Todo es por ti

Capítulo 14: "Sentimientos"

Elegir la ropa diaria era un fastidio. Lo fácil de ir al colegio era tener esa tarea hecha gracias al uniforme escolar, pero llevaba tantos días faltando a clases que las cosas estaban complicándose un poquito. Y quizá hubiera podido quedarme en pijama todo el día de no ser porque Gabriel pasaba a visitarme todos los días y, en consecuencia, yo tenía que salir corriendo a dar un largo paseo para que no me viera en caso de que mis padres le abrieran la puerta.

No era que no quisiera verle, tampoco que estuviera enojada o algo parecido. Sí extrañaba su compañía y le quería de vuelta, pero ¡me sentía culpable! Lo que había pasado con su ex novia tenía mucho de mi culpa, quizá si yo no hubiera intervenido las cosas habrían sido diferentes. Tal vez me apresuré en actuar.

Ángel me regañaba al principio por faltar a la escuela, el chico comenzaba a parecer mi padre y ¡quizá peor!, ya que mis padres no se metían demasiado en eso, supongo que habían asumido mi decisión de tomar clases particulares, aunque todavía no les daba una respuesta y ya iba a cumplir una nueva semana faltando.

Quien más me comprendía era Dúpin, mi lindo e increíblemente tierno gato. Me sorprendía un poco el hecho de que se mantuviera tan pequeño, al iniciar la semana había decidido aumentarle la ración de comida, pero dejé de hacerlo cuando Ángel me hizo notar el evidente sobrepreso que estaba generando en el gatito.

Me aburría muchísimo en casa y aunque Ángel pasaba gran parte del tiempo en mi ático, no me dejaba estar allí. Decía que era peligroso o que terminaría arruinando algo. Aunque algo nuevo había aparecido en mi rutina gracias a él; los desayunos eran siempre algo novedoso y muy rico. Yo me esforzaba por convencerlo para que preparara el almuerzo y también la cena, pero el muy cabezota no salía de su guarida hasta el día siguiente, así que yo me alimentaba la mayor parte del tiempo de yogurt y cereal.  

En resumidas cuentas los últimos días para mí habían girado en torno a rutinas como desayunar con Ángel, hablar con el gato, acariciar al gato, alimentar al gato, perder el tiempo en alguna payasada en internet, volver a alimentar al gato, dormir con el gato, castigarme por sobrealimentar al gato, huir de la visita de Gabriel, comer algo y dormir. Algo más o menos así… Y, a decir verdad,
me estaba hartando.

Pero no era sólo estar harta de mi rutina, sino que la cosa llegaba al punto en que estaba comenzando a odiar mi vida, a odiarme a mí misma por no hacer algo para cambiar mi situación. No me sentía valiente para volver a clases, estaba insegura de seguir con mi plan anterior por miedo a que tuviera malos resultados como con Gabriel. No quería salir de casa, necesitaba sentirme segura. Pensaba que al pasar el tiempo mejoraría, pero no, a veces sentía una ansiedad tremenda y llegaba a desarrollar pensamientos terribles. Me creía inútil, un ser humano haciendo bulto en el mundo y… ¿qué si era real?

Realmente no soy un aporte, ¡no hago nada bueno! Mi inteligencia es promedio, no soy bonita, no tengo un talento, no sé sociabilizar. Soy un enorme desastre.

—¿Es rutina llorar todas las noches antes de dormir?—Ángel había entrado en mi cuarto y había encendido la luz sin que yo lo esperara. Debían de ser alrededor de las doce de la noche, quizá un poco más. Lo vi apoyado en el marco de la puerta, estaba vistiendo ropa que era de mi padre. Me había visto obligada a hurtar en los cajones de papá para conseguirle algo de ropa, incluso interior, y es que habían pasado días y él no podía seguir con lo mismo siempre, porque de ninguna manera me iba a fiar de sus “hechizos para lavar ropa”, parecía que los había aprendido hace poco, porque al menos cuando me lo había intentado enseñar terminó quemando una de mis prendas.

—¿Qué haces aquí? ¿Es hora del desayuno?—Dije algo sólo para distraer la atención de mis lágrimas. Quizá me había vuelto más sensible con el pasar de los días. No estaba tomando bien las cosas y lloraba como bebé, pero ¿eso él cómo lo sabía? Yo daba por supuesto que Ángel no salía del ático hasta la mañana siguiente.

—No, y ya no lo será más, porque me marcho. He terminado con lo que debía.

—¿Qué? ¿Cómo?—Las lágrimas dejaron de sentirse en mi cara y de pronto estuvieron latentemente en mi garganta. Las palabras de Ángel me habían tomado por sorpresa.

—Eso, paso para despedirme y ofrecerte, por última vez, mi ayuda. Aunque de aceptarla, no olvides que todavía me debes un favor.

—¿Un favor…? Sí…—Lo recordaba, eso había sido a cambio de la ayuda a Gabriel. Gran error.




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