Janneth vacilo un par de segundos, respiro profundo, cogió el pomo de la puerta y entro al despacho de Laura sin avisar. El sitio, más que una oficina, era un enorme taller de trabajo: arrimada a la pared derecha había una larga estantería de madera fina atiborrada de libros, revistas y folletos sobre moda, al centro de esta reposaba una pantalla plana de cuarenta y dos pulgadas, y en los anaqueles, debajo de esta, diversos dispositivos de reproducción de video. Al frente de la entrada, dominaba una mesa pesada y muy larga; estaba iluminada por lámparas de luz blanca que colgaban sobre ella sujetas al techo por pernos y cadenas; sobre la mesa habían esparcidos patrones, tizas, cintas métricas, alfileteros, bobinas de hilo y tijeras y en los depósitos de abajo, alineados en orden, rollos de tela de diferentes colores y tejidos, al fondo y más allá de la mesa habían desperdigados maniquíes y percheros con algunos diseños acabados y un conjunto de tres máquinas de coser eléctricas con su respectivo juego de mesitas y banquitos de trabajo, a la izquierda, a la par de la pared acristalada que daba a la calle, estaba dispuesta una mesa de cristal para cuatro personas con sus respectivas sillas, sobre ella descansaban varios teléfonos, una laptop y un par de pisapapeles, portalápices y libretas, a la par del juego de mesa y sobre una espesa alfombra reposaba un juego de sala de cuero ocre con su mesita de centro mullida y del mismo color, sobre aquella mesita Laura tenía colocada una caja que estaba ya casi llena con un montón de objetos personales y sobre la alfombra tenía otras dos ya selladas y ella se estiraba frente a la pared y al medio de dos grandes macetones de plantas Ornamentales intentando bajar el retrato de su familia que tenía ya más de veinte y cinco años colgado ahí, en el retrato ella sonreía muy adusta como siempre mientras Leonel le pasaba un brazo sobre los hombros y Esther al centro cargaba a Patrick, alineado a la derecha de aquel cuadro estaba el de Leticia también con su familia y al lado izquierdo, ahora vacío, había estado colgado el de Lidia que se lo había llevado a su despacho de Recursos Humanos. Originalmente el taller había sido ocupado por las tres: lo decoraron y lo acondicionaron juntas renunciando a tener oficinas individuales: aquel espacio quedo convertido en el alma de la empresa, un sitio brillante, acogedor y mágico en donde las tres musas del negocio convivieron entre risas, música, chismorreo y a veces, también entre desacuerdos, peleas y enojos que se desvanecían con la misma violencia y rapidez con que aparecían, todo al final fue parte del mismo singular proceso creativo que las mantuvo unidas y también felices; fue en aquel despacho donde alcanzaron la edad dorada del negocio que luego con la muerte de Leticia perdió inevitablemente brillo y que después con la de Esther termino finalmente de deslucirse adquiriendo entonces un aire sombrío y apesadumbrado que se manifestaba incluso en la tendencia de los diseños que ahora Laura trabaja sola; todo era menos alegre y más sobrio, más formal y reflexivo que improvisado e imaginativo.
´´No. El sitio no es igual´´ -Pensó Janneth, avanzando con cautela a través del taller. ´´Este era un lugar encantado´´- reflexiono- ´´pero ya no queda magia en el´´- y fue entonces cuando Laura se dio la vuelta con el cuadro entre las manos y la vio.
- ¿Vienes a despedirte o a convencerme de que me quede? -Pregunto a quemarropa y Janneth se quedó tiesa y balbuceando- me lo imaginaba– dijo colocando el cuadro dentro de la caja que tenía sobre la mesita- no harás ni una cosa ni otra. Solo te quedaras ahí contemplando como suceden las cosas sin comprometerte.
-Tía…yo… no quiero enemistarme contigo.
-Estoy muy molesta contigo. – Le dijo Laura. Vestía un pantalón negro con ruedo doblado hacia afuera, una camisola azul metálico con cuello en V debajo de una chaqueta negra y un par de zapatos de tacón bajo. En la muñeca derecha lucia una pulsera de oro con incrustaciones de brillantes y sobre el cuello un collar de turmalinas negras que le caían hasta medio pecho; el cabello muy liso y ya totalmente blanco lo llevaba corto y le caía atractivamente sobre la frente y hasta la mitad de las orejas de las que les colgaban dos pendientes grandes que hacían juego con el marco de sus lentes de abuelita y a través de los cuales veía a Janneth acongojada e indecisa sobre como continuar aquella conversación. -Si Janneth- continuo Laura- me tienes muy disgustada, pero no lo suficiente para odiarte, como odio a tu padre en este momento.
-Tía…
-No Janneth. No digas nada. Nada puede justificarlo. No admitiré compartir mi espacio de trabajo con el hombre que mató a mi hija; y no puedo perdonar a tu padre que haya dispuesto traerlo de regreso a la empresa.
-Tía, yo no he querido ser parte de todo eso.
-Lo se. Pero no podrás mantenerte neutral si te quedas aquí. Entiendo que trates de ser tan leal con tu padre como conmigo. ¿Acaso no fue por eso por lo que te abstuviste de votar esta mañana? Debió ser muy duro para ti, considerando que también piensas que Alberto es inocente.
Janneth suspiro profundo. Si Laura hubiera estado despotricando la conversación y su posibilidad de elegir bando le hubiera resultado más fácil, pero Laura era siempre tan contenida, tan educada, digna y regia como una reina y tan, tan, diferente a Patrick.
-Cuando Leticia murió- Le recordó Laura- yo te crie a ti y a tus hermanos como una madre. Patrick incluso me recrimina que me dedique más a ustedes que a él y a Esther. El no entiende por supuesto. Ustedes quedaron solos, desamparados y al cuidado de un hombre que nunca en su vida cambio un pañal o preparo un biberón. ¿Sabías que Manuel me planteo la idea de mandarte a estudiar a un internado para que yo tuviera que lidiar solo con tus hermanos menores? - Janneth entorno los ojos asombrada- Lo mande al cuerno desde luego. ¿Cómo podía deshacerse de su primogénita de aquella manera? Le dije que no. Que me haría cargo de los tres y que crecerían juntos y a la par de Esther y Patrick, al fin de cuentas, era el futuro de mis sobrinos el que estaba en juego, no el de tres desconocidos y si podía lidiar con Esther y Patrick que ya sabes tu como eran, como no podía lidiar con ustedes que eran tan parecidos a Leticia, siempre amables, correctos, tan modositos. Claro, para bien o para mal debo admitir que conté con el apoyo de Lidia; pero fue sobre mis hombros que cayó la mayor responsabilidad. Yo temí que Manuel tomara decisiones equivocadas con ustedes, ya lo conoces, él pone y saca personas de su vida como si fueran piezas de ajedrez, es tan pragmático como inescrupuloso cuando se trata de que las cosas vayan bien, por lo menos lo bien que el considera que deberían ir. La empresa nunca habría llegado tan lejos sin esa su forma de ser, Janneth. Él fue implacable y despiadado con los proveedores, la competencia y con todo lo que se nos atravesó en el camino a la grandeza; tu madre fue tenaz y obcecada y fue la que comenzó todo, pero no tenía ni la astucia ni el sentido de oportunidad de Manuel, él fue el estratega de la empresa, el lado agresivo, hostil y despiadado y nosotras el lado creativo, el lado amable, la cara publica que abría las puertas para que después él lo conquistara todo; éramos al final un equipo de cuatro, Leonel y Félix solo contaban como figuras ornamentales y a veces incluso como lastres, fue más de una vez que me opuse a las intransigencias de Leonel para apoyar a Manuel, y no solo porque la mayor parte del tiempo Leonel estaba equivocado sino también porque Manuel es mi hermano y he confiado siempre en su liderazgo. Lo respeto y admiro y hasta hoy lo he querido mucho. Lo que menos esperaba de el en este momento era un poco de gratitud, un poco de comprensión; pero supongo que era mucho pedir ¿no? Al final no puede dejar de ser lo que es.
Editado: 14.02.2024