Martina.
Be me ha invitado a salir, no es buena idea salir con ella cuando ha terminado su relación. Lo muy probable que suceda es que el alcohol la haga enloquecer, lo llame suplicándole que vuelva a ser su novio. Es deprimente verla así, aunque se lo advirtieron muchas veces y no hizo caso.
En fin, el amor te ciega, te vuelve loco y te hace sufrir como una maldita magdalena. Todo dicen que es lo mejor que te pueda pasar, lo que no contemplo es el amor no correspondido. El infierno en carne propia lo estoy viviendo por él, me enamore con solo verlo una vez, no tuvo que hacer nada para ganarse este corazón loco.
Observo el techo que tiene algunas manchas de humedad, no tiene nada de especial, pero igual lo miró. Lo mismo sucede con Tian, suspiro y me imagino que lo acaricio como esa noche.
Mamá grita desde abajo que de golpe me siento en la cama, esa manía suya de asustarme por nada no la cambia, exagera las cosas hasta mas no poder.
Resoplando bajo a ver que necesita, papá mira el noticiero en la sala junto a su nieto. Se ven tiernos los dos abrazados. Estiro el cuello para saber si están en la cocina por el olor a comida, si lo están.
- ¿Por qué gritas mamá? – mi hermana pica cebolla llorando.
-Necesito que ayudes a picar las verduras para la ensalada.
-Si mi capitán – digo con la mano en la cabeza.
Odio cocinar, no es lo mío. Nada lo es según mi madre. De reojo observo a Lucia, aún no pude averiguar quién es su novio.
-Lucia – ella me mira con ojos llorosos – lloras por el ácido de la cebolla o por el peor es nadie.
Mis carcajadas inundan toda la casa, ella me golpea el hombro tirándome una toalla encima, pero no puede evitar reírse. Mamá también lo hace.
-Eres imposible Martina – se queja de mí.
-Es solo una pregunta y tengo curiosidad de saber quién es.
-Podrían parar de molestarse las dos – nos acusa con una cuchara de palo que tiene en su mano.
Yo intento parecer seria, pero la risa me gana explotando en una carcajada contagiosa tanto que las demás hacen lo mismo. Así hasta que terminamos de preparar el almuerzo, luego entre yo y Lucia tendemos el mantel con vasos y platos para que mamá sirva la comida. Entre risas tenemos un lindo almuerzo, después peleamos porque ninguna quiere lavar los platos.
-Lucia debe lavarlos – protesto cruzándome de brazos.
-No, yo preparé la comida y tú no hiciste nada – me recrimina con el dedo moviéndolo.
- ¡Ya basta las dos! – exclama mamá molesta – Lo van a hacer las dos y punto.
-Pero.... – ella no me deja hablar porque me lo impide con esa mirada asesina que tiene.
-Nada, ya saben lo que tienen que hacer.
Mamá se va enojada a su cuarto, a papá le causa gracia la escena. Creo que la broma se nos fue de las manos. Otra vez me gana la risa, aunque no tan fuerte no quiero enfurecer a mamá más de lo ya está.
Papá también se retira, nosotros levantamos la mesa juntando los platos, es el único sonido que se escucha. Los vidrios que chocan al ponerlos uno debajo del otro. Dejamos todo en la mesada, abro el grifo y cae el agua. Lucia espera que le pase los utensilios para que los seque ubicándolos cada uno en su lugar. A mí me molesta el silencio, ella parece un robot ni siquiera hace una mueca.
-Lucia estas muy callada ¿Pasa algo?
-No nada ¿Por qué? – sus ojos se encuentran con los míos.
-Deja de mentir – baja su cabeza – hace rato estabas contenta o eso parecía.
-Intentaba no sentirme mal.
- ¿Por qué? – suelto todo para conversar con ella.
-Cuando picaba la cebolla no sabía si llorar por el ácido que provocaba o "por el peor es nadie" – hace gesto con sus manos para arriba.
-Ahhh entonces tenía razón con lo que te dije.
Solo mueve diciendo que sí. Me guio por mis instintos abrazándola, ella se seca las lágrimas cuando caen en mi hombro. Le acaricio el cabello para consolarla.
- ¿Quieres hablar de lo que paso con él?
-Por ahora no ya después te lo diré.
Reanudamos el lavado de los últimos platos sucios, de reojo superviso a mi hermana que ya sonríe un poco. Al fin termino con la odisea de ser ama de casa por un día, ya los dolores del golpe que me di desaparecieron, pero tengo un moretón en la espalda. Ese no se va con nada.
Seco mis manos y mis pensamientos divagan entorno a Tian, ¿Qué habrá pasado? Su pregunta me dejo intrigada, ¿A que estará obligado a hacer?
Cuanto más intento permanecer inmune a sus palabras, más pienso en él. Siempre me tomo un minuto para pensar respeto a las posibles finales felices entre él y yo, lamentablemente no hay un nosotros.
Ya olvídalo, hay que divertirse esta noche.
Por mucho que lo niegue tienes toda la razón porque él no me va a rescatar del castillo, tampoco sabe de mi amor por él. Subo corriendo a ver mi posible vestuario para salir con Be. Voy a correr el riesgo y esperaré tranquilamente que alguien me invite a bailar.
Si tienes miedo no vas a encontrar a nadie.
Hay ya cállate, no me molestes intento darme ánimos para olvidarme de una vez por todas de él y tú lo único que haces es recordarme cosas que trato de obviar.
Bueno, no te molesto más, pero recuerda que somos dos en una. Y que no podrás mantenerme en silencio por mucho tiempo.
Es mejor un mono parlanchín que tú. No vuelve a responder así que sigo sacando la ropa del armario.
-Tía ¿Con quién hablas? – salto para arriba tocándome el pecho.
Giro para ver a un niño de cabello rubio, ojos color miel, labios rosados y el rostro con varias pecas muy sonriente.
- ¿Me quieres matar del susto Santino? – él parpadea varias veces.
-No, aunque te escuche hablar con alguien – se sienta en la cama.
Cree que estoy loca por hablar sola, no lo justifico es un niño que va a sacar conclusiones tontas por lo que escucho.
-Charlaba con mi voz interior y escuchaba sus opiniones respeto a lo que hago – él frunce su ceño.