Todas mis razones para quererte[completa]

Capítulo 13

Amber

—Supongo que te valdrá… —dice sacando un casco rosa del baúl de la moto.

La moto es preciosa, no entiendo mucho de motos pero enseguida consigo identificar la marca. Es una Suzuki, tiene un color azul que es increíble y brilla por sí sola. La moto parece completamente nueva. Al menos da la sensación de que la cuida bastante.

Finalmente de nuevo vuelvo a lo que estaba y me declino de nuevo por el casco que me lo está pasando.

Lo cogo y lo observo un poco. No me he puesto un casco en mi vida pero no creo que sea muy complicado. Me lo pongo por encima sin atar y me queda perfecto.

—Me vale —le afirmo—. ¿De quién es?

—De mi ex —se atreve a decirme —no conozco quien es pero enseguida me lo quito de encima. No se quien lo ha llevado esto pero de un momento a otro le he cogido bastante asco.

—Es broma nena, es un regalo para ti, lo compré ayer por la tarde —comienza a reírse y a observar mi rostro de incredulidad.

—Gracias —nunca antes me habían regalado nada. Lo miro y le agradezco el detalle.

—Esperate que te lo voy a poner —se acerca a mí y en dos segundos consigue atar la cinta. Se me queda mirando mientras me acaricia el rostro.

—¿Qué? —le pregunto extrañada ante la atenta mirada.

—Estas guapisima.

—Gracias —le agradezco el cumplido más roja que un tomate.

—¿Vamos? —pregunta con tono intenso y musitando al oído.

Trato de subirme de la mejor manera, sin parar un pato mareado porque jamás me he subido a una moto y menos a una como esta.

Finalmente llego hasta el asiento pero enseguida observo que no voy a poder ir agarrada por ningún lado.

—¿No tiene cinturón? —le pregunta, algo que hace que él se quede pálido.

—¿Nunca has subido a una moto verdad? —me devuelve la pregunta y a la vez me contesta a la pregunta.

—No, a una bici es a lo más que he subido de algo de dos ruedas y lo hice con ocho años asi que fijate si hace tiempo —le contesto y trato de hacerme la interesante aunque supongo que nadie puede llegar ha hacerse la interesante diciendo que hace más de ocho años que no se sube a nada que no lleve más de cuatro ruedas.

Hector se sube con una facilidad pasmosa, como si entrenara todas las mañanas para eso.

—¡Agarrate! —declara como si fuera a la guerra, algo que por acto reflejo o por intuición hace que lo haga enseguida.

Me agarro en su pecho y enseguida noto su pecho contra el mío, aunque no tenga muchos músculos los pocos que tiene se pega contra mi. Se ha puesto debajo de la cazadora una camisa muy fina que al viento hace que de la sensación como si no llevara nada.

Observo cómo maneja la moto como si fuera una extensión más de su cuerpo. El viento aunque lleve casco hace que golpee mi pelo y se me escapen unos cuantos hacia fuera, quiero meterlos para no parecer algo raro pero si me suelto posiblemente puede que me caiga al suelo. Prefiero hacerlo cuando paremos. Mientras disfruto del paisaje y noto como Hector cada vez se va soltando más y más hasta llegar al punto que en las curvas da la sensación de que nos vayamos a caer, pero no es así, lo tiene bajo control e incluso parece disfrutar de ir tan al límite.

Creo que en el fondo que él sabe que yo también estoy disfrutando de esta sensación. No se si es por mi forma de agarrarme a él que cada vez es más relajada aunque siempre segura o por mi forma de estar tan cerca de él como si fuéramos una única persona.

Toda esta sensación se va cuando aprieta el freno suavemente y llegamos hasta lo alto de la montaña. Desde aquí se observa todo el pueblo, no me había dado cuenta de lo alto que estabamos llendo porque estaba concentrada en él y estaba totalmente ajena a lo que estaba ocurriendo alrededor de mi.

Se baja de la moto y enseguida me da la mano para poder ayudarme a bajar, creo que sería capaz de bajarme yo sola pero prefiero que me ayude él y su suave mano.

—¿Te gusta? —su cálido tono hace que consiga relajarme y pueda escuchar todo el sonido del viento, de las nubes o como chocan entre ellas.

—Si —me sale decir mientras observo cada detalle.

Pasaron las horas y dedicamos lo que restaba de mañana para estar juntos dándonos besos y contando anécdotas personales o lo que nos gustaría hacer algún día cuando tengamos la oportunidad de irnos de vacaciones. Algo que hace que aprenda bastante de él, de sus inquietudes y sueños.

Gracias a este momento he aprendido que en algún momento quiere ir a California para aprender a surfear o estudiar la carrera de periodismo.

Después cuando nuestros estómagos empezaron a rugir de hambre nos subimos a la moto de nuevo en busca de un burguer abandonado en medio de la carretera. Por suerte a las afueras de Valley city siempre hay un burguer y aquí no hay nadie que nos pueda ver.

Yo me pido un menú normal de hamburguesa con patatas y un refresco. Pero noto algo de tensión en Hector.

—¿Que te ocurre? —le pregunto mirándolo directamente a los ojos.

—Es que me apetece coger dos hamburguesas pero no se como no parecer un gordo —dice rascándose la nuca.




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