Las doce marcando en el reloj. El gatito pequeño y rechonchito ronroneaba plácidamente recostado sobre mi regazo mientras sostenía con cuidado y sobre él un enorme libro. Necesitaba ponerme al día. Estudiar muchísimo.
El día había resultado… ¿bien? Sí, todavía estaba meditándolo. Mi nuevo novio había “venido de visita” después de clases y le habían conocido mis padres. Obviamente no les dije que era “mi novio”, lo presenté como un amigo, además ¡Él ni siquiera era mi novio en realidad!
Apenas mis padres lo despidieron poco antes de que el cielo oscureciera, debí correr a mi cuarto para lanzarle una soga a Ángel y que así subiera por mi ventana sin mostrar sospechas. Esta nueva vida junto a Ángel resultaba adrenalínica, pero a decir verdad, me encantaba
No hablamos mucho después de eso. Una vez entrada la noche él me avisó que intentaría estudiar y había dicho que podía hacerlo solo. Además, yo también tenía bastante por repasar.
Sentía mucha inseguridad todavía, pero no quería pensar demasiado en eso. Lo importante, de momento, era que todo estaba resultando más o menos bien. Que al fin podría ir a la escuela en paz, que tenía un nuevo amigo y que debía ayudarlo.
—Tengo hambre—Ángel apareció de pronto asomándose por la puerta de mi habitación. Lucía cansado y traía algo en sus manos—, haré un libro de recetas para ti.
Dejé el libro que estaba leyendo sobre la mesita de noche y acomodé al gatito encima de una almohada. Guardaba un paquete de galletas en uno de los cajones de mi escritorio, me parecía bien para compartir con Ángel a las tres de la mañana.
—¿Un libro de recetas para mí? No soy buena cocinando, tú sí… Puedes cocinarme toda la vida, yo no tengo problema.
—¿Toda la vida? ¿Qué clase de propuesta es esa? Que yo sepa, apenas llevamos un día de novios y a tus padres ni siquiera les has contado la verdad sobre mí.
Le dediqué una mirada de odio, lanzándole rayos invisibles de la muerte con mis ojos.
—Pensé que preferías mantener en secreto el tema de la magia—Por supuesto estaba procurando serle irónica.
—Ha ha…—Ángel hizo una especie de mueca, y qué curioso que hasta eso le hiciera lucir bien.
—Hoy dijiste algo muy curioso en la escuela…
—Son las 3 A.M, ¿vienes del futuro?—tenía una sonrisa boba en el rostro. Maldito burlón.
—Ayer…—me corregí. De pronto mis latidos decidieron comenzar a descontrolarse—, tú dijiste que yo te gustaba.
Ángel rió por lo bajo y me observó con una atención que resultaba siniestra, haciendo flaquear cada uno de mis huesos. ¿Desde hace cuánto él había conseguido el poder para hacerme sentir de esa manera? Yo no estaba enamorada de Ángel.
—Es verdad, fue lo que dije.
Un silencio incomodo se precipitó después de eso. ¿De verdad él no iba a decir nada más? Me sentía en un suspenso inquietante.
—¿Verdad? ¿Verdad que te gusto o verdad que dijiste eso?— Ya, ya… No era tonta, pero en aquel momento me sentía embobada.
—Las galletas son una maravilla.
—¿Qué?— Él había ignorado mi pregunta de una manera muy tonta. ¡Ni siquiera había probado las galletas!
—De pequeño tuve un maestro que solía darme de sus galletas. Creo que lo hacía porque le deba pena… Era un niño muy solitario y de apariencia pobre.
—Ángel, es en serio…
—Fueron las mejores galletas que probé en mi vida. Las preparaba él, ¿sabes? Hasta ahora no he logrado dominar la receta.
—Podrías preguntarle…
—He pensado que podría, pero es complicado.
—Claro… No ha de ser fácil regresar a ese lugar.
Ángel ya no tenía aquella sonrisa juguetona en sus labios, y decidí que por esa vez dejaría pasar mi curiosidad.
—No es exactamente eso, pero sí, no es fácil.
—Tu mundo es un revoltijo de problemas, ¿no?—Le sonreí y le lancé las galletas para que las alcanzara. Por desgracia, sus reflejos fallaron y terminé golpeándole en la cabeza.
—Creo que me iré a dormir—avisó. Se acercó hasta quedar frente a mí y se inclinó para darme un pequeño y rápido beso en la frente—Descansa, en unas cuantas horas más será hora de levantarnos.