Aceptar la realidad
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Jhon continuó enviando cartas, esperando una respuesta que nunca llegó. Ella seguía presente en su vida, una sombra que se deslizaba entre sus días, pero sus palabras se habían convertido en un eco distante, un murmullo que no lograba atravesar la barrera de su indiferencia.
Jhon la observaba desde la distancia, intentando descifrar el enigma de su silencio. Sus ojos, que una vez brillaron con una chispa de complicidad, ahora reflejaban una frialdad impenetrable. Su sonrisa, que antes iluminaba su rostro, se había convertido en una mueca distante, un gesto vacío de significado.
El corazón de Jhon se marchitaba lentamente, como una flor que se desvanece bajo la sombra de la indiferencia. Cada carta que escribía era un grito silencioso, una súplica que se perdía en el vacío. La esperanza, que una vez lo impulsó a escribir, se convirtió en una carga pesada, un lastre que lo hundía en la desesperación.
Una tarde, mientras caminaba por el parque, Jhon la vio sentada en un banco, leyendo un libro. Se acercó a ella, con el corazón latiendo con fuerza, esperando un cambio, una señal que le devolviera la esperanza.
"¿Por qué?", preguntó Jhon, con la voz quebrada. "¿Por qué me ignoras? ¿Por qué no me das una respuesta?".
Ella levantó la vista del libro y lo miró con indiferencia. "No hay nada que decir, Jhon", respondió. "Solo... déjame en paz".
Las palabras de ella fueron como un puñal, atravesando el corazón de Jhon con una crueldad silenciosa. La última chispa de esperanza se extinguió, dejando solo un vacío helado en su interior.
Jhon se alejó de ella, con la mirada perdida y el corazón roto. Supo que había llegado el momento de rendirse, de aceptar la realidad de un amor no correspondido. Ya no había cartas que escribir, ni palabras que decir. Solo quedaba el silencio, un eco vacío que resonaría en su alma para siempre.
Jhon dejó de escribir, dejó de buscarla, dejó de esperar. Se sumergió en la monotonía de su vida, intentando olvidar el amor que nunca fue suyo. Pero el recuerdo de ella, el eco de su indiferencia, lo perseguiría como un fantasma silencioso, recordándole la fragilidad del amor y la crueldad del silencio.
**Fin.**
Con este libro quiero recordar que a veces al estar enamorado damos demasiado y lo intentamos una y mil veces por más que se intenta nunca florece ese amor porque simplemente no se puede obligar a alguien amarte... Y por muy triste que sea hay que aceptarlo y seguir con nuestras vidas sin esa persona aprender a valorarnos y no seguir lastimando te tu mismo aferrado a algo que jamás pasara.