Amber
Conocer a Son y que apareciese en el momento que apareció fue como escuchar por primera vez una canción y saber que seria mi favorita.
Anoche me lo pasé muy bien con Son. Tanto como hace bastante tiempo. Estoy en el baño terminando de maquillarme. Hoy vamos hacer un poco de visita turística por la ciudad.
La última vez que vine se juntaron muchas cosas y no me dio tiempo a ver mucho. La puerta del baño comienza a temblar debido a que hay un hombre desesperado al otro lado.
Sé que me hago de rogar pero me encanta hacerlo esperar. De nuevo repetidos golpes en la puerta acompañado de mi nombre consigue sacarme una sonrisa.
Abro la puerta, al otro lado me encuentro con la mirada perpleja del chico perfecto. Será porque tan solo me he puesto rimen en un ojo y a mitad de hacer.
—He estado apunto de tirar la puerta abajo —dice apoyándose en el marco de la puerta abajo —dice apoyándose en el marco de la puerta y con su pelo rubio platino a medio peinar.
—Tranquilo Hulk que no es necesario. Sé salir sin ayuda —digo sarcásticamente y de nuevo pongo una sonrisa.
—¿Nos vamos? Creo que mi madre se ha levantado y está buscando el pendrive con las canciones de navidad que me he encargado de guardarlo al fondo del congelador donde las verduras.
—Si, vámonos que creo que las vacaciones no le están sentando muy bien.
Termino de ponerme el rimel en el otro ojo y salgo al pasillo donde espera un Son ya desesperado.
Salimos al comedor donde se encuentra Tatiana con una taza de café y cara de resaca.
—Vamos a ir a visitar un poco la ciudad ¿te vienes? —pregunto educadamente.
—No cariño. He quedado con un amigo.
—¿Como amigo? —preguntamos al unísono los dos mientras nos sentamos a su lado uno a cada lado.
Si Son no le hace el interrogatorio se lo pienso hacer yo.
—Un amigo que tengo desde hace tiempo. Pero es solo eso. Aunque de vez en cuando me doy un festín.
—Mamá por dios —dice Son mientras se da la vuelta y pone cara de estar imaginandoselo. Menos mal que esta mujer tiene un amigo. Pensaba que estaba muerta de cintura para abajo.
Después de saber mil cosas de ese amigo de Tatiana nos marchamos ahora sí a visitar la ciudad.
Tengo mil ganas de poder pasar un momento a solas con Son sin la prisa de que se tenga que marchar a trabajar o alguien nos interrumpa. Llevaba tiempo sin tener esta sensación.
—¿Cómo te sientes? —le pregunto mientras vamos andando al centro.
Quiero saber lo que piensa y lo que siente.
—Me estoy adaptando a toda esta situación.
Pero supongo que cada vez voy mejor.
—Me alegro —le respondo mientras le cojo de la mano.
No quiero que se vaya, ahora no.
Pero todas mis esperanzas se esfuman en cuanto me encuentro con un demonio con el pelo rojo y su fiel acompañante.
—Anda si viene por allí Amanda —dice Son sorprendido como si no la hubiese visto en semanas.
—A si. No la había visto —declaro tratando de disimular mi cara de asco.
Ahí viene con su cara de niña pija. Por dios que mal me cae. Cuando llega a nuestra posición pongo los ojos en blanco y finjo para que no me vea.
—¿Cómo vais pareja? —pregunta Amanda muy inocentemente. Como si la maldad no la llevase por dentro.
—Bien, estamos dando una vuelta —responde Son por los dos.
—Que vaya bien —dice Amanda y Mateo solo saluda como si fuera su marioneta.
Cuando llevamos cien metros andando Son se atreve a preguntar:
—¿Por qué eres así con ella?
Juraría que esta conversación ya la he tenido con él.
—Porque va a lo que va y hay algo que no me gusta ni un pelo —digo mientras me recojo el cabello porque esta conversación me está dando bastante calor.
—Tu estas celosa de ella.
—¿Celosa yo? ¿De que? —pregunto alzando bastante la voz.
—No lo sé. Pero desde que la vistes la primera vez no la soportas. Tal vez estés celosa de que ella ha conseguido convencerme para muchas cosas y eso te da rabia.
No me gusta para nada el ritmo que está empezando a coger esta conversación. Tengo que volver a llevarlo a mi lado.
—Puede que un poco sí que esté celosa. Pero es que hay algo que no me gusta de ella —no quiero seguir con este tema y más hoy.
—Puedes estar muy tranquila que en cuanto vea algo raro seré el primero en apartarme.
—¿Seguimos con nuestro paseo?—pregunta mientras hace gestos claros de seguir avanzando.
Yo asiento porque no quiero seguir en esta encrucijada.
Seguimos andando hasta que llegamos a un pequeño parque donde han instalado una pista de hielo. Yo miro a Son y pongo cara de desear probarlo y él me mira incrédulo supongo que deseando que le diga que no me apetezca.
—¿No me digas que nunca lo has probado? —le pregunto fruto de la curiosidad que se me ha generado.
—No y temo acabar estampado en la pared o pasar más tiempo en el suelo que de pie.
—Vamos será divertido.
—Eso no te lo voy a negar.
Ya me lo puedo imaginar desincronizado perdido con una pierna para adelante y la otra para detrás. Con los brazos por los aires pidiendo ayuda. No me lo quiero imaginar, lo quiero ver.
—Va a ser gracioso —maldice entre dientes.
Le cuesta un poco pero al final accede.
Se que no puede resistirse a mis encantos.
Después de estar haciendo una cola más larga que la del supermercado en hora punta entramos a la zona donde se ponen los patines.
Ya nos hemos puesto los patines. Son va agarrándose a todo lo que pilla. Se ha enganchado incluso a una mujer mayor que salir de la pista. Todo para no caerse. Trato de no reírme para que no se enfade pero por dentro me estoy partiendo el culo.
Este momento es una auténtica fantasía. Se ha quedado agarrado a una pared y ha comenzado a coger todo el aire que ha perdido en un momento.
Yo ya había probado los patines de hielo antes y tengo algo de experiencia para ofrecerle la mano y ayudarlo a ir hasta la pista.