Todas mis razones para luchar por ti

Capítulo 19

Amber

Después de estar cuatro días con sus cuatro largas noches, al fin le dieron el alta. Ya no aguantaba más en ese lugar, y eso que nos íbamos turnando, pero a mí me tocaba irme de un lado a otro con el coche. Acto seguido de que le diesen el alta, el doctor le dijo que estaba todo bien, pero que tendría que volver para que le hicieran pruebas. Al final todo ha quedado en un susto, pero que ha impedido que los últimos días apenas lo hayamos podido pasar juntos. No le culpo a Son. Bastante tiene con lo que tiene.

Ahora, ya casi con la Navidad acabando, cada uno tiene que volver a su realidad. La mía, con un trabajo en una librería con una compañera cubana y otra amiga contando ya los días para salir de cuentas, y la de Son, con su trabajo, con la universidad y una madre que ha salido como un topo de debajo de la tierra. Por no olvidar a su “amiga” taína. Todo es demasiado complejo para dejarlo pasar.

Y con todo ello, hemos llegado a una nueva despedida. Una de tantas que no quiero que se produzca porque no sé cuándo voy a poder volver a verlo. Estamos demasiado lejos para estar todo el fin de semana desplazándonos. Lo tengo delante de mí con una maleta en la mano que lleva con mucho mimo desde que hemos salido de su piso.

—¿Qué llevas dentro? —pregunto con mucha delicadeza. —Me estoy llevando la consola —responde sin sostenerla. Son y sus cosas.

—Me lo he pasado bien estos días, bueno, los últimos cinco no tanto, pero tú me entiendes —bromeo y choco mi hombro con el suyo. Después me acerco a él y nuestras miradas se juntan como hace ya bastante tiempo. Desde el primer día que lo conocí supe que me acabaría enamorando de estos labios que tanto me gusta besar.

—Amber, no quiero marcharme, quiero estar a tu lado todos los días de mi vida —me regala una sonrisa mientras su corazón late con fuerza. —No es tan fácil. Yo tengo mi vida en San Francisco y tú la tuya en Phoenix. No es sencillo, pero vamos a hacerlo para que lo sea. No sé si creerme mis palabras, pero tengo que hacerlo si quiero que se marche tranquilo.

—Bueno, ya se va el autobús —me dice mientras cubre todo mi cuerpo con un abrazo. Llevamos una hora despidiéndonos y no quería que llegase este momento. Pero ya va adentrándose al autobús y las gotas comienzan a caerme por la mejilla. La puerta se cierra y pego un suspiro. Ahora soy yo quien se tiene que marchar. Tengo unas cuantas horas de camino. Se acabaron las Navidades y con ellas todas las esperanzas e ilusiones de nuestra vida. Hace unos meses, cuando arreglamos nuestros problemas que se originaron en la cabaña, me dijo que en Navidad ya estaríamos viviendo juntos. Después de todos estos meses y de las Navidades, sus palabras no se han cumplido. Entiendo que toda la situación con su madre no ha ayudado. Se acaba de ir y lo echo de menos. Cada kilómetro que doy con el coche se me hace más y más pesado. Dentro de mí noto cómo las distancias se hacen cada vez más grandes.



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En el texto hay: pareja, adolescente, amor

Editado: 24.09.2025

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