Todo estará bien

Capitulo 34

La entrevista fue toda una puesta en escena y Roni no se hubiera sorprendido si le hubieran contado que incluso la habían ensayado, aunque suponía que tal cosa habría sido ir muy lejos y que también habría arruinado la espontaneidad con que Alberto y Andrés interactuaban.

Se transmitió, al parecer, desde la casa de los padres de Alberto y por la calidad del sonido y la imagen Roni estimó que había una pequeña fortuna invertida en la producción.

Se instalaron a la orilla de una piscina y alrededor de una mesita de metal blanca y redonda donde Alberto y Andrés parecían haber estado compartiendo un café y sobre la que también había dispuestos dos vasos y una jarra de agua helada dentro de la cual flotaban cubitos de hielo.

La transmisión comenzó con Andrés dándole la bienvenida al público que los sintonizaba y soltando de entrada la primera sorpresa del evento al presentarse a sí mismo como el enigmático director de la piedra en el zapato, y luego, con toda la obvia intención de respaldar con su prestigio la causa de Alberto, pasó a explicar las razones por las cuales había decidido abandonar su anonimato y abordar personalmente el polémico caso de Divas que tan dividido tenía al público.

Enumero una buena media docena de motivos para ornamentar el discurso y que en resumen sólo ponía de manifiesto que no entendía cómo podía continuarse condenando a un hombre al que durante quince años se le había privado de su legítimo derecho de defenderse.

–Me parece– dijo– que es una de las injusticias más grandes que se han cometido en este país y cuando se repara en lo viciado que estuvo el juicio a uno no le queda más que sorprenderse de la forma tan descarada en que se ha manipulado la Información y de la irracionalidad con que la población ha respondido a esta manipulación,  eso, considerando la nefasta reputación de los hombres que estuvieron detrás de la acusación y la sentencia y que ahora también aparecen involucrados en los incidentes de los últimos días frente a Divas.

Al escuchar como calificaba de nefastos a Mendoza y Fellini, Roni sonrió, en parte divertido por las finas puntadas con que Andrés tejía aquel teatro y en parte complacido de haberlo predicho y hacerse a un lado antes de verse convertido en uno de los antagonistas principales del drama.

Consideró el descaro con que Andrés insulto a Fellini y Mendoza y no le quedaron más dudas de hacía donde iba dirigida la artillería; pensó que debía contar con evidencias incriminatorias de peso para atreverse a hacerlo y sospecho que en el fondo la intención era incordiarlos. Los estaba provocando con el mismo riesgo calculado del cazador que con una vara hurga la madriguera de un animal salvaje para obligarlo a salir a defenderse enfurecido y pescarlo en la trampa que se le tenía tendida.

– Y por supuesto que morderán el anzuelo– se dijo Roni. – y no será sólo por el insulto sino porque no les va a hacer gracia que, a aquellas alturas de sus carreras, cuando se encuentran ya tan cerca de alcanzar la máxima magistratura y fiscalía general del país viniera un reporterillo de sexta a poner en duda su honorabilidad hurgando en un pasado que la población en general ya casi había olvidado. En todo caso– continuó reflexionando – Andrés no es ningún reporterillo de sexta, pero sospecho que Mendoza y Fellini lo descubrirán demasiado tarde.

Luego del preámbulo de las presentaciones, Andrés le dirigió una sonrisa cordial a Alberto y comenzó la entrevista, más que haciendo preguntas para satisfacer la curiosidad y el morbo del público, dándole la oportunidad que en quince años se le había negado de explicar porque debía creerse en su inocencia.

–Supongo –Le advirtió Andrés con cautela y cortesía– que el público que te considera culpable desea saber porque mataste a tu esposa, como era tu vida con ella y si te has arrepentido de lo que hiciste después de todos estos años en la cárcel. Imagino que otros querrán saber cómo estás viviendo esta polémica desatada alrededor tuyo y querrían preguntarte que piensas hacer al respecto o cómo crees que vaya a terminar todo esto. A mí me parecen preguntas e inquietudes legítimas, pero no te las haré, ni tienes que contestármelas, porque en ambos casos son cuestionamientos que dan por sentada tu culpabilidad y yo, como mucha otra gente, no creemos en esa culpa ni en la integridad del proceso por el cual se llegó a este veredicto. Por lo que se y por lo que me has contado, durante quince años se te ha impedido defenderse con todas las garantías que la ley te concede y que durante ese tiempo también se te obligó a mantenerse en silencio, sin embargo, hoy, aquí, en la piedra en la zapato, donde no le tenemos a las amenazas ni a las intimidaciones de ningún grupo de poder queremos darte la oportunidad de que nos cuentes qué fue lo que se hizo mal en el proceso de tu juicio, que nos compartas que te obligó a mantenerte callado tanto tiempo y nos cuentes cuáles piensas tu que son las intenciones detrás de la campaña de odio montada contra ti.

Andrés le cedió la palabra y Alberto suspiró un poco intimidado y nervioso.

Roni observó cómo el reportero lo animaba con una mirada y una sonrisa afable e inmediatamente captó la onda de simpatía entre ellos y como ésta parecía expandirse más allá de las pantallas consiguiendo que incluso él sintiera un atisbo de empatía emergiendo de su conciencia. Los dos hombres ciertamente parecían sacados de una tragedia sensiblera hecha a la medida de su propósito, que era precisamente, ablandar a los espectadores y hacerlos reconsiderar todo lo que habían creído, visto y oído sobre el tema en los quince años pasados. Roni no creía que la búsqueda de aquel efecto en el público, juntando a aquellos dos hombres de química tan peculiar fuera intencional, pero el hecho era que el fenómeno fortuito y accidental estaba ahí y no solo contribuiría a la vitalización de la entrevista, sino que también facilitaría el giro de tuerca que Diva necesitaba, además, de que se hablaría durante semanas de los dos hombres.




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