Todavía te amo

1.2

—Tómate este té, prima —dijo Xena con suavidad, después de que Meryl le había contado todo lo que pasó en casa de los Waller. Dejó la taza a un lado al ver que no reaccionaba y se arrodilló a su lado—. No debí dejarte ir sola a esa casa.

Meryl no se movió. Estaba en el suelo, con las piernas encogidas y la mirada fija en la ventana… esa por la que Rhex había entrado tantas veces.

—¿Por qué se fue así? —murmuró, con la voz quebrada—. ¿Por qué me dejó? Por más que le doy vueltas a esto. No lo entiendo.

Xena la observó con tristeza. Su prima parecía un fantasma: los ojos apagados, la piel pálida, el alma rota.

—Los ricos siempre hacen lo mismo —dijo con amargura y una mirada de "te lo advertí"—. Te engatusan con promesas bonitas, te hacen creer que eres especial hasta que logran llevarte a la cama… y luego desaparecen como si nada.

—¡Pero él no es así! —exclamó Meryl, girando la cabeza con rabia—. ¡Él me ama! Yo lo sé. ¡Lo siento aquí! —golpeó su pecho con fuerza, donde el dolor no cesaba—. No me lo estoy inventando, Xena… Él me amaba de verdad.

Xena la observó en silencio, sintiendo cómo se le partía el alma al verla así. Luego se inclinó para abrazarla con fuerza, como si pudiera protegerla de toda esa tormenta emocional. Pero sabía bien que no había palabras capaces de curar ese tipo de heridas.

Meryl, una joven sencilla, estaba perdidamente enamorada de Rhex Waller, heredero de la familia más poderosa del país… y su repentina desaparición la había dejado completamente destrozada.

La pelinegra se puso de pie con dificultad, tambaleándose como si cada parte de su cuerpo pesara el doble.

—Meryl…

—Quiero estar sola. Vete, por favor —murmuró, abriendo la puerta sin mirarla.

—Prima, no puedo dejarte así —replicó Xena, acercándose con el corazón en la garganta.

Pero Meryl retrocedió, llevándose una mano a la cabeza.

—Voy a… estar bien… yo...

No alcanzó a terminar la frase. Su visión se volvió borrosa y el mundo se desdibujó. Luego, su cuerpo se desplomó como un muñeco de trapo.

—¡Meryl! —gritó Xena, corriendo a sostenerla.

.

***

.

A la mañana siguiente...

Rhex dormía profundamente, su cuerpo débil necesitaba descanso. Habían tenido que sedarlo para que se calmara. El diagnóstico de los médicos no era alentador. La enfermedad avanzaba, implacable.

En la sala de espera, sus padres mantenían el rostro tenso y la mirada fija en el cristal que los separaba de su hijo. Fue entonces cuando Adán apareció.

—Buenos días—saludó con cautela, deteniéndose frente a su madre.

Michael se levantó con lentitud y se le acercó, frunciendo el ceño.

—¿Esa muchacha ha vuelto a preguntar por tu hermano?—preguntó con voz baja, pero dura.

—N-no.. —balbuceó Adán.

Michael suspiró, aliviado. Le dio una palmada en el brazo.

—Bien. En este momento, lo único que importa es la salud de tu hermano y lograr que acepte el tratamiento en Alemania. Esa chica era un obstáculo.

—Lo sé. Es la única razón por la que me presté para esta mentira —añadió con voz tensa—. No quiero que Rhex muera. Y tampoco creí justo que Meryl cargara con la culpa de que él se negaba a irse por quedarse a su lado si descubría lo que estaba pasando.

Adán miró a través del cristal. Rhex yacía inmóvil en la cama, conectado a monitores que no dejaban de pitar.

—Solo espero que todo esto valga la pena… y que él se salve —continúo, con el pecho comprimido.

—No me siento bien —interrumpió Miranda, con los ojos cansados y el bolso al hombro—. Necesito tomar un poco de aire.

—Iré contigo, a mí también me hace falta un poco de aire —dijo Michael, siguiéndola hacia la salida.

Adán se quedó solo. Dejó escapar un largo suspiro. La culpa lo consumía, pero se convencía una y otra vez de que lo hacía por el bien de su hermano.

En ese momento, Rhex se removió en la cama.

Adán entró a la habitación de inmediato.

—¿Adán...? —murmuró Rhex, con los ojos entreabiertos.

—Hola, hermano —respondió con suavidad, sentándose junto a él.

Rhex se quedó mirando el techo durante varios segundos. Un nudo le oprimía el pecho. Las palabras de su padre seguían dando vueltas en su cabeza como cuchillas invisibles.

—No puedo creer que Meryl me haya dejado —susurró, con voz apagada—. Tiene que ser mentira… por favor… tú eres mi hermano y sabes cuanto la amo. Dime la verdad.

Adán apartó la mirada, sintiéndose el peor ser humano del mundo.

—Y-yo… no sé qué decirte.

—La verdad —repitió Rhex, con más fuerza en la voz—. Yo no puedo creer que Meryl me abandonara por estar enfermo… Me niego...

Le sostuvo la mano con la poca energía que le quedaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.