Amber
He estado hablando con Lea durante tres horas. Yo le contaba todo lo que me ha pasado en el viaje con lujo de detalles, y ella me relataba lo que ha hecho durante mi ausencia. Me ha contado cuántos chicos se ha tirado —sin entrar en muchos detalles— y a qué se dedicaba cada uno. Lo de esta chica es para que lo investiguen.
Después de la charla reconfortante, Lea se va a su trabajo y yo me marcho al club deportivo. Necesito liberar un poco de tensión de esta pesada carga que es vivir tan distanciados.
Cuando llego, todo está muy callado. Como es normal por estas fechas, todo el mundo estará celebrando la Navidad con sus familias.
Estoy sola, y la salsa agridulce sigue en el mostrador. No me saluda, y yo no pienso regalarle una sonrisa. Me dirijo al vestuario para cambiarme, pero antes de entrar me cruzo con el pelo rubio, rizado y despeinado de Tommy.
—¿Qué tal las vacaciones? —pregunta, interponiéndose entre mi cuerpo y la puerta del vestuario.
—Bien —le respondo, bajando la mirada sin atreverme a mirar esos ojos azules.
No quiero contarle a él cómo me han ido las vacaciones.
—Tengo una cosa para ti —me dice de repente, y me deja desconcertada.
—Dame dos minutos.
Me deja plantada en medio del pasillo y entra a su vestuario. Como tarde mucho, me meto dentro y que le den un poco por culo.
Pero, para mi sorpresa, cumple su promesa. Lleva un regalo en la mano, envuelto en papel de colores.
—Esto es para ti —dice, ofreciéndomelo.
—¿Para mí? —pregunto, sorprendida—. ¿Pero qué es esto?
—Se llama regalo, y por estas fechas se suelen dar —responde con ese tono sarcástico que tanto detesto.
En un momento le quito el papel. Veo que es una caja de zapatos. A medida que levanto la tapa, mis esperanzas se desvanecen al mismo ritmo que su sonrisa burlona crece.
Es un cactus...
¿Un cactus?
¿Por qué me regala esto? Este tipo es más raro que un perro verde.
—¿Y esto por qué me lo regalas? —le pregunto, esperando una respuesta mínimamente coherente.
—Porque, como eres tan seca, pensé que esto te vendría de lujo —responde mientras se ríe.
Le miro simplemente con los ojos medio cerrados.
Se marcha y me deja en medio del pasillo con mi nueva planta.
La saco de la caja para verla mejor y descubro que debajo hay una nota. La cojo y leo:
“Vale para descubrir a alguien muy especial.”
Le doy la vuelta y veo que también hay algo escrito al otro lado:
“Solo si me ganas a una carrera.”
Estaba claro: su corazón no tenía ni una pizca de compasión.