Martina.
Después del juicio todos estaban callados. Todo había salido bien, pero algo pasaba.
Resulta que mamá recibió una llamada de su hermana para comunicarnos una noticia. Una que no esperábamos porque confiábamos que nuestra abuela se recuperara de su fractura, aunque fue lo contrario.
Mamá evito hablar del tema, pero Lucia nos dijo que se solucionaría. Sin embargo, yo sigo pensando que es buena idea irnos a verla, seguramente nuestra compañía la anime un poco. También quiero olvidarme por un instante que Tian se va a casar, es una sensación extraña, a la vez dolorosa.
En la sala abunda el silencio. Ni siquiera hemos festejado que no nos tendremos que ir, aunque para que lo haremos si igual creo que nos iremos.
Sería bueno dejar atrás el pasado que no pudo ser y empezar de cero con nuevas ilusiones. Se siente fatal amar a alguien que no es para ti, ni en esta vida ni en la otra, pero ya no se puede seguir llorando. Definitivamente he derramado muchísimas lágrimas por él y ya es hora de pasar página.
No te veo convencida de tus palabras.
Yo tampoco lo estoy. Llorare todo el camino si deciden que nos tenemos que ir. Yo no he crecido en esta ciudad, pero voy extrañar su acelerada vida sin detenerse a descansar.
Sigo deambulando por la casa pensando hasta en lo imposible. Salgo al jardín, en el fondo, camino por medio del césped acariciando cada hoja de las rosas de mamá. Eso me recuerda a las rosas que plantábamos con mi abuela, como olvidar días donde fui inmensamente feliz.
El día que papá nos anunció la noticia de que lo transferirían de ciudad llore mucho. No quería abandonar a mi abuela ni mucho menos el sitio que tanto cariño me habían dado. Pero esta vez puedo elegir.
Quedarme o irme con ellos.
Desde el fondo de mi corazón quisiera... quisiera muchas cosas, pero abrazar y estar con mi abuela es la única, a la que me niego a renunciar. Quizás sea la última vez que la vea sonriendo, contando sus aventuras cuando era joven. También me da miedo no ver nunca más esos ojos azules como el agua de los mares. Sin embargo, el amor desmedido del cual es portador mi corazón se niega a darse por vencida.
Solo me queda por hacer una cosa antes de marchar.
La noche no tarda en llegar. Sentada en el columpio que hice para Santi veo cómo va iluminando el lugar una hermosa luna. Mirarla fijamente te das cuenta que tiene grietas.
Grietas que son su cráter. Son parecidos a las heridas que nosotros llevamos dentro por errores o aciertos, que aun claman por ser reparados.
Mis ojos se aguan cuando pienso en todo lo que paso. Muchos sucesos inesperados, aunque terminaron por arrebatarme mi propia cordura. Nadie tiene la culpa. No puedes culpar a tu corazón por enamorarse, pero si puedes decidir si dejas hacerte daño o no. Nada fue premeditado o calculado, siempre creí, tenía esperanzas que me amara tanto como yo a él. El dolor por naufragar en un mar de angustia, incertidumbre y dudas sobre ti mismo es incomparable con presenciar tu propio caos.
Caos provocado por alguien, que jamás pedí. Tampoco lo deseé, pero sucedió de una manera inexplicable, sin embargo, desprotegí mi corazón bajando la guardia dejándolo entrar en mi alma para terminar perdida entre lágrimas.
No puedes obligar a que te amé sino lo quiere. Solamente te queda esperar por una nueva ilusión que no tardará en llegar.
Es difícil soltar lo que nunca paso, aunque es fácil imaginar lo que querías que ocurriera. Es un espejismo de lo que hubiera sido mi vida a su lado.
- ¡MARTINA! – grita Lucia desde adentro. Rápidamente seco mi cara para ir corriendo a su encuentro.
Entro a la casa y veo que todos están sentados en la mesa. Nadie sonríe parece que iremos a un funeral por sus caras.
-Ven siéntate, Martina – dice mamá palmeando una silla a su lado. Confundida hago lo que me pide.
- ¿Con que fin estamos reunidos todos? – preguntó y Lucia agacha la cabeza.
- ¡Hija! – exclama mamá sosteniendo la mano de mi padre – Hemos decidido irnos... - traga saliva para continuar – venderemos la casa. Tengo que ayudar con los cuidados de tu abuela. Puedes quedarte si quieres junto con Lucia, pero me encantaría que vayan a verla porque puede que sea la última vez.
De sus ojos brotan incontables lágrimas cuando termina de hablar. Para variar no sé qué decirle.
-No, mamá. Yo quiero ir con ustedes – hablo entre sollozos porque ya no puedo seguir fingiendo ser fuerte – haré el traspaso de mi carrera para no dejarte sola con mi abuela.
-Bien, comprendo – toma mi mano entre las suyas – saben que no me opongo a que sigan con sus vidas aquí.
Asiento secando las últimas lágrimas cuando aparece Santi jugando con su gorra.
-Nosotros también iremos con ustedes, papá – Lucia besa la cabeza de su niño – Sera cuestión de volver a empezar. Ahora ya no somos cuatro, somos cinco.
Ella sonríe evitando llorar para que Santino no haga preguntas, ya que es difícil hacerlo entrar en razón.
-Mañana en la mañana empezaremos a empacar. Ya contractamos una empresa de bienes raíces para que realice la venta de la casa – avisa mamá yendo a la cocina.
-Chicas, la mudanza va a ser un poco tediosa así que le pido que ayuden a su madre en todo lo que puedan. Está muy preocupada por la salud de su madre – nos habla con el semblante triste y cansado – Voy por helado, en seguida, regreso.
-Voy contigo, abuelo – Santi no espera una respuesta y sale delante de él.
Ellos se van y yo miro a Lucia que intenta no romper en llanto. Es difícil abandonar un lugar donde todo está amoldado a tu medida, gusto y familiarizado, pero nuestra abuela nos necesita. No creo que sea difícil adaptarnos de nuevo.
-Todos estaremos bien no te preocupes ¿sí? – y la abrazo. Algunas lágrimas salen sin darme cuenta que estaba llorando también.
-Vamos a ayudar en la cocina – se para Lucia – seguramente está preparando la comida para no llorar.