Todo estará bien

Capitulo I

Parecía calmado echado boca arriba sobre la litera, sin embargo, debajo de la aparente tranquilidad, se agitaba un torbellino de pensamientos y emociones encontradas. Tenía la cabeza acomodada sobre el hueco de sus dos manos entrelazadas y observaba inexpresivamente la penumbra como tratando de discernir el techo atraves de ella.

Se suponía que debía sentirse feliz: en pocos días sería un hombre libre. Libre después de cumplir quince de veinte y cinco años de condena, y ni más ni menos, que por matar a su esposa; aunque desde luego, él no la había matado. Se lo había aclarado a su abogado, se lo juro al fiscal, se lo repitió mil veces al juez, un millón de veces al jurado y a la prensa, pero al final; nadie le creyó. Existía una pistola con sus huellas y una docena de pruebas circunstanciales que la fiscalia utilizo para incriminarlo y llevarlo a juicio. El resto; fue cuestión de irle relatando al jurado, en cada disertación, una historia coherente y aprueba de toda duda. Y, Henry Fellini (el fiscal con rostro de modelo de revista y vocación teatral), lo había conseguido, con tanto éxito; que al final de su última intervencion había logrado convencer de su culpabilidad incluso a los parientes de su querida Esther. Ahora: quince años después, y el ya con cuarenta y uno, echado boca arriba sobre la cutre litera, se dejaba consumir por la incertidumbre, y el miedo a su reencuentro con la libertad y el mundo que había dejado atrás.

¿Qué sería de él fuera de la prisión? ¿cómo podría reconciliarse con el mundo que lo condeno? ¿Cómo empezar de nuevo a una edad en que más bien debería estar disfrutando de uno o dos nietos? ¿Cómo exorcizar el resentimiento y la rabia acumulada después de 15 años de autocompadecerse y rumiar odio? ¿Cómo liberarse del dolor y el luto por su querida Esther; que aun pesaba en su corazón, y lo atormentaba al soñarla cada noche y en cada ocasión que cerraba los ojos? ni consciente ni dormido era capaz de eludir su recuerdo, y por lo que a él concernía, bien podían tirar al mar la llave del calabozo y dejarlo a él alli: pudriéndose, mientras se cebaba solo en su amargura y sus resentimientos. No estaba listo para ser un hombre libre. Nunca lo estaría. Acabaron con su deseo de vivir el día que mataron a Esther, y sepultaron cualquier posibilidad de que lo superara y llevara aunque sea una media vida el día que lo culparon a él y lo encerraron en aquella mazmorra. ¿Para qué diablos querían liberarlo ahora si no le habían dejado nada por qué vivir?

-¿Todavía estas despierto? -le pregunto el preso que dormía en la litera de abajo.

-Si,todavía.

- Serás un hombre libre, te guste o no, mejor hazte a la idea. Duerme un poco y deja de atormentarte tanto.

- ¿Y tú? ¿Qué haces despierto aun?

- ¿Yo? Yo tengo sesenta y seis años, los viejos no necesitamos dormir tanto.

-Como voy a extrañar tu sentido práctico y tus embustes. Ojalá fueras tu al que liberaran y no a mí, Nicolas.

- ¡Estas loco! -Le recrimino Nicolas-. Me condenaron por estafar a un montón de gente. Arruine miles de familias e indirectamente acabe con muchas vidas. Soy culpable, y no me arrepiento ni un pelo de eso; es más: te juro que si me dieran la oportunidad volvería a repetirlo todo y sin dudarlo. Tal vez la única diferencia, seria que una segunda vez no me dejaría atrapar tan fácil. Soy un hombre peligroso y sin escrúpulos, Alberto. Por el bien de todos, estoy mejor aquí adentro, que haya afuera. Aparte: no estoy seguro de sobrevivir más de una semana en la calle; hay mucha gente afuera esperando que cruce la puerta de este presidio para ajustarme cuentas. Tu por el contrario, eres un hombre inocente. Lo supe desde el primer día que te vi.

´´Este hombre´´ me dije ´´Está pagando por algo que no hizo´´. Soy estafador, y uno muy bueno; y los estafadores tenemos una pericia especial para identificar a la gente noble y cauta de los cínicos y los truculentos. Como sea: Por lo que me has contado afuera te esperan tus padres y buenos amigos que creen en tu inocencia, y que te han dado apoyo todos estos años, así que: tan de cero no empezaras. Solo date tu tiempo, amigo, y procura no fallarles. Se los debes.

- ¡Comenzar! -Exclamo Alberto. - ¡Comenzar! ..... No podre hacerlo sin Esther. Toda mi vida hasta donde recuerdo giro alrededor de ella. Nos criamos juntos sabes; y estuve prendido de ella desde siempre. Era tan alegre, tan extrovertida y adornada de coqueterías, y yo: me desvivía tanto por agradarla, complacerla y aprovechar cualquier excusa y oportunidad para estar a su lado. La idolatraba, y le servía con tanto cariño y devoción, que incluso era capaz de enemistarme con cualquiera que me sugiriera que solo me utilizaba como un esclavo, porque al final; me gustara o no, eso es lo que hacía. Ella era caprichosa, cruel y manipuladora; no exactamente bonita, pero si encantadora e inclinada a rodearse más de varones. De pequeña las otras niñas la criticaban, porque resentían que los juegos que se organizaban alrededor de ella siempre parecían más alegres y divertidos. Yo tenía que estar compitiendo siempre por su atención, y las cosas no cambiaron mucho cuando entramos a la adolescencia, si acaso, empeoraron: porque ella comenzó a distanciarse de mi y a rodearse de malas amistades. Para entonces mi presencia no tenía cabida en su vida, más, que como una especie de muro de los lamentos: conmigo desahogaba sus frustraciones y desengaños, y a lo largo de aquel periodo tan doloroso y sombrío para mí, y tan despreocupado, alegre y colorido para ella; me destrozo el corazón dos veces. Dos veces; en que sufrí la amenaza de perderla para siempre. Dos ocasiones en que acudió a mi, ahogada en lágrimas, y sin deseos de vivir más. Fui paciente con ella, Nicolas. Supe esperarla y, al final: una noche vieja, y al calor de los tragos, nos besamos por primera vez. Supongo, que hasta esa noche supo interpretar mis sacrificios por ella, y su corazón hayo el camino hacia el mío. Aquel beso cambio todo. Fue un beso casto, puro, ingenuo, un beso iluminador. Cuando anunciamos nuestro compromiso la felicidad no cabía en nuestras familias: los padres de ella estaban contentísimos de que finalmente se formalizara y dejara de andar dando de qué hablar, y los míos, que la querían como si fuera hija propia, estaban convencidos que a mi lado cambiaria: y así fue Nicolas. Esther fue conmigo una novia perfecta, y luego una esposa intachable. Y, yo, que había construido toda mi existencia alrededor de ella ¿Por qué iba a querer matarla?. Te juro que era tan profundamente dependiente de su presencia en mi vida, que incluso hubiera podido perdonarle una infidelidad con tal de no perderla. Pero ella no era ese tipo de mujer. El dinero que recibió del canalla que la fiscalía hizo declarar, se lo entrego, porque se lo debía: porque una vez hacía mucho tiempo se lo había robado, motivado por una necesidad, pero que luego, superada esta, decidió reintegrárselo: el mismo lo confeso en la corte, y afirmo, bajo palabra, que ninguna otra relación mantenía con ella por eso dias, mas la de una buena amistad que intentaban recuperar. Fueron novios, incluso amantes: dijo; pero eso yo ya lo sabía, y ocurrió  antes de que nos comprometiéramos y nos casáramos. Claro que yo desconocía que ella había vuelto a verlo y que estaba recibiendo dinero de él, y tampoco comprendo porque me lo ocultó; pero el fiscal logro convencer al jurado de que yo si llegue a enterarme, y de que aquel fue el detonante del ataque de celos que me llevo a dispararle. Y claro, eso, más la maldita pistola: me arrinconaron en un callejón sin salida. Me condenaron, Nicolas. Me condenaron, ignorando que de todos modos yo ya no podría vivir. Yo ya estaba muerto por dentro, morí con ella. Todos estos años solo e vagado por los corredores de esta prisión como un zombi, y te juro, Nicolas: que lo prefiero a la vida allá afuera, ¿Cómo Nicolas? ¿Cómo volveré a empezar sin ella?




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