— ¡Julia! ¿Qué haces aquí todavía? — Le recrimino Janneth cuando la vio meterse a su oficina sin avisar y cruzando la puerta con atolondramiento. -- La entrevista comenzará en apenas unas horas, deberías estar supervisando.
–Andrés es suficientemente competente para arreglárselas sin mí– exclamó Julia con enfado– y no me he ido porque aconteció algo a lo que he estado dándole seguimiento y pensé que deberías saberlo antes de marcharme.
–¿De qué se trata? – Preguntó Janneth con él tono de quien espera una mala noticia.
–Roni Batres ha estado intentando localizarte, pero como no pudo conseguirlo se conformó con hablar conmigo y me pidió que te diera un mensaje.
–¡Julia! ¡Julia! ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste tomar la llamada de ese miserable?
–Sencillo. Lo hice porque una hora antes subió una declaración en sus redes sociales donde se desliga de Úrsula y sus aliados, nos pide una disculpa pública y confiesa que aceptó participar en el panel de anoche solo porque Mendoza y Fellini eran parte de él, aclara que de haber sabido que tipo de gente era la que lo estaba contratando nunca hubiera aceptado la moderación del evento. La noticia ha generado un revuelo colosal.
–Recién acabamos de sacudir el árbol y mira lo primero que nos ha caído.
–Mendoza y Fellini tenían anunciadas ruedas de prensa para esta noche, pero después de lo de Roni las han pospuesto sin determinar nueva fecha. Roni los ha obligado a echarse atrás, creo que han comenzado a captar que lo que hemos hecho es algo más que una bravuconada. Deben de tener a docenas de personas tratando de averiguar qué nos traemos entre manos antes de dar otro paso en falso.
–Pará lo que les va a servir. Les hemos dejado un espacio de maniobra tan estrecho que de aquí en adelante cualquier paso que den será sólo para empeorar. Pero a todo esto, ¿qué es lo que te dijo Roni Batres?
–Me pidió que le arreglara una cita contigo. Dice que tiene información muy delicada que le gustaría compartir como un modo de compensar cualquier daño que nos hubiera hecho.
–El hijo de puta es un oportunista, su único interés en quedar bien es que le facilitemos la producción de su maldito documental. Supongo que lo habrás mandado al demonio.
–Pará eso no tenía que pedirte permiso, por supuesto que lo mande al diablo– dijo julia sonriendo con el orgullo de una niña que hubiera hecho bien su tarea.
–Me alegra oírte decir eso – le dijo Janneth dibujando en el rostro más que una mueca una sonrisa de perversa satisfacción– ahora vete a la entrevista, Andrés podrá ser muy bueno pero no me sentiré tranquila si tú no estás ahí.
–Como mandes – exclamó Julia, se dio la vuelta y salió con el mismo atolondramiento con que había entrado.
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Desde el inicio de la puesta en marcha del plan Alberto había eludido conocer a Andrés, y no era sólo porque de algún modo el sujeto lo intimidaba sino porque aquello de la entrevista le parecía como que ir demasiado lejos y en aquel asunto, por momentos al menos, incluso Félix y Lidia parecían respaldarlo; temían sobre todo una agria reacción de Patrick y Leticia, sin embargo, después de la persistente insistencia de Janneth asegurando que había conseguido el visto bueno de Leticia, Félix y Lidia se avinieron al plan y luego, aunque a regañadientes, lo hizo Alberto.
La idea de darle la cara al mundo lo horrorizaba. Durante los días del juicio fue tan humillado, estigmatizado y expuesto al escarnio y la duda pública, que como un avestruz ocultándose ilusamente de la adversidad con la cabeza enterrada en el suelo, él terminó con la suya sepultada en la resignación y el autocompadecimiento. Había esperado que al salir de la cárcel aquella horrible página de su vida diera por fin la vuelta para poder terminar los años que le quedaban olvidado y dedicado a cuidar y darle consuelo a sus padres, sin embargo, Nicolás le había advertido que no sería así y que amargo estaba resultando comprobarlo. Por lo que a él concernía habría preferido la cárcel. Se habría ahorrado toda aquella agonía, pero también sabía que hubiera sido egoísta; los sacrificios que en aquel momento hacía los aguantaba realmente por sus padres y en alguna medida también por Janneth. Cuando le propuso por primera vez la estrategia que había concebido para defenderlo se sintió horrorizado, pero le habló con una convicción y un brillo tan particular en los ojos, que la sinceridad de su preocupación por él lo hicieron sentirse apenado y no tuvo valor para decirle que no, aunque abrigando muy en el fondo de su alma la esperanza de que Janneth no fuera capaz de sacar adelante semejante empresa, sin embargo, a medida pasaban los días y miraba como al lado de Julia urdía la elaborada telaraña en que atraparían a Mendoza y Fellini se fue poniendo más inquieto y alarmado al pensar en el calvario que había aceptado recorrer, y le molestaba muy particularmente, que el éxito dependiera en gran parte de la gestión de un hombre al que no conocía ni deseaba conocer.
Evadió encontrarse con Andrés valiéndose de toda suerte de excusa que se le ocurrió, sin embargo, el día de la entrevista llegó y no le quedo más que hacerle frente a la realidad.
Desde temprano la casa se inundó de técnicos y personal del departamento de Julia que se afanaban en preparar el espacio desde donde se transmitirá y realmente se sorprendió cuando vio aparecer a Andrés sin Julia ni Janneth a la par; eso lo hizo sentirse aún más vulnerable y se sintió sacudido por un leve ataque de pánico. Había sospechado que la desconfiada y meticulosa de Janneth, para prevenir cualquier arrepentimiento de última hora, estaría presente o delegaría en Julia la tarea de supervisar el evento, en el fondo sintió que le hubiera gustado que así fuera, pero el caso era que ni Janneth ni Julia estaban ahí y eso le dio mala espina y lo puso un poco paranoico y nervioso, al final, tuvo que salir al encuentro de Andrés al que Alexis, con un gesto del brazo señalándole donde ubicarlo a él, lo había dejado en el umbral de la puerta trasera de la casa, el periodista se abrió paso entre cables tirados en el suelo y el personal del obeso gerente de sistemas y lo primero que lo sorprendió de aquel hombre que tanto había eludido era que cojeaba y que usaba bastón. Ni Julia ni Janneth le habían hecho mención de aquel detalle y al verlo acercarse con su cojera, pero con determinación y aplomo sintió un poco de vergüenza de sí mismo y una ola de simpatía por el reportero que le sonreía con afabilidad y tratando de sacarle brillo a su rostro surcado por cicatrices de dolor y sufrimiento
Editado: 14.02.2024