Debido a los últimos acontecimientos, mi foco de atención había cambiado de manera repentina. El lado bueno de todo eso era que aquello me mantenía distraída y no tenía tiempo para lamentarme y maquinar ideas para solucionar mi pequeño problema.
Tenía una nueva meta: Salvar a Dúpin.
Y aunque todavía todo parecía poco creíble, decidí que dejaría de cuestionar tanto los discursos fantasiosos de Ángel y le ayudaría cuánto pudiera. Al fin y al cabo la tarea era sencilla; sólo tenía que, de alguna manera, enseñarle a Ángel a adiestrar a su gato.
Aquella tarde que apareció en mi cuarto y decidió establecerse por un par de días casi me volví loca, pero de algún modo ese maldito desgraciado logró convencerme. Él dijo que su padre mataría a Dúpin si no aprendía a comportarse, ¡¿Cuál era el problema de ese hombre?! Aunque su hijo tampoco se quedaba atrás. Si mal no recuerdo en algún momento él quiso matarme, o bueno, que su gato me matara. Ahora que lo reconsidero, ¿En verdad debería ayudar a ese chico? ¿Qué si me robo al gato y ya?
—¿De verdad tengo que ponerme tu falda?—Bajo mi punto de vista Ángel no estaba cooperando en lo absoluto.
—Mira, la situación es la siguiente, si quieres que te ayude tendrás que pasar tiempo conmigo, y verás, yo me la paso metida en la escuela cinco días a la semana. Puedes vestirte con mi uniforme viejo, eres bonito, unos cuántos arreglos y quedarás como una linda chica. Nadie se dará cuenta.
Ya había formulado un plan. Ángel y Dúpin podrían quedarse en el ático de mi casa, donde se guardan los adornos de navidad y que en consecuencia sólo se visita en diciembre. Difícilmente alguien los encontraría allí.
—Gracias por decirme que soy bonito—dijo Ángel empleando un tono divertido—, y la verdad me da igual usar una o falda o no, el problema es que esa es demasiado pequeña para mí y se me vería todo el trasero. En todo caso, ni loco iría a tu escuela. Tengo un mejor plan que el tuyo; faltas a la escuela toda la semana y te quedas aquí ayudándome con Dúpin.
—Es mi casa y es mi ayuda la que necesitas, haremos las cosas a mi manera, ¿has entendido?—Tenía las manos apoyadas a ambos lados de la cintura. Le miraba con enfado, pero su respuesta a mi serio y amenazante lenguaje paraverbal no fue otra cosa más que una risotada. Él podía hacerme sentir indignada con facilidad.
—Ay, perdona. Es que no puedo tomarme en serio a una cosita tan tierna enojándose, lo siento—Aquello no lo esperaba. Sin quererlo sentí un ardor en mis mejillas, ¿me había sonrojado por algo tan ridículo?—, te propongo algo. No empezamos de la mejor manera, es verdad que yo intenté matarte, pero tú también trataste de robarme al gato, así que... digamos que estamos a mano.
Quería discutirle aquello, pero me pareció que el muchacho, muy probablemente, sí estaba mal de la cabeza y no conseguiría entender mi punto de vista.
—Ya que vamos a tener que pasar un tiempo juntos, creo que podríamos intentar llevarnos bien—sugerí.
—¿Entonces nos llevábamos mal?—preguntó, alzó una ceja y luego me miró expectante—, yo sólo digo que acabamos de conocernos.
—¡Sí! pero bajo unas circunstancias muy extrañas—bufé—, ¡incluso intentaste matarme!
Ángel rió y luego revoló los ojos. Definitivamente ese muchacho carecía de sentido común—, que yo sepa tú no te has disculpado por haber secuestrado a Dúpin.
—¡Estaba acorralado por perritos!—Le grité entre susurros. Había tenido que estar así casi todo el rato que llevábamos allí. Las paredes eran gruesas y nos hallábamos a una distancia prudente de mis padres, pero por precaución no estaba de más tener un poco de cuidado.
—Es verdad, yo lo dejé ahí. ¡Tenía que aprender a pelear y tú lo arruinaste todo! Maldición, había olvidado eso. Con mayor razón estás obligada a ayudarme.
—¡Con mayor razón debí habértelo robado! ¡Estás demente!
—¿Demente? No. ¿Desesperado? Sí.
Y ese fue nuestro primer día juntos, o al menos parte de el. No conseguimos ponernos de acuerdo, ya que ninguno quiso adaptarse al plan del otro. La única solución posible fue dejar las cosas tal cual estaban; yo ayudaría a Ángel sólo cuando dispusiera de tiempo y siempre después o antes de la escuela. En el fondo pensaba que ese chico estaba exagerando, ¿qué tan difícil podría ser tratar con un gato?