–Mendoza y Fellini no irán a la cárcel–dijo Andrés–. Los corruptos de su categoría nunca terminan en ella, sin embargo, tampoco llegarán a la corte suprema y a la fiscalía general, para ellos, esa carrera ha llegado a su fin. Por el momento Alberto puede considerarse a salvo.
–Todo gracias a ti – dijo Janneth con genuina gratitud.
–Nunca lo hubiera logrado sin tus recursos y tu dinero.
–Nunca lo hubiéramos conseguido sin tu colaboración.
–Te debía más de un favor: pusiste a salvo a mi familia, salvaste mi vida…
–Destruí tu relación con Julia–. Le recordó Janneth. Andrés parpadeo al ser sorprendido con la guardia baja, pero se repuso rápidamente y dijo:
– No voy a fingir que no me dolió o que aún no lo reciento, pero para ser fiel a la verdad: dudo mucho que las cosas hubieran acabado mejor de otra manera, esta pierna – señalo acariciándose la rodilla–, es mi recordatorio de lo peor que pudieron haber salido: pude haberla perdido, y también a mi familia, y en cuanto a lo que habría sido de Julia mejor ni hablemos; hiciste lo correcto; lo que tenía que hacerse; Julia no hubiera sobrevivido a mi lado…éramos tan ingenuos y jóvenes…
–A mí tampoco me gusto lo que me tocó hacer, expuse la seguridad de mi propia casa para poner a salvo la tuya; lo hice porque te lo prometí, porque hicimos un acuerdo, y sobre todo por Julia, pero para ser honesta contigo, tampoco voy a fingir que me arrepiento.
–Mi madre siempre me pregunta por ti cuando la visitó.
–Cuando la vuelvas veas salúdala de mi parte.
–Así lo hare. Y ya que estamos poniéndonos sinceros ¿para qué me mandaste llamar? Si querías saber sobre Mendoza y Fellini bien pudiste preguntar por teléfono.
Janneth se echó hacia atrás en su confortable sillón y se puso a jugar con su relojito de pulsera, ese día llevaba puesto un juego de pantalón y chaqueta amarillos que (noto Andrés) suavizaba la frialdad de su carácter.
–¿Has pensado qué harás cuando todo esto termine?
–Continuar con mi vida supongo.
–Tú no tienes vida que yo sepa.
Andrés la observó con paciencia y apretando el bastón para contener el enojo.
–¿Qué quieres, Janneth? –Preguntó secamente y con desconfianza.
–Ofrecerte una vida. –dijo ella con el tono del predicador que le ofrece el cielo a un ateo.
–Tienes que ser más específica.
–Quiero que continúes trabajando para nosotros, y para ello, por supuesto, tengo preparada una oferta que puede ayudarte a recuperar tu vida.
–Ciertamente no sé de que estas hablando y…
–Se supone que nos estamos sincerando, ¿porque das marcha atrás en este momento?
–Janneth, ¿qué quieres? Eso de que no tengo vida es mi problema, y eso de que quieres ayudarme a recuperarla se oye bien, pero a cambio de que, ¿qué es lo que realmente quieres tú?
Janneth se reclinó hacia adelante y lo observó sin sonreír ni parpadear y como meditando qué y cuánto decir.
–Quiero que Alberto sea declarado inocente del asesinato del que se le acusa.
–Él ya es un hombre libre –dijo Andrés encogiéndose de hombros.
–No es suficiente.
–No vas a parar ¿verdad?
–No, no lo haré. Necesito que su caso sea revisado, su veredicto anulado y su honor restituido. No solo debe ser libre, debe ser declarado inocente. Con lo que ha pasado con Mendoza, Fellini y Úrsula hay suficientes méritos para exigir la revisión de su juicio y su condena, pero el proceso será muy largo y difícil sin tu ayuda.
Alberto suspiro y se frotó la barbilla pensativo e indeciso sobre qué contestar.
–Quiero que sigas al frente de Justicia Para Alberto y que conviertas el blog en una institución formal, sin fines de lucro y que funcione a base de aportaciones del público; por supuesto, yo seré la principal aportante y te conseguiré el asesoramiento de los mejores abogados del país además de la cobertura del observador…
–Lo que estás pidiendo que haga es una locura; nunca se ha hecho una cosa así en el país, es una cruzada imposible…
–Tal vez si lo hiciéramos solo por Alberto, pero ¿qué tal si sumamos más casos al reclamo?
–¿De qué estás hablando?
–Mendoza y Fellini fueron dos de los varios Jueces y Fiscales que condenaron a muchos de tus compañeros a penas desproporcionadas de cárcel, y cuando se aplicaron los indultos, muchos de esos compañeros tuyos no fueron beneficiados. Por lo que Julia me ha contado algunos han muerto en la cárcel y otros continúan a la espera de una revisión de sus casos, sin embargo, tú sabes mejor que nadie que sus casos no serán resueltos nunca. Ellos fueron condenados arbitraria e injustamente y continúan allí por pura desidia de los burócratas. La política es así, ellos, como un día te ocurrió a ti, han sido olvidados por los mismos partidos por los que lucharon; no le importan a nadie, no son noticia para la prensa y por consiguiente tampoco de interés para el público; es por ello que aún siguen allí: porque fueron siempre desechables, peones en un juego de políticos, élites económicas y funcionarios corruptos. No contaban ni cuentan ahora con los contactos adecuados para influir en la maquinaria jurídica que los mantiene viviendo de falsas esperanzas, sin embargo, con el desprestigio y la caída de Mendoza y Fellini hemos abierto una grieta en el sistema…
Editado: 14.02.2024