
—Dime cariño —coge la llamada con la voz bastante tomada.
—Estoy en Phoenix. Quería darte una sorpresa pero la sorpresa me la he llevado yo —digo quitándole hierro al asunto.
—¿Cómo estás aquí? —pregunta tartamudeando.
Le vuelvo a insistir con la misma frase a lo que él me pregunta.
—¿Pero dónde estás?
—En la Fraternidad.
—Vale vale. Espera que te paso la calle por whatsapp. Estas como una cabra.
—Si, pero por ti.
Pocas personas se tirarian conduciendo tantas horas por ver a una persona y mucho menos a una novata como yo. Pero por Son me recorrería el mundo entero si hiciera falta.
Enseguida pongo la dirección que me ha mandado en el buscador. No estoy muy lejos. Está a diez minutos en coche. No me apetece nada volver a coger el coche después de la paliza que llevo encima. Pero lo tengo que hacer si quiero dormir esta noche en algún sitio.
Meto la llave deseando que sea la última en el día de hoy y escucho como el coche comienza a rugir. Al menos si ya no vive aquí me he quitado el problema de Amanda de un golpe.
Cuando al final aparco puedo descansar un poco. Me bajo y aparece Son con los ojos llenos de alegría. Por su rostro está claro que me ha echado de menos todas estas semanas. Se acerca y después de darme un beso coloca mi cabeza en su pecho. Huele muy bien.
Lleva la colonia que le regale lo que hace que sonrisa mucho más.
—¿Vamos para dentro? Yo te llevo las cosas que estarás cansada.
Son es la persona más caballerosa que he conocido en mi vida. Es la única que no mira sólo por él y que el resto le den
Subimos las escaleras, las calidades dejan mucho que desear. Abre la puerta y está Tatiana con un delantal haciendo cosas. La verdad es que es como me la imaginaba estando en casa.
—Bueno yo os presentaba pero creo que ya os conocéis. Creo que esta situación es tan rara que nadie entendería cómo hemos llegado a este punto.
Cómo han cambiado las cosas.
—No te preocupes si no sabes que decir. Entiendo que estés confundida —dice Tatiana que está claro que es la madre de este chico.
—Son enséñale la habitación. Yo voy a preparar algo de comer que parece cansada. La verdad es que yo no he abierto la boca desde que he llegado. Me parece todo esto muy raro. Sigo a Son por este lugar tan inhóspito.
—Esta es nuestra habitación —inicia de nuevo la conversación mientras se abre paso por el habitáculo.
La habitación la verdad es que esta bien. Es más grande que mi habitación y que la suya de casa de su abuelo con el armario completamente desordenado. Me gustaria ver el que tiene aquí. Aunque si se mudo ayer seguro que está ordenado. Y si no conociendo a Tatiana como la conozco seguro que ya se ha encargado de dejarlo todo al milímetro.
Después de comer lo que nos ha preparado Tatiana Son se ha tenido que marchar a trabajar. Aunque no me agradaba quedarme a solas con ella, tengo mucho menos ganas de salir y moverme.
—Amber ¿vamos a la cocina a tomarte un café conmigo?
No puedo decir que no y menos estando tan cansada como estoy.
—Claro vamos.
Llego a la cocina y la cafetera ya está preparada. Esta mujer tiene todo controlado. Hasta el último detalle.
—Supongo que sabrás que no te he dicho de tomarnos un café por vernos como llevamos las uñas.
—Pues no quería, pero si.
Me puedo hacer una idea —prosigo.
—Mira cómo las llevo de cocinar y fregar. Pero no están mal —dice enseñandomelas y cambiando completamente de tema.
—Continua —la vuelvo a centrar aunque suene borde.
—Yo no quería hacerle daño a Son. Solo que en su momento no supe gestionar mis emociones y tomé una decisión errónea.
—¿Errónea? Error es no acordarte de si lleva almuerzo.
De no llevarlo al dentista cuando le hace falta o no ayudarlo con los deberes. Eso es una decisión imperdonable.