Todo estará bien

Capitulo 32

 

Se recostó, cerró los ojos y trató de serenarse.

Necesitaba tomar decisiones y debía tomarlas rápido; en pocas horas Andrés y Alberto estarían al aire y sospechaba que aquella tercera estocada del día, si bien no sería la última ni la definitiva, podía ser la que trazara la línea de no retorno entre los socios de Úrsula. La alianza, de hecho, estaba resultando más frágil de lo que había esperado, aunque tampoco era una cosa que realmente lo sorprendiera; la experiencia le había enseñado que las sociedades entre grupos tan dispares como los que se aglutinaban alrededor de Úrsula nunca resultaban tan firmes y monolíticas como pretendían aparentar, sin embargo, Divas tampoco había dado indicios de ser un oponente formidable y aquella su temeraria ofensiva, no sugiriendo, sino que acusando directamente a un fiscal y un juez tan peligrosos como Mendoza y Fellini de estar involucrados con grupos mafiosos sí que lo había dejado perplejo y de una pieza.

Por naturaleza Roni era inescrupuloso y oportunista pero no existía ni una pizca de apostador en él; aborrecía la incertidumbre tanto como desconfiaba de la suerte, sus decisiones eran por lo general muy bien razonadas y calculadas, aunque tenía que admitir que se había metido en aquel asunto demasiado confiadamente; el prolongado silencio de Divas tenía que haberlo hecho sospechar, sin embargo, una parte muy profunda de su mente había asumido, porque así deseaba creerlo, que la parálisis de la empresa había sido una debilidad, y cuando Úrsula le confió que Mendoza y Fellini pretendían financiar a Justicia Para Esther no le quedó el menor asomo de dudas de que Divas estaba condenada.

Las cosas, sin embargo, no estaban saliendo como lo tenía previsto y tenía que reconsiderar los pros y contras de la situación antes de seguir adelante.

Necesitaba pensar, pero tenía la mente enturbiada por muchas emociones y la ira era en aquel momento la más persistente y dominante. Mendoza y Fellini le habían hablado para hacerle reproches, y entre advertencias y amenazas, pedirle cuentas como si él fuera uno de sus empleadillos de cuarta de sus mugrosas empresas de sexta. Al final, después de comunicarse con Úrsula y darle instrucciones, se escabullo de la rueda de prensa, apago el teléfono y corrió a refugiarse en su vetusto pero bien conservado Chevrolet Impala: un auto con un maletero tan grande como para amontonar en el a cuatro cadáveres y al que le gustaba referirse con cariño como mi oficina, aunque sentimentalismo aparte, eso era precisamente el Impala: una oficina rodante donde Roni pasaba recluido más tiempo que en ningún otro lado y eso incluía el piso en que vivía.

Años atrás, cuando la suerte en que no creía comenzó a sonreírle y se le fueron abriendo las puertas como productor FreeLancer de documentales, el entusiasmo, pero sobre todo la vanidad, lo llevaron a alquilar una oficina y a contratar una secretaria, sin embargo, con el tiempo descubrió que la oficina sólo le proporcionaba un gasto y que no valía continuar pagando el arrendamiento porque ni siquiera la poco agraciada secretaria compensaba el desembolso. Si se hubiera tratado de una de las docenas de chicas lindas que había entrevistado tal vez se lo habría pensado dos veces, sin embargo, a pesar del generoso salario ofrecido, por algún motivo que el resentía y que no alcanzaba a comprender, las secretarías atractivas y sobre todo las solteras se rehusaban a trabajar para él, y por último, había tenido que resignarse con el reclutamiento de una treintañera pasada de peso, casada, con dos hijos y muy urgida del empleo. El día en que cerró la oficina, Roni recordaba que la mujer había llorado a mares, y que para atenuar la culpa le había dado una generosa bonificación y una carta de referencia que él estaba seguro no le serviría para nada pues su reputación ya era muy mala por aquel entonces y el más que nadie era consciente de ello. Deshacerse de los muebles, en todo caso, le resultó más fácil; aunque conservó el resto del equipo y los materiales de oficina y los trasladó al maletero y al asiento posterior del Impala que desde aquel momento se convirtió en su domicilio casi permanente y, las envolturas de comida chatarra y las botellas vacías de agua y sodas daban testimonio de que aquella no era una mera exageración. Por dentro el Impala olía a comida rancia y a papel viejo, pero Roni hacía mucho tiempo que había dejado de percibir lo desagradable del olor y actualmente más bien lo asociaba con la tranquilidad y de algún modo le ayuda a serenar la mente cuando se sentía desquiciado. El Impala era como su fortaleza de la soledad , muchas de sus mejores ideas, por no decir las mejores, se le habían ocurrido mientras lo conducía a lo largo de solitarias y monótonas carreteras, cuando esperaba atrapado en gigantescos embotellamientos o mientras estacionado en un anodino parqueo y recostado en el mullido  sillón, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás esperaba que la quietud interior del vehículo lo serenara y le ayudará a encauzar sus pensamientos, aunque aquella mañana, quizás debido a la presión del escaso tiempo con que contaba sintió que la serenidad tardó más tiempo del habitual en salir a su encuentro, pero una vez aplacado el agobio comenzó casi inconscientemente a encarrilar sus reflexiones y lo primero que considero fueron las motivaciones por las que se había metido en aquel embrollo. Su preocupación principal había sido sin duda el documental sobre Esther y el nuevo material que Úrsula podría aportar. Desde que aquella mujer apareció en el horizonte mediático supo que tarde o temprano alguien se percataría de lo valiosa que era como producto, y temiendo que se le adelantarán, corrió a abordarla, a proponerle una oferta de negocios y a investigarla, aunque en aquel último punto tenía que reconocer que había sido muy poco diligente y no tan perspicaz como debió serlo. La escandalosa reputación de Úrsula, su breve y tortuosa carrera en el modelaje y su opaca relación con Esther lo habían cegado. Vio, en primera instancia, solo la manera en que todo aquello podía enriquecer el material con que ya contaba para el documental y se pasó varios días meditando en su potencial y maquinando cómo aprovecharlo mejor. Fue un par de días después de su primer encuentro frente a la penitenciaría, que, en un golpe de inspiración, vislumbró la posibilidad de contar la tragedia y vida de Esther desde otra perspectiva , no era lo más deseable, pero en vistas de los cientos de tropiezos que durante años le habían puesto le pareció una salida no solo ingeniosa sino también económica y lucrativa, aunque eso, solo si lograban aprovechar bien las circunstancias del momento, y fue con aquella idea en mente que invitó a cenar a Úrsula y le propuso el proyecto de publicar sus memorias. Para aquel entonces la ex modelo se las había arreglado para conseguir el apoyo de varios grupos que la ayudaron a organizar las protestas frente a Divas y al abordarla sintió que lo trató aún con menos cordialidad que la primera vez y, sin embargo, para su sorpresa, aceptó la invitación a cenar y no sólo le ayudó a lucirse como él deseaba sino que al día siguiente le llamó para hacerle una contrapropuesta a la que no pudo rehusarse. La realidad era que nunca se había hecho ilusiones con respecto a que Úrsula consiguiera que la familia de Esther se inclinaría a favorecerlo con el proyecto del documental, su apuesta segura era el libro y contar la historia de Esther desde otro ángulo, sin embargo, con el repentino involucramiento de Mendoza y Fellini, las cosas cambiaron abruptamente y la posibilidad de doblegar a Divas ya no le pareció tan descabellada y se integró a la alianza representado los intereses de Úrsula y organizando el afinamiento de la campaña mediática para doblegar a la empresa de modas y todo pareció ir bien hasta aquella mañana y ahora necesitaba dilucidar qué era lo que se estaba cociéndose en Divas y anticipar el siguiente movimiento que harían; desafortunadamente el informante que Úrsula decía tener dentro resultó un fiasco y los datos con que contaba eran muy pobres para sacar una conclusión. Tenía en primer lugar un reportaje publicado en la mañana cuyo único cometido parecía ser asegurar la atención del público sobre la entrevista anunciada para la tarde, sin embargo, el reportaje era sólo una de tres notas lo que implicaba que podía haber una o más sorpresas por revelarse en las publicaciones que faltaban y que sería como la continuidad de lo que se revelaría en la entrevista, pero ¿qué era lo que se revelaría en la entrevista aquella tarde? Esa era la gran pregunta. Luego, tenía la desconcertante noticia del Honda Civic que no sólo ponía de manifiesto que Úrsula y sus grupos tenían oculta mucha basura debajo de la alfombra sino también lo aguda y peligrosa que podía ser Janeth y sus consejeros que habían utilizado el ataque del carro a su favor y habían dejado la noticia flotando en el aire junto a la cuestión de estar siendo atacados por mafias sin dar más detalles y esperando que el mismo público hiciera las conexiones. Obviamente la destrucción del vehículo correspondía al modus operandi de las mafias, pero vincular el carro con los grupos de Úrsula, si bien no costaba poniéndose a conjeturar un poco, no era lo mismo que demostrarlo pericialmente, de hecho, Roni dudaba que pudieran hacerlo y por lo tanto tenía que haber algo más en medio de aquel circo. Repaso mentalmente todos los incidentes que recordaba desde el momento en que se había unido a la alianza, pero no sacó nada en limpio, volvió a repasarlo, una, dos y tres veces y cada ocasión más minuciosa y detalladamente hasta que en la cuarta oportunidad recordando el día en que se había reunido con Mendoza, Fellini y Úrsula el detalle que lo conectaba todo saltó frente a él y se hizo la luz. Se había olvidado de Andrés y se maldijo a sí mismo por ser tan estúpido. Dio un respingo hacia adelante, cogió con fuerza el volante del Impala y tembló de excitación. El detalle que lo conectaba todo había estado frente a sus narices todo el tiempo y si Úrsula había sido tan descuidada como sus socios quién sabía cuántos otros comprometedores detalles podría haber sueltos por ahí. Andrés era la pieza que los haría encajar a todos y estaba claro que Úrsula era el eslabón débil en la cadena, pero fuera lo que fuera que ocultara y que pronto sería revelado, y ahora estaba seguro de que así seria, eso por sí mismo carecía de importancia.




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