Alberto fue liberado un miércoles.
Aquel día nublado y ventoso, fue Oliver: un abogado atractivo, con gusto por la ropa cara, pero sobre todo confiable y muy caro, el primero en cruzar la puerta principal del penal en su camioneta blanca seguido de cerca por Alexis: el fúnebre chofer de Félix y Lidia, que los conducía en un Ford Mustang negro. El Ford fue fotografiado cientos de veces por los periodistas apelotonados a ambos lados del portón de entrada y Félix observo con amargura que incluso habían estacionadas dos Ban negras con logotipos de cadenas de televisión local preparadas para transmitir en vivo el momento en que Alberto saliera del penal.
Ya dentro del recinto, Oliver, que en los últimos años se había hecho cargo del caso de Alberto, se ocupo del trámite de la excarcelación y a las diez con treinta y siete minutos en punto Alberto se convirtió en un hombre libre.
Lidia y Félix lo abrazaron al mismo tiempo al salir, y muy profesionalmente, Oliver se hizo a un lado dándole a la familia espacio para reencontrarse y llorar, luego los acompaño hasta el Mustang, les dio un par de recomendaciones legales y se despidió estrechando las manos de los tres y prometiendo comunicarse con ellos en los próximos días, después, al salir los dos vehículos siempre encabezados por la camioneta blanca, los periodistas cayeron sobre ellos y Lidia ahogo un sollozo y cubrió su boca con las dos manos al percatarse que no todos los que se aglomeraban alrededor de ellos dificultándoles avanzar eran reporteros. Mientras estuvieron dentro tramitando la salida de Alberto se había ido agregando otro grupo de personas que no tenian nada que ver con la prensa y que portaban pancartas pidiendo justicia para Esther, tildando de asesino a Alberto y exigiendo que no fuera liberado, Félix hecho el brazo sobre el hombro de Lidia que refugio el rostro en su pecho y Alberto cerro los ojos y se mantuvo en silencio deseando solamente que la tierra se los tragara.
-Todo estará bien- Les prometió Félix sin mucha convicción. - Todo estará bien.
En el trayecto Oliver se desvío al norte y ellos continuaron hacia el Este perseguidos por una motocicleta y las dos Ban negras conducidas por reporteros que les continuaban sacando fotos y los grababan en video, hicieron el camino casi en silencio, a través de la ventana Alberto contemplo una ciudad muy diferente a la que recordaba, era tan extraño y novedoso todo y debes en cuando Félix intervenía para irlo poniendo al tanto de las transformaciones mas notables, y maldiciendo cada tanto a los reporteros que los seguían, cuando al fin cruzaron la cerca eléctrica de la residencia respiraron aliviados; la casa era enorme, había sido planificada para albergar una generación de nietos y otra de bisnietos que lastimosamente para Félix y Lidia no llegaron nunca. Para sorpresa de Alberto los jardines, y la fachada de la casa lucia tal y como la había visto la última y el día en que lo arrestaron y se lo llevaron detenido, en su memoria aun tenia alojado el recuerdo de todas las mejoras que sus padres proyectaban introducir, pero era evidente que renunciaron a todos aquellos planes después de que a él lo encarcelaran.
´´Tal vez si hubieran tenido mas hijos no se hubieran detenido ´´ pensó Alberto y de pronto lo abrumó una sensación de culpa porque después de concebirlo a el Lidia quedo imposibilitada para volver a embarazarse, la vida, pensaba, había puesto sobre sus hombros la responsabilidad de hacer feliz a aquellos dos seres humanos tan especiales y él les había fallado; Félix y Lidia se habían casado con la ilusión de tener una familia grande, cuatro o cinco hijos quizá, seis incluso, ellos adoraban a los niños y la vida domestica y no daban un paso adelante o atrás si no era juntos, se querían, se respetaban y se idolatraban mutuamente y todo lo que construían era en función de fortalecer aquellos vínculos, cultivaban felicidad y alegría por donde quiera que pasaban pero nada los desbordaba tanto como los niños y contemplando los jardines que rodeaban la casa y los juegos de columpios y resbaladizas que seguían ahí impecables y hasta casi como nuevos Alberto recordó las tantas veces que corrió entre ellos con Janet, Esther, Patrick y Julia, las mejores navidades, los mejores cumpleaños y celebraciones de su infancia se habían festejado en aquella casa que luego con mucha ilusión, cuando él se caso, fue preparada para albergarlo con su esposa y futuros hijos, aunque para decepción de Félix y Lidia, Esther insistió en hacerse una vida aparte y Alberto cedió a su capricho desilusionado doblemente a sus padres al comprarse aquella modesta casa tan lejos de ellos y que tanto le había gustado a Esther y donde irónicamente años después le quitaran la vida arrebatándole a él en el camino su libertad y a sus padres la posibilidad de ser abuelos; ahora tan distante de todos aquellos acontecimientos lamentaba no haber sido mas firme con Esther y haberla convencido de quedarse en aquella casa que ahora lo recibía con una sombra de nostalgia y resentimiento encima.
-´´Si te hubieras quedado´´- Parecía susurrarle- Esther aun estaría contigo y tus padres no lucirían tan tristes y avejentados, míralos como han sufrido. ¿Sabes desde cuando no se escuchan risas por aquí? ¿Sabes desde cuando no celebran una navidad? ¡Míralos! - Escucho a la irritable vocecilla- no están seniles, están muertos, muertos en vida porque su linaje se acaba contigo, contigo mueren sus ilusiones, sus sacrificios y esperanzas y la culpa es toda tuya, toda tuya, ¡Míralos! – Y Alberto giro la cabeza y los vio cogidos de la mano con los ojos húmedos, pero sonriéndole.
-Hemos llegado- Exclamo Félix y Alexis con una velocidad y agilidad sorprendente considerando su edad y frágil apariencia salió disparado del vehículo y se apresuro a abrir la puerta por donde bajo Félix que después le ayudo a Lidia mientras Alberto salía abriendo la puerta del otro lado.
Editado: 14.02.2024