Todas mis razones para quererte[completa]

Capítulo 18

Son

—¿Entonces cómo vamos a hacer el trabajo? —le pregunto a Amber mientras la veo teclear en el ordenador sin parar y casi sin pestañear. Cualquiera que no la conociese diría que está poseída.

—Pues… —se detiene en seco—. Vamos a buscar la información y después lo resumimos. ¿De acuerdo? —pregunta como si yo supiese que tengo que buscar.

—De acuerdo —digo cogiendo el portátil y haciendo como que busco algo que no tengo ni idea de lo que es.

—Aquí tienes —me da con el brazo extendido un folio y sin mirarme.

Me pongo a leer la hoja de arriba a abajo y comienzo a buscar varios de los puntos.

Dos horas más tarde

—Bueno, creo que ya es suficiente por hoy —dice Amber mientras se flota las asienes y yo me quito durante unos segundos las gafas para limpiarla. Hacía tiempo que no estaba tantas horas delante de una pantalla si no ha sido para jugar. 

—Bueno, pues seguimos otro día —le respondo mientras recojo mi portátil y las dos hojas que he escrito.

—¿Tienes algún plan? —me pregunta extrañamente Amber.

¿Que querra decir con esa pregunta?

—No, seguramente me iré a casa a jugar a la play —le respondo levantando una ceja.

—¿Y tú? —le devuelvo la misma pregunta por curiosidad para saber—. ¿Vas a quedar con Hector? —le menciono aunque no tenga muchas ganas de hacerlo.

—Todavía no lo sé —ahora le preguntaré —dice mientras termina de recoger su estuche y se pone de pie.

Al dia siguiente

Llego hasta la puerta del instituto, tengo la vejiga llena. Necesito ir al baño con urgencias.

Entro, por suerte para mi no hay nadie dentro. Empiezo a orinar cuando escucho una voz bastante familiar entrar dentro hablando.

Es Hector y viene hablando con una segunda persona.

Enseguida reconozco su voz, es la voz de Fran, mi compañero de clase, otro igual que me cae  mal al igual que Hector.

—¿Entonces que le dijistes ayer cuando te dijo de quedar? —pregunta una segunda voz que ya no sé de quién se trata.

—Nada tio, le dije que tenía que ir a entrenar pero en verdad fui a donde tu bien sabes —conforme salen las palabras por la boca de Hector mas interes me genera.

—Que maquina que eres jajajajaja.

—¿Que quieres que haga? es una pesada, si supiera realmente que me ha servido para lo que yo quería —de nuevo Hector vuelve a reírse pero no comprendo realmente a lo que se refiere. Si está hablando de Amber se entiende perfectamente que la está utilizando pero no se si es eso u otra cosa.

—¿Y cuando la vas a dejar? —le pregunta mientras se me ponen los ojos como platos.

—Nada, no creo que haga falta, ya se dará cuenta cuando me vea con mi chica —responde mientras se ríe. 

Sin querer golpeo la puerta y provoco un ruido que hace que Hector y el otro chico se queden en silencio.

—Vamonos a clase que vamos a llegar a clase —dicen mientras salen fuera y se escucha la puerta cerrarse.

Sin hacer mucho ruido salgo yo del baño. Cuando cierro la puerta del baño Hector y el otro chico se encuentran detrás de ella.

—¿Tu te has pesado que yo soy tonto? —me pregunta mientras se va acercando a mi.

Se pone a escasos centímetros su cara junto a la mía. Puedo notar su aliento resoplando sobre mi.

Poco a poco se va echando más sobre mí.

—¿Que has escuchado? —pregunta casi con asco. Y acercándose con el puño cerrado como si fuera a pegarme.

—Nada, no he escuchado nada —miento.

—Mas te vale porque como me entere de algo el problema no lo voy a tener yo —dice echando fuego por la nariz y con los ojos inyectados en sangre.

Le aparto pegandole un empujón y abro la puerta pero cuando lo hago noto como una fuerza golpeando sobre mi espalda provocando que caiga sobre el suelo.

Enseguida me doy cuenta de que estoy fuera del baño y soy objeto de mirada de todas las clases que hay fuera. Quiero desaparecer de aquí. O mejor dicho quiero pegarle a Hector la paliza de su vida. Que no lo pueda contar luego con el tiempo.

—¿Que ha pasado aquí? —de repente un profesor llega a donde me encuentro.

—Nada, que me he tropezado —de nuevo vuelvo a mentir, no me quiero meter en más problemas.

Me levanto del suelo y dando media vuelta me alejo de la mirada de todos.

Llego hasta la clase, Sophia está sentada sobre la mesa. Lleva unos pantalones vaqueros que le quedan como anillo al dedo.

Apenas se inmuta cuando entro por la puerta. Me gustaría  decirle mil cosas, llamar su atención de alguna forma.

Me gustaría ser yo quien le recoloque el pelo cada vez que lo lleve suelto y dividido en mil partes. Me gustaría ser yo quien le dedique una sonrisa cada mañana mientras la despierto. Ser yo quien le lleve el desayuno y quien le lleve a mil lugares distintos cada fin de semana. Sé que no soy digno de sus ojos pero los deseo a todas horas. Sé que no soy reumatólogo pero estoy coladito por sus huesos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.