2016, 16 de marzo
¿levanto la mano o mejor me quedo callada? ¿Qué hago? Si contesto. Se burlarán. Si no contexto. Me fallare.
-Sí, valentina-
- 2y es la respuesta correcta – respondo con la mano levantada.
- Es correcto, tienes un punto más para tu examen – premia la profesora Liliana desde el tablero, donde los murmullos no se hacen esperar y lo único que puedo hacer es encogerme en mi puesto.
No debería importarme lo que piensen, pero lo hago.
-Deberían aprender de su compañera – en vez de sentirme orgullosa como lo haría cualquier persona al ser felicitada, resulta todo lo contrario al recordar lo que me pasara a continuación – Siempre tiene notas perfectas –
- Si claro, sigamos a Valen la gorda – burla Catalina desde el fondo del salón.
- ¿Qué ha dicho, señorita catalina? – pregunta con autoridad la profesora de matemáticas.
- No ha dicho nada, profesora – salgo a su defensa, si dejo que la regañen será peor para mí – es un apodo que tenemos entre amigas – sonrío para que me crea.
La mirada confundida no se hace esperar ¿Quién se dejaría llamar de esa manera sin sentirse mal? Sea hombre o mujer siempre se acomplejará por un comentario altivo como el que acaba de soltar mi compañera.
-No me parece que esos apodos sean amistosos – responde con desconfianza mirando en mi dirección y sé que intenta ver un atisbo de derrota para confirmar lo que ocurre día a día.
-Es un juego entre nosotras, Profe – las risitas en la parte de atrás hacen flaquear por un segundo mi sonrisa.
-Lo entiendo, pero no pienso tolerar ese tipo de apodos en mi clase – camina derecha hasta el fondo del pasillo donde se encuentra el grupo de Catalina –Menos si son ofensivos – hace énfasis en la última palabra – La próxima persona que escuche llamar de esa manera a Valentina u otra persona será enviado a Coordinación y por consiguiente dos horas de charla con Sor Sol – Amenaza educadamente, los abucheos y suspiros cansados no se hacen esperar, he empeorado la situación y puedo sentir las miradas quemarme el cuello, aun así no giro mi rostro.
- Si profesora, ¿podemos continuar con la clase? O ¿vamos a seguir hablando de toda la comida que traga Valentina? – Carlos suelta logrando que las risas se intensifiquen y por acto de reflejo toco mi abdomen, solo si no lo tuviera, me dejarían de molestar, ¿Qué tiene que no tenga el cuerpo delgado como las demás? A mí me gusta como soy, me gusta mi cuerpo y amo la comida.
- A coordinación señorita Catalina, usted y el señor Carlos – Exclama la profesora.
Mi corazón se acelera por la situación que se está formando por mi cuerpo, si decide enviarlos a coordinación será peor para mí, me lastimaran más que la vez pasada.
-No profesora – Salgo por segunda vez en su defensa horrorizada – Solo están jugando, no me molestan, no se necesita llegar tan lejos por una broma pequeña – intento mediar la situación poniéndome de pie. Sin darme cuenta mi barriga golpea mi bolso haciéndolo caer y por consiguiente hacer caer todas las donas que traía en mi bolso.
La vergüenza se apodera de mi rostro cuando escucho la risa de todos mis compañeros.
-Cómo decía profesora, no podemos ir a coordinación por decir la verdad – Es verdad, estoy gorda todo lo que hago está mal, ellos no tienen la culpa de mis errores, soy una gorda.
- Si profesora – concuerdan todos.
- Es injusto que los juzgue tan duramente por algo tan simple – Le sigue María del mar.
- ¿Les parece simple el hecho que menosprecien a su compañera? – la indignación es palpable en su voz - ¿les parece normal que la estén menospreciando solo por tener un cuerpo diferente? – camina a mi puesto con la mirada puesta en todos los estudiantes del curso octavo dos que miran a todos lados menos a la maestra de matemáticas.
Se detiene cerca en donde me permite apreciar su delgada contextura ¿Cómo hace para estar en esa forma? He intentado dejar de comer, he realizado semanas de ejercicio, pero nada me da resultado, siempre termino comiendo más de la cuenta.
Su estatura sobrepasa mi regordete cuerpo por unos cuantos centímetros.
- ¿te han intimidado antes? –
- No – susurro – Nunca lo han hecho, son mis amigos – lo repito para que me crea, voltea su cuerpo dando la espalda a los dos chicos que me miran con rabia a la vez que María del mar me enseña el dedo sobre su boca, mostrando lo que debo hacer. Silencio.
- ¿Segura? Sabes que puedes contarme, ellos o quienes sean que te estén molestando ya no lo volverán a hacer – Es lo que más deseo, estar en paz, ¿pero que será de ellos? No puedo dejar que los expulsen ¿Cómo se educaran? Además, no puedo hacerlo porque es mi realidad, soy una gorda y ellos solo me lo recuerdan.
- No hay nada que contar, profesora Liliana, nadie me molesta –
- Bien- cede finalmente – Pero ustedes dos, vayan a coordinación, no voy a permitir esta clase de comentarios en mi clase. Y tu María del mar, ven y ayúdale a Valen a recoger las donas – ordena la maestra a la vez que se aleja con destino a su escritorio.
Nadie se mueve o siquiera me miran.
Si permito que ella recoja mis donas me ira peor de lo que ya estoy. Agacho mi cuerpo con la intención de recoger mis donas y botarlas, no pienso comer esos deliciosos panecillos pisoteados.
-Acaso no me entendiste, María del mar o debo graficártelo en el tablero para que entiendas – regaña la maestra a la mencionada, las risas no se hacen esperar por la forma sutil y educada en que la profesora la ha humillado – ¿He dado motivos para reírse? – levanta la voz – ¿Quieren ir a charlar con Sor Sol? – pregunta y la sola mención de la monja suprema hace que guarden silencio inmediatamente.
Las charlas de Sor Sol siempre se extienden más del tiempo estipulado, habla de tantos temas en uno solo que el terror de escucharla por dos horas se palpa en el salón de clases.