Todo comenzó con una solicitud de Amistad!!! (borrador)

Capítulo n°22: "Mala noticia".

Martina.

Definitivamente este hombre quiere hacerme morir pensando toda la noche en cómo le hago para no ir a esa fiesta, aunque eso le concierne a Púrpura. En que lio me metí.

Disculpa, eso te lo buscaste vos solita.

Piérdete vos interior, necesito soluciones no que me eches en cara lo que hice. Ojalá me cayera en este preciso momento un rayo.

- ¡Martina! – grita mi madre desde abajo. Ahora que hice. - Dios ayúdame te lo pido por favor – hablo en voz alta.

Salgo tropezando con mis pies, sujetándome de la baranda de la escalera para no caerme.

Que torpe somos.

Cállate de una vez. Desciendo peleando con mi otro yo, mamá espera por mi parada en la sala, manos en la cintura. Tengo que respirar al llegar abajo.

- ¿Qué quieres madre mía? – sus ojos parecen lanzar fuego.

-Ayúdale a tú hermana en la cocina.

-Sí está bien – mi corazón se calma al escuchar sus palabras. Menos mal que no era un regaño.

Rápido camino hasta la cocina. Lucia pela verduras poniéndolas en un recipiente con agua. Hoy se encuentra de buen humor porque se ríe sola, ni siquiera se dio cuenta de mi presencia.

-Alguien tuvo una buena noche – comente y creo que la asusté porque voltio todo en el piso – Perdón pensé que te habías dado cuenta que estaba aquí.

-Perdóname tú estoy distraída por eso no te vi – alzamos todo y yo seco la parte mojada.

- ¿Cuál es el motivo de tú distracción? – de los nervios no puede pelar las papas.

-Porque tendría que haber un motivo para estarlo – no me mira – además hay que apurarnos con la comida.

-Podemos conversar mientras lo hacemos – yo pico las zanahorias – no hay problema con eso.

- ¿De qué quieres conversar? – tira la cascara en el cesto de basura.

-Puedo saber ¿Quién es tú novio? – aprieta sus labios para no reírse – Ya dime algo, aunque sea una pista.

-No hay mucho que contar – enciende la hornalla - ¿Por qué no me cuentas tú?

- ¡Yooo! – me apunto con el dedo – Creo que el espíritu santo tiene más compañía que yo – ella se larga a reír a carcajadas.

-De verdad – mueve su cabeza – que tú eres única hermanita.

Única tonta. Corrección las dos somos tontas.

Concuerdo contigo por primera vez. No hay nada que hacerle cuando en el corazón no se manda.

- ¿Quién es el chico que te trajo dos veces seguida en el mismo día? – y yo pensaba que nadie me había visto.

-Él no es nadie en especial.

Mentirosa.

Ya déjame en paz, desaparece de mi cabeza o mi hermana creerá que estoy loca.

Lamento decirte que lo estamos ambas.

Mejor no digo nada. La lucha interna conmigo misma no va a tener fin así que mejor me enfoco en preparar la comida.

- ¿Por qué te quedas callada? – no sé porque quiero saber de su vida amorosa si ella también me interroga sobre un tema que duele.

- ¿Escuchas esas voces? – va a decir que cambio de tema rápidamente, pero alguien está en la sala.

-Ya deja de huir Martina – se detiene parando la oreja.

-Vienen de la sala.

-Sí – mamá entra mirándonos de arriba abajo – no sabía que teníamos visitas.

-Yo tampoco – saca de la alacena cuatro tazas.

- ¿Quiénes son? - vuelvo a continuar con lo que estaba haciendo.

-Es mi hermana y su esposo – mamá se nota algo rara – Apurasen con la comida porque ellos van a acompañarnos en la mesa hoy.

-Sí mamá – Lucia contesta dándome miradas para que no pregunte nada.

Mamá prepara el café, coloca las tazas en una charola y la lleva hasta la sala. El silencio inunda la cocina oyéndose solo el agua hirviendo.

- ¿A qué será que han venido? – soy muy curiosa y necesito saber que hacen aquí.

-Podrías dejar de interrogar – me señala con el cuchillo – y termina de picar los morrones.

-Ahora vas a asesinarme por hablar ¿verdad?

-Sino te callas va a correr sangre en unos minutos.

Reímos como dos locas en un geriátrico. No sé qué rayos vamos a almorzar porque odio cocinar. No me interesa para nada saber fritar un huevo, aunque eso va a ser un verdadero problema el día que tenga casa propia o viva sola.

El ambiente es tenso a la hora de sentarnos en la mesa. Mamá le sirve a la tía Eva y Jorge, su segundo esposo. Ella enviudó hace tres años aún recuerdo que fui obligadamente a ese velorio. Lo que más me gusta de ella es la simpatía que tiene por los niños, trajo muchos regalos para Santino.

La ensalada esta riquísima, el ruido de los cubiertos me molesta, papá come apretando la mano de mamá. Ella le sonríe, pero su plato sigue intacto. Nadie me saca la idea de la cabeza que algo pasa. Seguramente se trata de mis abuelos.

-Tía – Lucia me fulmina con la mirada - ¿Cómo están mis primos?

-Muy bien Martina – bebe un poco de agua – Gracias por preguntar querida.

-No tienes que agradecerme por una pregunta simple – devoró toda mi comida.

- ¿Cómo te está yendo en la universidad? – Jorge entra en la conversación.

-Todo muy bien – aunque tener de profesor a quien amas no es nada sano – Apuesto que Mariano va a estudiar abogacía como su prima.

-Estas en lo cierto – mi tía contesta sirviéndose más salsa en la pasta – solo que no se en que universidad aplicara. Ya sabes cómo es de rebelde.

-Sí lo es – ya estoy llena, explotare en algún momento - ¿Por qué no vinieron contigo?

-Porque no es un viaje de vacaciones – mamá tiene la mirada triste – Cariño, tú abuela se encuentra internada en el hospital.

- ¿Qué le paso? – se precipita a indagar Lucia.

-Se ha caído – su voz se quiebra – se fracturo el brazo y la cadera.

Sus lágrimas salen cayendo al vacío, mamá también llora entre los brazos de papá. La tía Eva se sorbe la nariz en un pañuelo descartable que le da Jorge.

- ¿Cuál es su estado? – ellos se miran entre sí.

-Estamos esperando que suceda lo peor.

Con eso es suficiente para que mi corazón vuelva a sentir dolor, pero esta vez será irreparable al saber que puedo perder a mi abuelita. Ella fue un rayo de luz en mi vida, la aprecio mucho y costo trabajo adaptarnos a la nueva ciudad sin su presencia. La última vez que me abrazo fue en año nuevo.




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