En el mismo instante en que Patrick, en la solitaria sala de su casa, sucumbía ante la tragedia de Úrsula, Rony, en su solitaria recamara de soltero, sucumbía ante la imperiosa necesidad de levantarse a orinar. Todas las noches, a la misma hora, su intransigente y obsesiva vejiga lo obligaba a salir de la cama para que la vaciara, a veces, tenía que admitir, el tronar de las alarmas era justificado, pero la mayoría de las ocasiones no. La mayoría de las veces, Roni se levantaba en estado de medio sonambulismo, caminaba hasta el baño y se paraba frente a la taza del inodoro a refunfuñar y escurrirse dos o tres gotas de meados, luego regresaba al cuarto repitiéndose que todo aquel ritual era una estupidez y prometiéndose que no volvería a dejarse doblegar por los chantajes de su vejiga que no parecía comprender que la noche había sido hecha para dormir. Como medida correctiva, tenía tres meses evitando ingerir líquidos antes de retirarse a dormir, sin embargo, eso no redujo las emisiones de alarma de su ingrata vejiga, que cada noche le interrumpía el sueño cuando más profundamente dormía. Al principio intentó resistirse y convencerse de que el asunto era mental, y que si se resistía, podía doblegar a su insubordinada vejiga, sin embargo, ya fuera por su falta de voluntad, o porque a esas horas de la noche su cerebro estaba tan aletargado como el resto de sus órganos y no parecía dispuesto combatir a su lado, está terminaba imponiéndose siempre, y por mucho que ignorara las voces de alarma, más temprano que tarde, concluía claudicando ante aquella terrible sensación de urgencia en el bajo vientre; esta, se retorcía, palpitaba, se estremecía y se infiltraba en sus sueños amenazándolo con abrir la válvula por cuenta propia si no espabilaba y acudía al baño a la hora que se le exigía. Así pues, convencido de que no ganaría aquella guerra por medio de métodos hostiles y directos, optó por una estrategia de combate más blanda e indirecta, pero efectiva. Cada noche Roni se levantaba al baño, pero no a la hora que se le antojaba a su vejiga sino hasta diez minutos después que esta empezara a fastidiar, y así, seis días después de iniciada la estrategia ganó su primera batalla al conseguir que el enojoso malestar en el bajo vientre iniciará a las tres y diez de la madrugada y no a las tres en punto como había venido haciéndolo. Una semana después había conseguido retrasarlo hasta las tres y veinte, y para certificar sus logros siempre se aseguraba de revisar la hora antes de volver a la cama; lo hacía consultando el teléfono celular que reposaba al lado suyo sobre la mesita de noche; pero aquella noche, la noche en que Úrsula fue encontrada muerta, descubrió con fastidio no solo que olvidó dejar cargando el teléfono sino que este en mitad de la noche se había apagado, y aquel descuido fue la razón por la cual Patrick se enteró de la tragedia de Úrsula antes que él.
Todavía aturdido por el esfuerzo de haberse levantado al baño y desorientado por la narcótica necesidad de dormir; conecto el celular entre maldiciones susurradas ininteligiblemente, lo encendió y espero con impaciencia y fastidio a que este se reiniciará, cuando finalmente lo hizo, ya casi se había dormido sentado a la orilla de la cama; consultó la hora, y entonces se percató que tenía más de cien llamadas perdidas y una cantidad aún más grande de mensajes enviados por diferentes compañeros de oficio. Supuso que el teléfono fijo en la sala debió estar sonando un buen rato, pero desde el cuarto era imposible escucharlo. De pronto la modorra lo abandonó, y en la excitación del momento decidió no regresar ninguna llamada, sino mejor revisar un par de mensajes, y así lo hizo. Habían comenzado a entrar a las dos y cuarenta y siete de la madrugada y la mayoría lo urgían a sintonizar el canal nueve. Ya totalmente despierto y acuciado por la curiosidad, cogió el control de sobre la mesita de noche y prendió la televisión, sintonizo el canal nueve, y una bola de terror le atenazó el estómago al ver la cinta informativa y escuchar a los reporteros del canal anunciando la llegada de la ambulancia y los forenses al motel. La parálisis, sin embargo, le duró sólo una fracción de minuto, inmediatamente saltó de la cama, se cambió apresuradamente y salió disparado a la calle; cuarenta minutos después estaba estacionando a una cuadra del motel, para entonces el cuerpo de Úrsula ya había sido retirado, pero la policía seguía interrogando a los clientes del motel y los forenses recogiendo evidencia de la habitación en que la habían matado. Roni sabía que tarde o temprano las pesquisas se dirigirían a él. En aquel momento el interés del público estaba cautivado por los detalles del brutal asesinato, sin embargo, luego de la primera impresión comenzarían a preguntarse y conjeturar sobre quien la mato y por qué. Sospechaba que Divas sería descartada desde el inicio, pero no así Fellini y Mendoza. Ambos tenían mucho que ganar con la desaparición de Úrsula, y aunque Roni estaba convencido de que estos posiblemente no tenían nada que ver con el asunto, gran parte del público no pensaría igual. Al final era probable que el silencio de Úrsula los salvará de la cárcel, pero su asesinato era definitivamente el último clavo en el ataúd de sus carreras: en los días por venir, ambos, junto con los grupos que apoyaron a Úrsula, serían sometidos a una despiadada investigación patrocinada por sus enemigos políticos, y Roni no descartaba, que el mismo tendría que acudir muchas veces a rendir declaraciones, sin embargo, con todo y las molestias que le causaría el homicidio de la modelo, eran la desaparición de los secretos que serían enterrados con ella lo que más le dolía.
Encarcelada o libre, Úrsula hubiera sido una fuente inagotable de escándalos, desafortunadamente; la locuacidad de sus primeros encuentros se fue extinguiendo después de plantearle los proyectos del libro y el documental, y a Roni no le quedaba duda que Walter había estado detrás del inesperado cambio de actitud. Había comprendido que cada secreto de Úrsula valía dinero y la mandó a cerrar la boca hasta no ver formalizado en papel algún tipo de acuerdo. Con todo: su abrupta aparición en el escenario y luego su trágica muerte daban para incluir en el documental sobre Esther un capítulo más que interesante. Tendría que replantear el guion y la estrategia para conseguir la colaboración de la familia de Esther, y en ese punto quizás podía convertir la muerte de Úrsula en una ventaja: podía mentir, decir que estaba en posesión de archivos de audio y video con muchas confesiones de esta, amenazar con hacerlas públicas si se negaban a colaborar con él. La idea era vaga, pero considero que podría mejorarla y hacerla funcionar. En esas cosas pensaba cuando un policía se le abalanzó cerrándole el paso hacia el motel que aún seguía acordonado por patrullas.
Editado: 14.02.2024