POV: Jonah
Parpadeo rápido.
No podía creer lo que estaba viendo con mis ojos.
Makena.
Lucía más afectada que yo. Recobré mi compostura acomodando los papeles que tenía sobre la mesa y dejando de lado el lapicero.
No sabía qué hacer. Debatía entre decirle cuánto la extrañé todo este tiempo o simplemente fingir que no había pasado nada y cumplir la promesa.
No había tiempo y todavía tenía el corazón dolido. Elegí lo segundo.
— Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarla? — fue lo que atiné a decir. Todavía seguía en shock, es decir, ¿Quién iba a decir que estábamos frente a frente nuevamente?
Seguía petrificada en el marco de la puerta. Agradecía que empezaba a oscurecer y ya se terminaba la jornada de trabajo, porque así tendría una oportunidad para hablar con ella, aunque me preguntaba cómo fue que logró ingresar al edificio.
Di un vistazo rápido. Seguía siendo la chica de cabellos castaños ondulados con aquellos ojos chocolates. Mi corazón se aceleró y dudaba mucho poder contenerme.
Quería sentir sus labios contra los míos.
Pero no era el momento, lo sabía bien.
Carraspé un poco, esto se había tornado demasiado incómodo para ambos. Me levanté inseguro de mi asiento y me acerqué lentamente.
Ella pareció reaccionar.
— Di-discúlpeme, y-yo sólo buscaba u-un lugar despejado — tartamudeó un poco. Claramente estaba más que nerviosa.
Sonreí internamente, parecía que no había cambiado mucho. Di un par de pasos adelante y ofrecí mi mano.
— ¿Se siente bien? ¿Le puedo ofrecer un vaso con agua? — pregunté educadamente. Me di cuenta de que estaba aturdida. Quién sabe qué habrá pasado para que quiera alejarse de la multitud. Sabía que no le gustaba ver tanta gente junta y tampoco demasiadas construcciones.
Cuando estábamos en Stillwater las cosas eran más sencillas y pacíficas.
Makena solo tomó mi mano y siguió cuando la dirigí hacia uno de los sillones de mi oficina. Le serví el vaso con agua y lo bebió rápido.
Ahora estaba calmada, pero seguía con ese gesto de sorpresa. No la culpo, yo también estaba en las mismas, pero no podía demostrárselo.
Cada segundo que pasaba intentaba buscar las palabras adecuadas. Me sentía acorralado pero a la vez esa calidez que estaba en mi pecho hacía feliz mi corazón.
— Acompáñeme por favor — pedí. La llevaría a la terraza.
Iba adelante pisando cada uno de los escalones. El café estaba vacío. La escalera externa representaba algo inseguro para todos, aunque era algo momentáneo, pues nuevamente íbamos a ser reubicados en otra parte de la gran ciudad.
Habíamos llegado al pequeño lugar. Se podía ver el cielo estrellado y también las luces de los semáforos.
Makena se había adelantado a respirar profundamente. Yo estaba como idiota preguntándome una y otra vez si debía hablarle y contarle el motivo por el cual estoy aquí, pero creo que ella fue más rápida.
— Disculpe el atrevimiento, pero, ¿Puedo saber qué pasó con su trabajo en Stillwater? — interrogó aún de espaldas.
Lo prefería así. Sería más fácil explicarle las cosas.
— Me transfirieron hace dos meses por algunos papeleos de la empresa — respondí algo quedado.
Estaba dudando demasiado sobre mis acciones porque todo parecía impredecible. Me iba a quedar unos meses más, pero necesitaba saber qué pensaba ella para decirle.
— Oh, vaya sorpresa — hizo una pausa— ¿Y cómo le está yendo? — preguntó sin más.
Me sentía confuso, inquieto y hasta ansioso.
— Está bien por el momento — comenté brevemente.
El ambiente se tensó demasiado por el silencio que se hizo.
Nada era tan fácil como parecía. Aunque entre mis más profundas fantasías me había imaginado encontrarme de nuevo con ella, sentía esa gran espina en mi corazón. No me dejaba expresarme a mi antojo porque también poseía muchas razones por las cuales debía permanecer así. Tal vez soy un cobarde de primera por no querer hablar, pero no sabía lo que pasaba por su mente.
¿Acaso fue la mejor idea insinuar desde un principio que apenas y nos conocíamos?
Durante todo este tiempo lo único que he hecho es preguntarme qué hicimos mal para no seguir juntos.
Tenía demasiado fresca la memoria respecto al último día que nos habíamos visto. El sabor de sus labios y el cálido abrazo junto con sus ojos rezándome amor me motivaba a seguir con esperanzas, pensando que todo lo que sucedió era un simple distractor y que en cualquier momento estaríamos unidos de nuevo.
Pero la sentía distinta. No sabía si tenía esas inseguridades, ni mucho menos si había encontrado a alguien más.
— ¿Ya se siente mejor? — decidí preguntar. La noche ya había caído y las calles estaban congestionadas.
Ella se dio la vuelta lentamente con una leve sonrisa en sus labios. Sentí que la respiración se me cortó.
Makena, aunque quizás no te lo mencioné tantas veces como tú, quiero que sepas que te amo y eso no ha cambiado a pesar de todo lo que discutimos.
Asintió con su cabeza y a continuación avanzó hasta mi posición.
— Gracias — murmuró para empezar a bajar los escalones, de vuelta a la oficina.
Seguí detrás. Ella esperaba en la entrada de la escalera.
— Lamento haberle quitado su tiempo, no era mi intención — dijo de repente. Me miraba directamente a los ojos y yo hacía lo mismo.
— No se preocupe por eso, si gusta puedo acompañarla hasta la estación de buses — me ofrecí sin pensármelo demasiado.
Makena abrió más sus ojos por la sorpresa, para luego corregir su expresión.
— Es mucha molestia, no se preocupe — responde negándose.
Vamos, quiero verte unos segundos más.
Todo era impredecible, no sabía si volvería a verla e incluso y ella querría hacerlo.
— Ya terminé mi jornada de trabajo, no es ningún problema — insistí. Makena parecía debatir internamente si aceptar o no, así que volví a dar otro paso.