- ¿crees que nadie me quiere? - pregunto en la oscuridad de mi cuarto.
-Yo te amo, mi tita- el susurro de su voz me estremece el cuerpo, los espasmos del llanto vuelven a abrazarme y me hundo en el pecho del hombre que tengo a mi lado.
-Es que me duele mucho despertar- informo y siento el dolor en mis muñecas debido a los cortes que llevan y los puntos que aún no se han retirado -Quiero que deje de doler, no me gusta sentir que me ahogo en mi propia miseria-
Mis padres se han alejado más de lo que éramos antes, mi hermano pronto se ira a la universidad y no sé qué hacer, estoy sola, no tengo a nadie, tengo todas las comodidades que cualquier persona no se puede permitir, cuento con el cariño de unos pocos y, aun así, siento que estoy perdida en medio de todo el océano de gente y no sé qué hacer.
-Ya pasara, tita, estoy aquí, no dejare que mueras en tu miseria- me abraza más fuerte y me permite escuchar el llanto que se acompasa al mío, dejando escapar unas cuantas lagrimas que caen acariciando mis hombros y mi alma abullonada.
- ¿crees que soy un error? -
-No lo eres, eres un tesoro para mí, recuerda que nuestro amor es más grande que la luna y más amoroso que el sol- reitera por décima vez en lo que va de la madrugada y asiento, necesito que alguien me sostenga en estos momentos.
- ¿entonces porque mamá y papá lo creen? -
-Porque no saben lo grandiosa que eres y lo que ese corazoncito es capaz de soportar-
-Pero no quiero que sepan, quiero que estén conmigo, quiero que me amen ¿porque es tan difícil? ¿acaso soy una alimaña? ¿acaso no soy su hija? - inquiero y el llanto se intensifica al recordar que no volverá y que ahora todos se marchan y yo quedare sola, me duele todo el cuerpo y ya no sé qué hacer, la desesperación no me deja pensar con claridad, todo es lejano y todo solo me lleva a la misma solución y yo…
Quiero morir.
-Eres su hija, no te mortifiques por eso, ellos te aman a su manera -
-Pero no lo suficiente, si lo hicieran estarían conmigo ahora- Calla y sé que tengo razón, la penumbra de la casa se confunde con la inconsciencia que poco a poco cansa y debilita mis extremidades por el sedante que puso minutos antes la enfermera.
Sé que sus trabajos son complicados requieren de su tiempo y que no les importo de la manera en que lo hacen mis tías con mis primas o mi abuela con mis primos, pero, aun así, merecía tenerlos a mi lado, que lleguen a dormir a casa, o que al menos duerman bajo mi mismo techo a las dos de la madrugada.
O al menos que no me sean indiferentes.
-Lo siento tanto, mi pequeña, lamento que te hubiese echo nacer, tengo la culpa de todo lo que te ha pasado – musita acariciando mi rostro y solo asiento mientras le sonrió.
Su rostro arrugado por el peso de los años, me sonríe de vuelta sin dejar de derramar lágrimas, al igual que a él, perdimos una de las razones para ser feliz, perdimos a Eros.
-Tú me condenaste, pero, todos los demás se han encargado de matarme lentamente- conozco toda la historia de mi no-aborto, conozco que nunca quisieron que naciera, como también conozco que el hombre a mi lado, no cedió que mi madre abortara, tal vez esa sea la razón por la infelicidad de ella, la tristeza de mi padre y el arrepentimiento de la cabeza de las Santana.
Sé que se arrepiente de haberme traído a este mundo y yo también me arrepiento de no haber muerto en el vientre.
-Lo lamento tanto, tita- susurra entre los murmurios que toman mi cabeza, en donde una mujer me sonríe, un recuerdo me atormenta y un abismo nos separa.
-No te preocupes- le susurro a la mujer que estira su mano y espera que la tome – Te perdono – y caigo a la infinita oscuridad del abismo sin fondo en donde solo puedo repetir que mi familia perdió a Eros, el hombre a mi lado perdió las ganas de morir y yo perdí las ganas de vivir. –Siempre te perdonare, Abuelo-
Mamá dice que una mujer refinada vale mucho en nuestro círculo social, que nuestra reputación es un hecho muy importante y nuestro apellido tiene demasiado peso para nuestro entorno, mi madre es dueña de un porcentaje de la cadena de hoteles del abuelo Antonio Santana y mi padre ejecutivo, alto mandatario de la empresa de exportación de café, aparte de que es conocido por muchos de los cuadros que se retratan en el despacho que ahora mismo observo.
Recuerdo perfectamente el momento en que mi abuelo murió, recuerdo como mi familia se peleó y siguen peleando por los pedazos de hectáreas, fincas, empresas y la cuenta bancario internacional. Comprendí que el mundo es solo una calaña de carroñeros que esperan a ver caer un animal para atacarlo y quedarse con todo, comprendí que por más que llorara a los pies de su cama, extrañándole no iba a volver y me abrazaría como siempre. Había muerto un año después de Eros, y lo entendía ¿Quién quiere pertenecer a nuestra familia, si todos quieren llenarse los bolsillos con su dinero? Nadie. Ni yo quiero pertenecer a esta familia. Solo quiero terminar este año escolar, Lograr lo que tengo entre manos y luego, marcharme a un lugar lejano, remoto, donde me encuentre en paz, donde no me persiga su recuerdo y en donde olvide que los errores a veces tendemos a autodestruirnos.
- ¿Qué haces aquí, Valentina? - Entra la figura imponente de mi padre con una carpeta en sus manos a la que lee sin repasar su mirada en mí.
O sin sentir que soy un estorbo para algunos.
-Hola papá- inicio - ¿Cómo estás? ¿has dormido bien? - pregunto rápido, no puedo ser como ellos y simplemente ignorar el hecho de que mi padre lleva tres noches sin llegar a dormir a casa y cuatro días sin mirarlo, aun en la penumbra de la casa, extraño apreciar sus sombras en las escaleras, es solo eso, nada más.