Capítulo n°6: "Se avecina un problema".

Tian.

He estado todo el día distraído, que saliendo del bar al que voy casi siempre, una chica se estrella conmigo. Cuando está en el piso, me doy cuenta, que es grave. Sus compañeros salen corriendo a ver lo ocurrido, todos me miran mal como no entendiendo lo que paso.

Ellos la levantan con mucho cuidado, su rostro es conocido, pero no recuerdo de dónde. Le cuesta abrir sus ojos debe ser por el golpe que se dio, parpadea varias veces hasta que me enfoca.

Sus ojos son muy bonitos color marrón claros, el pelo largo le cae por los hombros, no es muy alta y de contextura delgada. Su asombro es palpable al verme.

Compongo un poco la garganta para hablar y pedirles disculpa por lo sucedido.

-Te ofrezco una disculpa, no te vi, iba distraído viendo algo en el celular.

Su expresión es indescifrable que en breves segundos se desmaya. La cargo en mis brazos hasta el auto, los demás observan lo que pasa con cara de preocupación y confundidos por mi reacción.

Conduzco lo más rápido que puedo sin prestar demasiada atención a las señales de tránsito. Seguro me van a multar por infringir alguna señalización. Llegamos al hospital general, pido ayuda a unos enfermeros que están en la guardia para que la atiendan.

El médico dijo que no era nada grave, es un alivio saberlo, menudo accidente el que tuve. Por un momento olvide porque estaba tan molesto.

Ingresamos, yo y el doctor, ella estaba a punto de levantarse tomándose la cabeza con la mano.

-No te levantes - observa cómo me muevo con cara de incredulidad.

El hombre canoso que la atendió me deja la receta y la obliga a quedarse en observación unas horas más.

- ¿Qué me sucedió? – pregunta.

-Te desmayaste - contestó, pero ella parece un poco aturdida.

-Gracias, ya puedes irte. Yo me arreglare sola no se preocupe - primero me tutea después me trata como un viejo.

¿Qué le pasa? creo que es efecto del golpe.

-Me quedare hasta que te den el alta.

Mi celular comienza a sonar, le comunico que tengo que atender saliendo a fuera. Es mi padre, lo tengo en la palma de mi mano, veo la llamada con las dos opciones verde y rojo. Se corta, pero vuelve a insistir. Obligadamente contestó en cámara lenta. Ya sé lo que quiere. Ese ha sido mi problema todo el maldito día.

- ¿Qué quieres? – no le debe de sorprender mi tono molesto.

-Quiero que vengas a casa para que hablemos más tranquilos.

-Voy a ir cuando termine de resolver unos asuntos pendientes que tengo.

-Está bien. Pero no tardes ¿sí?

No obtiene respuesta alguna por mi parte. Muy cabreado le doy un golpe de puño a la pared eso provoca un enrojecimiento en ella, aunque nada grave. Es tanta la bronca, ira y rabia que corre en mis venas que haría pedazos en minutos este hospital.

Recuerdo porque estoy aquí que me obligo a tomar asiento para calmarme y volver a la habitación antes que se le ocurra irse sin autorización.

Entrando, la encuentro con uno de sus pies a afuera de la camilla para levantarse.

- ¿A dónde vas? – sus ojos se encuentran con los míos.

-Quiero ir al baño - termina de hablar cuando vuelve a tener una puntada.

-Bien, yo te acompañare - le digo.

Ella no cree que yo esté aquí, su cara la delata, lo único que no recuerdo es su nombre. Sé que es amiga de mi hermana, la he visto un par de veces en la mansión. Pero no me acuerdo si fue a la fiesta o no.

La espero en la puerta del pequeño baño, recostado en el marco para ser exacto. No deja de pasar en mi cabeza la descabella idea de mi padre. Ya le dije que no, aunque sé que no se da por vencido fácilmente.

La chica sale y le ofrezco mi mano para que se apoye y no se caiga. Me di cuenta que todo este tiempo con ella, en el hospital, no ha dejado de mirarme. No tengo idea de porque lo hace.

Ya acostada en la cama se me ocurre preguntarle cuál es su nombre por curiosidad.

- ¿Cómo es tú nombre? – cuando formulo la pregunta desvía su vista a otro lado.

Vi un destello de tristeza, pero no le doy mucha importancia.

-Martina – dice algo apenada y yo solo sonrió.

Estoy un poco inquieto que camino de un lado para otro. La angustia en mí se hace presente con ganas de llorar, trago el nudo que se formó en mi garganta y giro dándole la espalda para que no vea lo que sucede conmigo.

Nunca me he sentido tan fatal, mi poder de decisión es nulo, él siempre quiere interferir en mi vida. No va a ser la primera vez que lo hace.

Martina habla sacándome de mis profundos pensamientos.

-De verdad, ya te puedes ir - insiste de nuevo con eso.

-No, ya te dije que esperare para llevarte a tú casa.

Papá está volviéndome loco, esta mujer no entiende que la voy a llevar así me aseguro que no le paso nada en el camino. Ni siquiera puede caminar dos pasos a la vez sin caerse e insiste que se va a ir sola.

¡Por dios dame paciencia!

-De seguro perderé el trabajo. Seré despedida por torpe - dice sonando a resignación por su parte.

-Yo hablaré con tu jefe, no te preocupes – y eso parece dejarla más tranquila.

- ¿Pasa algo? Lo digo porque te noto un poco inquieto.

Ojalá dejara de hablar eso comienza a irritarme, aunque ella no tiene nada que ver con mi problema.

-Si pasa algo, nada de importancia - contestó intentando ser convincente. Ni yo me lo creo.

-De verdad te puedes ir, yo me iré en un taxi - quizás se iría en autobús deduciéndolo.

-Yo te dije que te voy a llevar. Voy a hacer algunas llamadas en seguida vuelvo.

Otra vez salgo al pasillo para hablar con Romeo, necesito que haga un depósito para pagar el hospital. No demoro mucho nuestras platica, él sabe que era algo urgente lo que le pedí y con discreción.

El doctor entra la habitación seguramente para ya darle el alta. Menos mal, un segundo más aquí con ella perdería por completo la paciencia.

Me da unos papeles que firme haciéndome cargo de todos los gastos que Martina requirió. Obvio que voy a pagar, mi hermana me mataría si se entera que no la ayude. Seria hombre muerto.