Ha pasado una maldita hora desde que los policías me obligaron a permanecer aquí. Quiero y necesito volver a mi casa para pegarme una ducha. Se que no debería irme estando mi abuelo como está pero hasta dentro de unas horas no le harán pruebas y por el bien del rostro del armario solo espero que no le pase nada.
Los policías salen del interior del hospital y se dirigen a mi posición.
Genial para bien o para mal por fin voy a salir de dudas.
—No ha querido presentar cargos. Ha reconocido que todo es culpa suya. Como no tienes antecedentes quedas libre. Te recomiendo irte a casa a descansar. El médico en cuanto tenga algo te llamara. Es mejor que no os crucéis. Están apunto de quitarle la butaca de la cabeza —dice tratando de no reírse.
La verdad es que la imagen de una persona tan grande con una butaca en la cabeza es bastante graciosa. Pese a haber sido yo quien lo ha provocado.
Amber llega corriendo con un café en la mano para interesarse.
—¿Y bien? —pregunta con toda la dulzura del mundo.
Me encanta aunque se lo digo bastante poco.
—Vámonos a casa, necesito pegarme una buena ducha. Ahora te cuento.
Le recojo la mano suavemente y la acompaño para marcharnos de momento de este lugar.
La verdad no era el concepto que tenía yo de terminar el día o incluso las navidades.
Me aclara que ha tenido que aparcar bien el coche porque sino los policías se lo iban a llevar. Sinceramente es que no entiendo muy bien a lo que se refiere. Aunque conociéndola como la conozco me puedo imaginar que ha dejado el coche en cualquier lugar con la idea de entrar rapido.
Es completamente de noche pero en un par de horas saldrá el sol por el horizonte. Pero no es suficiente para encontrar el coche. Con los nervios no se acuerda de dónde lo ha aparcado y va dándole al mando a distancia.
Al final después de varios minutos los intermitentes del coches se encienden y nos abre un futuro esperanzador.
Hace bastante frío como es normal en estas fechas. Amber no tarda ni un segundo en encender la calefacción del coche y comenzamos a recuperar partes del cuerpo que creíamos perdidas.
En cuanto recupera la sensibilidad en los dedos arranca el coche y comenzamos a ir para la casa de mis abuelos. Es allí donde tengo la ropa. No se si debería llamar a mi madre y contarle todo lo que está pasando. Pero quizás la preocupación se presentaria aquí y complicaria más las cosas. No se lo que debo hacer y no quiero involucrar a Amber porque ya lo está haciendo bastante.
Permanece en silencio concentrada durante unos minutos. Temo preguntar y obtener una respuesta que no quiero oir.
—No debiste haberlo llevado después de lo que paso la última vez.
Como si tuviera un maldito sexto sentido puedo ver lo que piensa.
—Yo que sabía que se iba a poner así, además quería pasar tiempo con él —intento justificarme pero no se si funcionara.
Amber es comprensiva y creo que puede entenderlo.
—Hay muchas cosas para hacer que no sea llevarlo a un bar y que se emborrache.
—¿Y que querrías que hiciera? La camarera no paraba de poner cervezas a pesar de que le avise con la mirada. Esa mujer no es experta en señales.
—Ya… bueno… —no sabe muy bien con que palabras responderme y volvemos al silencio incómodo de hace unos minutos.
Al fin llegamos al apartamento. Son ya las cinco de la mañana. Las horas no pasan o si cuando hablo de Amber.
Sin tiempo que perder subo y me meto directo a la ducha. Amber se queda fuera preparándose un café para aguantar la noche. Yo abro el grifo y enseguida el vapor del agua oculta el cristal del espejo. Me meto y sin hacer ningún movimiento dejo caer el agua caliente por mi cuello. Una para que suba la temperatura de mi cuerpo y la segunda para reflexionar de todo lo que ha pasado esta noche.
Parece escrito por un auténtico psicópata todo lo que me ha pasado estas últimas horas.
Ojalá poder volver al pasado y cambiar todos los sucesos que han ocurrido. Aunque siendo sinceros me he quedado bastante agusto cuando le he pegado con la butaca.
Solo espero que para su bien que mi abuelo salga de esto porque sino pienso darle en la cabeza con el resto de butacas que no he inaugurado con su cara. Después de quince minutos y gastas completamente el calentador de agua me salgo de la ducha. Me siento un segundo para descansar.
Unos golpes en la puerta me sacan de mi pensamiento.
—Te he dejado en el cielo la ropa para cambiarte —me dice con una sonrisa tras la puerta. No puedo verla pero si imaginarme. Siempre tan atenta.
—Gracias —digo gritando para que pueda escucharme.
Tengo que asimilar todo esto, bueno necesito asimilarlo. Ya por mi estado mental y por todos. Creo que con todo lo que tengo encima lo que menos necesito es esto.
Después de vestirme y tomarme junto a Amber un café decidimos volver al epicentro de nuestra preocupación esta noche.
Necesito fumar, de verdad que lo necesito. Pero la última vez que lo hice delante de Amber acabamos discutiendo y he decidido que ante sus ojos no lo voy a realizar.
Pero necesito sentir el humo bajando por mi garganta. Creo que lo único que me puede calmar en estos momentos. Ya me he fumado un par de cigarrillos mientras esperaba que llegase maber con mi abuela.
Menos mal que siempre llevo un par de chicles de menta en mi bolsillo. Cuando entramos al coche el sol ya sale por el horizonte e incide directamente en la luna delantera.
—¿Vas a llamar a tu madre para contarle lo que está pasando?
—Amber decide reventar el cajón familiar y yo llevo toda la noche tratando de tenerlo cerrado.
—No creo… —no se que responder—. Creo que lo mejor para mi abuelo es que todavía no sepa nada.
Trato de zanjar el tema pero no creo que lo consiga.
—Mi opinión es que deberías decirle lo que está pasando y luego que sea ella la que tome la decisión.
Al final fue ella la que quiso irse con todas las consecuencias. En eso tiene toda la razón.