Todavía quedaba poco más de una hora para que fuera prudente ir a visitar a Gabriel. Los años pasados frecuentaba pasar parte del día con él e ir a comer a su casa, pero nunca antes había ido de noche, menos a una especie fiesta. Tampoco estaba segura de qué ropa era mejor usar, llevaba demasiado tiempo hurgueteando entre el desorden de mi armario y nada de lo que encontraba me dejaba conforme.
Además de la ropa, tenía otro problema ¿Qué haría con mi nueva mascota? Me preocupaba dejarle solo en casa y que algo malo pudiera ocurrir. Hasta el momento mi plan era llevarlo conmigo, pues no creía que Gabriel fuera a molestarse.
—Tienes que portarte bien, ¿De acuerdo?—Le hablé al gatito, quien se mantenía desde hacía horas recostado sobre mi cama. A lo mucho había hecho una caminata para pedir algo de comida—, eres la criatura más perezosa que he conocido, ¿sabes? —Lo más probable era que junto a mí el gato prontamente se convertiría en un luchador de zumo.
Después de pasar un largo rato eligiendo qué vestir me decidí por un bonito y sutil disfraz de pollo. En serio, yo tenía uno guardado desde mi fabulosa, primera, última y única presentación en una obra de teatro de la escuela. Ser el pollo me hizo ganar una fama desgraciada por algún tiempo en el pasado. Habría quemado el traje de no ser porque me lo fabricó mi papá con mucho esfuerzo. Tenía clarísimo que jamás volvería a usarlo, pero siempre estaría dentro de mi armario para recordarme mi desgracia.
Una sudadera rosa y un pantalón parecieron adecuados. Antes de dejar mi habitación terminé de escribir la carta de felicitaciones y la metí dentro del regalo para Gabriel. Todos los años, desde que lo conocía le daba una. Es esta ocasión la portada tenía un bonito dibujo de unas vacas disfrazadas de caballos. No le había escrito nada particularmente cursi, ya que imaginaba que si lo abría en público y leía un poco, yo moriría de vergüenza.
Cuando fueron alrededor de las diez de la noche me encaminé a casa de Gabriel en compañía de Dúpin. Lo llevaba dentro de un bolso, para que mis padres no le notaran al salir de casa, pero apenas estuve lejos de la vista de mis tutores, tomé al gatito y lo llevé en brazos hasta quedar frente a la puerta de mis vecinos. Gabriel fue quien me recibió y sus ojos se abrieron enormes, mirando justo en dirección al gato.
—¡¿Otro gato? ¿De verdad le has traído otro gato a mi abuela, Sofía?!—Gabriel se golpeó la mano con la frente y negó en señal de desaprobación. Luego se hizo a un lado para que yo pudiera pasar y apenas eso ocurrió vi a la Abuelita de Gabriel mirándome con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Es hermoso, querida! ¡Es encantador!—Dijo la abuela Teresa. La pequeña anciana se había acercado hasta mí para tomar al minino en brazos, pero apenas lo hizo noté a Dúpin volverse rígido, así que le alejé del contacto con ella y con apuro y poco cuidado lo escondí tras mi espalda.
—Es mi gato, señora Teresa. Es muy conflictivo… Sólo deja que yo le toque.
—¿Tu gato? Pero si tus padres no te dejan tener gatos, muchacha—comentó la abuela riéndo.
—Bueno, la verdad es que se lo estoy cuidando a un amigo, pero mis padres no saben eso y no deben saberlo, porque no me dan permiso…
La señora Teresa soltó una encantadora y tierna risa de abuelita y luego se acercó demasiado a mí, sólo para apretarme los cachetes y luego salir huyendo, como si fuera la peor y más pilla criminal de todas.
—Bueno, me alegra saber que no has traído otra bola de pelos a mí casa, Sofi. De verdad.
Acomodé a Dúpin en uno de mis brazos y con el otro me acerqué para saludar a Ángel de la manera más cariñosa posible. Luego le entregué mi presente y por fortuna, lo abrió enseguida.
—Oh, Sofi… No puedo creerlo, ¿Tú has hecho esto?—Asentí. Me sentí ligeramente avergonzaba en aquel momento, estaba insegura ¿de verdad era un buen regalo? Había fabricado un peluche, haciendo una mini versión de él. Vestía sus pantalones y su suéter favorito, aquel que tenía un dibujito de alíen en el centro.
—También me ha ayudado mi papá con la ropa. No resulté muy buena en eso, pero…
—¡Es genial! De verdad, me encanta… Gracias, Sofi—Gabriel se abalanzó para abrazarme, y estuvo a punto de concretarlo cuando un chillido de Dúpin nos hizo dar un salto y alejarnos. Hice callar al gatito y lo dejé en el piso, sólo entonces logré abrazar a mi amigo.
—Feliz cumpleaños, Gabriel. Ya eres otro año más viejo.
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Editado: 28.10.2018