Alberto fue el primer gran amor de Julia. Su tierno corazón de nueve años lo amó con locura y sobrevivió a su indiferencia aferrada a la ilusión de convertirse en su novia al crecer, sin embargo, en la medida fue pasando el tiempo y Alberto se manifestó cada vez más enamorado de Esther el alma de Julia se fue enfermando de una profunda tristeza y celos.
Los corazones atravesados con flechas y las declaraciones de amor que una vez dibujará y escribiera en las hojas de sus cuadernos con tanta ilusión y alegría, llegó un tiempo en que más bien la hacían llorar, y continuaba adelante, solamente aferrada a la esperanza de que los maltratos y el comportamiento de Esther terminarán cansando a Alberto y este abriera por fin los ojos y descubriera que la mujer de su vida era ella y no otra. En sus fantasías más infantiles, ella terminaba desposándose con Alberto sin muchos preámbulos: se soñaba dichosa y feliz bajando las escalinatas de la catedral con él, aferrado a su brazo y luciendo un precioso vestido de novia blanco; al ir creciendo, sin embargo, fue enriqueciendo la fantasía y le añadió una romántica declaración de amor y luego un reñido combate contra Esther donde ella salía vencedora y conseguía arrebatarle el amor de Alberto. Hasta el último minuto estuvo convencida que las cosas sucederían tal como ella las soñaba e incluso ya cuando Esther y Alberto se comprometieron lo imaginaba desengañando en el último momento y declarándole arrepentido su amor y escapando con ella, siempre a sitios muy lejanos, donde terminaban viviendo muy felices y dichosos. Al final, Esther y Alberto se casaron y la tristeza y los celos de Julia se convirtieron en una profunda depresión que desconcertó a todos, menos a Janneth que desde el principio intuyó el padecimiento que entristecía a su hermana.
Discretamente, Janneth acompañó a Julia durante la dolorosa experiencia y a su modo distante y frío la consoló y por primera vez desde la muerte de Leticia, hizo sentirse a Julia comprendida y apreciada por alguien. Con el paso de los días, el dolor causado por el amor perdido fue disminuyendo, no obstante, lo hizo solo en la medida en que fueron incrementándose los celos y el desprecio hacia Esther. Las fantasías con Alberto no se detuvieron después de que este se casó y se lo imaginaba en sus nuevos sueños destrozado y arrepentido de haberse casado con una Esther abusiva y neurótica de la que concluía divorciándose para luego buscar el refugio y ternura en sus comprensivos brazos, sin embargo, muy al contrario de los deseos de Julia, a Alberto el matrimonio pareció sentarle de maravilla; cada día que transcurría lucía más feliz y satisfecho con su vida compartida con Esther que para empeorar las cosas se exhibía al lado de Alberto muy cambiada y diferente. Esther nunca le pidió una disculpa o se expresó arrepentida de los maltratos y los malos momentos que la hizo pasar a ella y a sus hermanos, pero su actitud hacia el mundo en general y sobre todo hacia ella y Janneth se volvió más cordial y amable; su vida al lado de Alberto parecía haberse convertido en el final feliz de una criatura amargada y fea que terminaba transformada en un princesa de cuento: encantada y Julia la odio mucho por eso y en sus arrebatos más violentos de celos la deseo muerta y finalmente cuándo Esther fue asesinada Julia no pudo evitar sentir culpa y remordimiento; llegó a convencerse de que la fuerza implacable de su deseo había intervenido en el terrible desenlace, y luego, de que el encarcelamiento injusto de Alberto no era otra cosa, más que el castigo que ella se había ganado por precipitar su rencor la muerte de Esther, aunque luego iría enterándose que los cargos levantados contra Alberto eran solo el principio de una pesadilla mayor que incluía la destrucción de las tres familias fundadoras de Divas y el inicio de un juicio largo y mediático que acabaría con la reputación y el futuro de Alberto, y Julia, se vio obligada a transitar sola por aquel espinoso calvario de culpabilidad y arrepentimiento.
A medida fue transcurriendo el juicio de Alberto, Julia fue presenciando como sus seres queridos iban distanciándose separados por las dudas y las sospechas que poco a poco hicieron germinar el odio. Para terminar con la guerra, Julia se sintió un muchas veces tentada a confesar su responsabilidad detrás de los acontecimientos, sin embargo, no lo hizo nunca; por vergüenza, por miedo, pero sobre todo porque tenía la certeza que lo único que conseguiría con su confesión sería empeorar las cosas. Su único consuelo fue encerrarse a llorar en su habitación y suplicarle al cielo que las cosas se enmendaran, arrepintiéndose y prometiendo como penitencia olvidarse del amor de Alberto.
Cada noche se acostaba agotada de pensar y llorar y cada mañana se levantaba con la esperanza de que sus oraciones hubieran sido escuchadas y de que las cosas mejorarán, sin embargo, día a día tenía que enfrentarse a desengaños nuevos y con el deterioro de su fe también se resintió su salud y volvieron las depresiones, pero esta vez Janneth no estuvo ahí para consolarla.
La realidad era que Julia había sido dejada en el abandono.
Tenía solo diecisiete años por aquel entonces y quedó atrapada en el fuego cruzado entre Laura y Patrick contra todos los demás. Su opinión no era relevante para nadie y cuando la tomaban en cuenta era para desahogar sobre ella la ira que sentían obligándola a escuchar barbaridades y bajezas que no eran capaces de gritarse entre ellos, pero que esperaban, Julia supieras transmitir con integridad. Por su pasividad, unos y otros asumían que ella coincidía con sus puntos de vista, pero ninguno llegó nunca a tomarse la molestia de preguntarle cómo se sentía. El grado de olvido en que la dejaron fue tal que el día en que se graduó tuvo que presentarse sola a la ceremonia de entrega de títulos y no fue premiada con la fiesta que le prometieron. Cuando el juicio de Alberto apenas llego apenas al segundo mes la dejaron prácticamente sola ya la deriva con la responsabilidad de elegir en cuál universidad matricularse y Julia muy acorde con su estado de ánimo escogió la única universidad donde podía pasar desapercibida y ocultarse entre la muchedumbre, de los periodistas y del acoso de las niñas ricas y privilegiadas que se le acercaban con el único interés de ponerse al día, y con información de primera mano, sobre la tragedia de las tres familias fundadoras de Divas; Julia, se matriculó en la universidad pública. Adoptó estilos de vestir y costumbres de vida más económicos, se mimetizo con la masa de estudiantes asalariados y de clase media; Manuel y Janneth se iban a enterar hasta mucho después y pondrían el grito en el cielo y la presionarían para que ingresará a una universidad más acorde con su clase, pero para ese entonces Julia ya habría conocido Andrés y no estaba dispuesta a renunciar a él como había renunciado a Alberto, había prometido que para que la separaran de él tendría que mediar una gran tragedia y cómo era de esperarse en el caso de Julia y como para complacer sus caprichos hubo una gran tragedia, pero para su fortuna o para su desgracia, eso según como se vea, esta vez Janneth sí estuvo ahí para socorrerla.
Editado: 14.02.2024