Martina.
El trayecto hasta mi casa fue incomodo, silencioso y bastante doloroso, mis ojos arden por no poder llorar sola. Me niego hacerlo delante de él porque no quiero su lastima.
Él comenzó este fuego, aunque soy culpable no debí beber de esa forma en que lo hice y así hubiera evitado tanta decepción, pero no fui responsable conmigo misma, ahora me lamento.
Odio en la forma en que empezó esto, no sé qué pensara él. Mis sentimientos hacia él son sinceros, aunque dudo que lo sepa. Si alguien me hubiera dicho que esto pasaría, me reiría en su cara porque nunca se fijaría en mi como una mujer.
Yo observo por la ventanilla ni siquiera puedo mirarlo a la cara, estoy muy avergonzada y preferiría que me trague la tierra a seguir a su lado. Su actitud fue un desconcierto total, no esperaba esa reacción por su parte ni mucho menos que jugara a seducirme como si nada.
Trato de contener las lágrimas pensando en tantas cosas a la vez, la incomodidad aumenta a medida que nos acercamos. Su entrecejo se frunce cuando levanto la mirada, girando el volante parece tranquilo, sin embargo, yo soy un manojo de nervios tocándome desesperadamente el cabello. El auto se detiene en la acera, abro la puerta intentando huir, su voz ronca y varonil me lo impiden.
-Martina – con una pierna dentro y otra fuera lo escucho - ¿Te encuentras bien?
-Si lo estoy – contestó con amargura.
-De verdad, te pido perdón por lo que paso – hace una pausa. – No era mi intención hacerte sentirte mal.
-Tú perdóname a mí – una lágrima rueda por la mejilla – nunca debí beber de más.
Con eso salgo como alma que se va a llevar el diablo dando el portazo. Respiro tratando de parecer lo más serena posible y que nadie noté que estuve llorando. No se deben preocupar en vano dándole problemas que yo sola he buscado por mi amor desmedido hacia alguien.
El amor me hizo daño, pero sin merecerlo. El único castigo es amarlo sin corresponder a su corazón, tampoco lo sabe.
Al entrar todos posan sus ojos en mi persona doy una tímida sonrisa caminando hasta la mesa para sentarme, de todos, mamá es la que penetra su mirada con la mía suavizándola cuando Santino le habla.
Sirvo en la taza café temblando por la presión de enfrentar un cuestionario de preguntas, hago el esfuerzo por tomarlo. Pensativa miró el líquido marrón y con el dedo paso varias veces alrededor del borde de la taza, no puedo sacarme la imagen de Tian en el baño.
Sacudo la cabeza haciendo que se vayan todos esos recuerdos que hacen doler mi alma, los ojos se me ponen vidriosos tragando un nudo que se formó en la garganta producto de la angustia acumulada.
-Hija, pareces distraída ¿estás bien? – papá pregunta cuál es mi estado.
-Sí, papá – respondo mirándolo a los ojos.
Después nos levantamos de la mesa, subo escalón por escalón hacia mi habitación. Cierro la puerta con llave recostándome detrás de ella soltando el llanto que seco con mis puños, tiro la cartera en el sillón y mi cuerpo cae en la cama sujetando mis pierdas con los brazos en un ovillo sin parar de llorar.
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Estoy acostada en una total oscuridad, no abrí las cortinas estoy en estado depresivo así que no me preocupa como transcurra el resto del día. El cansancio del cuerpo se acopla a la tristeza haciendo que cierre los ojos lentamente.
La imagen de su rostro vuelve a cruzarse en mi mente, solo he tratado de olvidarlo y ha sucedido todo lo contrario, creí que la fiesta sería un buen encuentro entre nosotros para tener un poco de contacto y nos ser solo la amiga de su hermana.
No paro de dar vueltas a la situación sin ganas decido dejar de lamentarme por todo, obligo a mis piernas acalambradas a levantarme. Abro la ventana dejando entrar algunos rayos de sol, al voltear veo mi rostro marcado por enormes ojeras acompañadas de unas bolsas y las pestañas mojadas de tantas lágrimas derramadas.
Libero a mis pies de los zapatos para tocar el piso sintiendo el frío helado que recorre desde la planta hasta arriba aliviando el calor que ya comienza a subir. Tengo mucho sueño el solo hecho de poner mi cara en la almohada me fastidia porque inmediatamente él viene a mi cabeza sin quererlo recordar.
Cambio mi ropa por otra más cómoda para no sudar tanto. Voy al baño a lavarme la cara, definitivamente soy un zombi viviente después de la noche que tuve ni recordarlo quiero. Todo es muy confuso.
Escucho una vibración que proviene de la cartera, lo saco viendo en la pantalla el nombre de Be, dejo que suene hasta que se corta la llamada. Suspiro, resignada, aliviada no por mucho tiempo, ella insiste de nuevo y al ver que no le voy a responder me manda un mensaje.
"Tú y yo tenemos una conversación pendiente. Nos vemos en la tarde" solo leo la notificación ni me molesto en abrir la aplicación. Hasta que le cuente todo no va a dejarme vivir, así es ella, insistente cuando quiere algo.
Tirándome una vez más sobre el colchón, mis ganas de dormir aparecen de nuevo y no se irán fácilmente, así que opto por cerrar mis parpados pesados del cansancio. Todo da vuelta alrededor durmiéndome en un instante.
El sol ya se esconde en el horizonte, el viento avienta las olas de la playa detrás mío, camino vestida de blanco y un ramo de flores en mis manos. Solo sonrió a las personas que están sentadas sobre la arena en butacas blancas.
Mamá, papá y mi hermana se encuentran en la primera fila. Tian espera con un impecable traje blanco en el altar lleno de jazmines al aire libre. Avanzo a paso firme por el sendero decorado por lavandas sin dejar de mirar a Tian.
Todo es un verdadero cuento de hadas. Una ceremonia sencilla con personas cercanas a nosotros, el violín comienza a sonar cuando llego al punto de encuentro. El cura nos sonríe a ambos, Tian me da su mano para subir los dos escalones y quedar a su misma altura.
Besa mis nudillos que tiemblan de lo nerviosa que estoy. La ceremonia da inicio, los testigos son Be y Romeo antes de proclamarnos marido y mujer, una voz lo interrumpe.