Todo comenzó con una solicitud de Amistad!!! (borrador)

Capítulo n°41: "No quiero que se vaya".

Tian.

Son la una de la mañana. Quiero dormir, pero no puedo. Giro como un trompo en mi amplia cama. En mi mente solo hay espacio para una persona. Martina.

Esa persona roba mi sueño. No he dejado de pensar en ella desde que terminamos con el juicio de su padre. Tampoco tuve la suficiente valentía para ir a verla. Sería un descaro porque falta menos de un día para la supuesta boda.

Sin mucho que hacer me levanto metiendo las pantuflas en los pies voy a la cocina. Estoy necesitando algo de comer para evitar pensar en ella.

Cuando atravieso la puerta alguien más se encuentra sentada. Es mi madre que parece abatida y resignada, creo que ni se da cuenta que alguien entro. Sirvo un poco de jugo en un vaso y ella, observa su café.

Carraspeo para que me mire cuando lo hace apenas sonríe.

- ¿Madre? – aparto un taburete acomodándome a su lado - ¿Qué tienes? Pareces perdida en tus pensamientos.

- ¡Hay hijo, no querrás saberlo! – exclama suspirando sin mirarme.

- ¿Por qué? Alguna razón debes de tener para estar desorientada en tu vida – sus ojos empiezan a ponerse vidriosos - ¿Qué ocurre?

Trato de presionarla, sin embargo, la paciencia no es mi mejor virtud.

-F... falta poc...poco para... la sentencia... de divorcioo – solloza mientras sorbe su nariz.

Le alcanzo un pañuelo para que seque sus lágrimas por alguien que no la merece.

- ¿Tú crees que será mejor sin él? – preguntó acurrucándola entre mis brazos – Porque a él solamente le debe importar que se quedara sin la gallina de los huevos de oro ¿No lo crees?

-Aun así... duelen tantos años tirados a la basura – habla irguiéndose para mirarme a la cara – ustedes son lo único bueno que me quedan y no puedo permitir que te cases con esa loca.

-Mamá, ese asunto ya está arreglado así que no te preocupes. ¿Quieres?

- ¿Cuál es tu plan? Digo, ya que Emma ya ha repartido las tarjetas de invitación – frunzo el ceño algo dubitativo – ¿Eso no lo sabias?

-Mmm no, pero tampoco interesa quienes son sus invitados – su mirada expresa preocupación - ¡No me mires así, mamá!

-Entonces, explícame lo que vas a hacer porque no te estoy entendiendo – su voz era firme.

Hace a un lado la taza esperando que comience con la explicación de cómo haré para no casarme. ¿Todo está planeado? Claro que sí. ¿Cómo se lo digo sin que ponga "pero"? No lo sé, aunque me reservare esa parte por el momento hasta que lo descubra.

-Solo te pediré que no vayas – suplico ante su atenta mirada incrédula – No te pediré nada más. Sería muy feliz si evitaras presenciar el circo de Emma.

-Bien, pero no te metas en problema – beso su frente poniéndome de pie – ¡Ojalá no sacrifiques tu felicidad por un padre que ni te ve como a su hijo!

-Espero que así sea, madre – sirvo otra vez jugo y salgo volviendo a mi habitación.

Entiendo que este preocupada, pero lo que más me da miedo es que ella presencie la humillación que pasara esa mujer. No quiero que le echen la culpa de tener un hijo tan irresponsable. Se de lo que es capaz, Emma y es mejor no confiar en ella.

La acusara sea o no la culpable de mi decisión. También estará el idiota de mi padre sonriendo como si hubiera hecho el mejor negocio, sin embargo, se quedará con las ganas.

Pensando en miles de estupidez voy a dormir. Intentar dormir antes reviso el celular y veo varios mensajes, aunque el de Romeo me interesa.

"Necesito hablar contigo en cuanto veas el mensaje llámame para que hablemos"

Ayer no había ido a trabajar, quizás es algo sobre el nuevo caso que llego al buffet de abogados. Ni reparo en contestar, ya que es demasiado tarde.

Dejando el aparato sobre la mesa de luz voy introduciéndome a la cama. Estiro el brazo para apagar la lámpara y cuando estoy a oscuras pienso en cualquier cosa menos en esa maldita boda.

++++++++++++++++++++++

El despertador suena a las siete de la mañana. Siento que prácticamente no he dormido nada, mis parpados no quieren abrirse, el cansancio se apodera de mi así que continúo durmiendo.

-Las ventajas de ser tu propio jefe es poder dormir hasta cuando quieras – murmuro entre bostezos.

Sobresaltado despierto porque siento frío. Evidentemente era agua lo que caía por mi cara, al abrir los ojos estaba parado en el centro de la alfombra con una sonrisa conocida. El maldito idiota de Romeo tenía un vaso en su mano riéndose a carcajadas del susto que me dio.

- ¡Maldito idiota! – gruño secándome la cara con la sábana - ¿De qué carajos te ríes? ¿Crees que es muy gracioso?

-La verdad, que si – dice sin disimular su risa – Te dije que quería hablar contigo, pero no, te quedaste a dormir ¿No te interesa saber la noticia?

-Pensé que estabas hablando de trabajo, idiota – comentó recostándome en el espaldar de la cama – Ya dime lo que tenías que contar.

-Pues, no tengo ganas de decírtelo – calla paseándose de un lado a otro y eso me pone de los nervios porque se hace el interesante – En mi defensa diré que se trata de... Martina.

- ¿Qué le paso? – en automático salgo de la comodidad entre mis sábanas - ¡Por favor, di lo que sucede con ella!

-Tranquilo enamorado – pone las palmas de la mano hacia arriba deteniéndome – está bien, aunque no tengo la menor idea de cómo contarte lo que va a pasar.

- ¡YA DÍMELO DE UNA PUTA VEZ! – grito y no me había dado cuenta hasta que él se ríe de mi desesperación – Ya fue mucho, habla – espetó intentando no perder la calma.

-Bien, bien te lo diré, pero siéntate.

Nos acomodamos en el sillón amplio los dos. Romeo parece disfrutar de mi cara de espanto porque estoy deseándole borrarle esa sonrisa pícara de una trompada. Aunque si fuera algo grave no hubiera hecho todo este circo sino me lo hubiera escrito por mensaje.

-Ya suelta todo, Romeo – suspiro frustrado por su risa – o te matare en este preciso momento.

-Está bien, cálmate – no deja de reírse de mi – Be dijo que Martina se va de la ciudad a Puerto Iguazú.




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