Después de estar conduciendo toda la noche parando la menos veces posibles al final llegamos a Valley City.
Después de estos últimos meses alejados de aquí todo sigue igual a como lo recordaba. Parece que fue ayer cuando me marche algo enfadada y tan emocionada por emprender mi nueva vida a la que estoy muy orgullosa.
—Ya hemos llegado —le digo al oso yogui que he llevado como acompañante.
Ha estado durmiendo la mayoría del viaje compaginando ronquidos con palabras raras que soltaba a su libre albedrío.
No ha sido nos vamos a engañar. Estoy deseando que se saque el carnet para que comience a llevarme a los sitios. Aunque llevo pocas semanas el carnet he dedicado el tiempo justo para darme cuenta que odio conducir.
—¿Ya? —dice mientras aparta su rostro de la ventana y comienza abrir los ojos.
—Si. Si has pasado la mitad del viaje durmiendo y la otra mitad quejándote de lo lejos que está.
—Es que está muy lejos —de nuevo replica por vigésima vez.
A veces también es un poco gruñón.
—¿Que hacemos?¿Te llevo a tu casa o te vienes a la mía a descansar?
Preferiría mil veces que viniera conmigo. Mi habitación es lo suficientemente grande para los dos. Pero también entiendo que quiera ir a ver a sus abuelos como yo quiero ver a mis padres y a Mery.
Madre mia Mery. Hace días que no hablo con ella y con el embarazo no lo tiene que estar pasando muy bien. Todavía no he asimilado que vaya a ser madre.
Esto es un cambio muy grande para su vida.
—No, vamos a tu casa. Mis abuelos seguirán durmiendo todavía. Luego les hago una visita.
No me lo pienso dos veces y me dirijo a mi casa. Necesito coger mi cama para la parrilla en dos mitades del sueño que tengo.
Menos mal que pude descansar un poco antes de salir de Phoenix. Porque sino entonces si que hubiese necesitado pararme a dormir.
Después de dormir durante ocho horas seguidas ambos nos hemos despertado y Son se ha ido a ver a sus abuelos y yo después de estar una hora hablando con mis padres me dirijo para visitar a Mery. Me muero de ganas de verla.
Cuando llego se encuentra en pijama con el pelo recogido y hecho un moño y completamente desmaquillada. Creo que no se esperaba tener visita pese a que le dije que venía pero es lo que hace tener confianza y conocernos de tanto tiempo.
Pero en el momento en el que me ve se abalanza sobre mí.
Creo que mi pequeño minion me ha echado también de menos.
—¿Cómo estás? —le pregunto mientras me echo un poco para atrás para poder ver su tripa pero no se le nota nada.
—Bien, estoy de dos meses todavía no se nota —me responde como si hubiera escuchado mis pensamientos.
—Es que parece mentira que ahí dentro haya algo —reconozco mientras me acerco a ella y no puedo evitar tocarle la tripa de nuevo.
No sé si algún día seré madre. A mi me gustaría pero sé de antemano que Son no quiere y mientras esté con él va a ser imposible serlo.
—¿Estas bien? —me pregunta mientras me observa que estoy pensativa.
Asiento con el rostro y sin hablar me siento en el sofá que tiene forma de “L”.
El día que tenga mi casa tendré uno de estos al lado de una estanteria gigante llena de libros.
Me he imaginado mil veces cómo sería mi casa ideal.
—Tu no estas bien —aclara mientras me tumba en la parte más larga del sofá y coge una pequeña manta para taparse mientras a mi me ofrece otra un poquito más grande.
Miro hacia el suelo y comienzo a contar los baldosines del suelo.
—Venga ya estás empezando a largar o no te vas aquí —me lo debía de la playa.
Sabía que me iba a devolver tarde o temprano.
—Me preocupa mi relación con Son. Cada día que pasa se complican más y más las cosas.
—Te explica como un puñetero libro abierto hija.
—No siento que tenga una relación normal con Son. No llego a identificar muy bien lo que somos. A dónde va nuestra relación. Y odio profundamente cuando oculta sus sentimientos. Es como que se hace una coraza. A veces en vez de parecer su novia parezco su madre. No me gusta esa sensación —le suelto un discurso más largo del que me gustaría.
—¿Pero se lo has dicho? —pregunta sentándose y recogiendo las piernas con las manos y poniendo la cabeza sobre ella.
—¿Cuando? Nunca es el momento oportuno. A veces discutimos, nos enfadamos. Salen los sentimientos. Siento que la relación está en un punto muerto y que no nos lleva a ningún lado.
—Tal vez es… Y digo tal vez.
Es que es porque ha pasado muy poco tiempo entre tu relación de Hector y esta con Son.
Nunca me lo había replanteado. Lo cierto es que cuando me ocurrió lo de Hector me digo a mi misma y también le dije a él que necesitaba mi tiempo para curarme. Yo lo sabía y él lo sabía.
—Puede ser —reconozco mientras me coloco en la misma posición que ella.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —añade mientras se sienta mejor.
—Si claro… —tengo miedo de lo que pueda llegar a preguntar.
—¿Crees que conoces a Son? —me lanza el órdago y se queda en silencio.
—Mmmmm… No, si te digo la verdad. Me cuesta pillarle. A veces pienso que lo conozco y otras no.
—Amiga mia crei que tienes que hablar con don Juan. Ya eres adulta. No tienes dieciséis años para dejar pasar las cosas y ver que ocurre.
Asiento con la cabeza y dejo a Mery que busque una película en Netflix. Al final se decide a ver “dos rubias con pelo en pecho”. Me alegro porque necesito ver algo que me haga reír.
Los primeros minutos los paso reflexionando cada una de las palabras que me ha dicho y a medida que voy avanzando me doy cuenta de la razón que tiene. Lo único que consigue sacarme de mi laberinto de emociones es el tick del microondas.
Mery entra con dos boles repletos de palomitas. Me cede el pequeño y ella se queda con el grande.
—Lo siento pero nosotros somos dos —aclara mientras se toca la tripa.
—Por cierto ¿le has informado al padre que estas navidades el regalo lo tienes tú?